En los últimos meses de 1945 se produjo el choque inevitable entre Perón y las fuerzas opositoras.

Las cuestiones que estaban en juego, más allá de las respuestas y sus protagonistas, eran el agotamiento del gobierno militar iniciado en 1943 y la necesidad de definir el modelo económico del país y su ubicación en la posguerra.

A partir de abril de 1945 los sectores que formarán la Unión Democrática lanzaron un creciente embate para desplazar a Perón y forzar un llamado a elecciones. La reacción opositora llevó a polarizar socialmente esa disputa y esa presión tuvo eco en sectores militares. La agitación se volvió cotidiana a partir de agosto con el levantamiento del estado de sitio y llegó a su pico con la “Marcha de la Constitución y la Libertad” durante setiembre.

Un hecho menor en la cadena de mandos de las fuerzas armadas hizo mover a la oficialidad que consideraba a Perón como un riesgo para la Institución. Perón, a fin de evitar la violencia, fue detenido en Martín Garcia.

Entonces sucedió algo inesperado y sorpresivo La movilización popular del 17 de octubre, realizada por una extendida militancia de bases y cuadros medios gremiales (inadvertida por muchos hasta entonces) a la cual la oposición acusaba de promover la “agitación social” y la “indisciplina laboral”. Esa militancia convierte la tibia convocatoria a huelga general de la CGT en movilización anticipada, con la consigna de reclamar la libertad de Perón. La indecisión de sus oponentes, divididos en cuanto a qué salida dar a la crisis, hace que el movimiento triunfe y devuelve a Perón al centro de la escena.

Desconcertada, la vieja política no supo interpretar el cambio de situación, salvo la única excepción de Crisólogo Larralde, los opositores no vieron el carácter popular de la manifestación. Siguieron convencidos de que el liderazgo de Perón era un fenómeno circunstancial, “demagógico”, y confiaron en la victoria electoral de la Unión Democrática hasta el fin del escrutinio de 1946.

La movilización consolidó el peso del movimiento obrero como sujeto principal del naciente peronismo. Tiempo antes, el fracaso de las tratativas con Amadeo Sabattini había obligado a Perón ( que buscaba en dirigentes radicales el respaldo para su proyecto político) a apoyarse totalmente en el sindicalismo. Las jornadas de octubre de 1945, en las que Sabattini participó contra Perón, reforzaron ese curso “obrerista” del incipiente peronismo.

Esa resolución de la crisis marcaba una divisoria de aguas en la política y, por esa vía, resultó un punto de inflexión en la historia argentina. Con el respaldo mayoritario, que se ratificaría en las elecciones de 1946, Perón encaró la formación del movimiento político que apuntaló su proyecto transformador del país, sin necesidad de buscar consensos en las fuerzas opositoras.

El 17 de octubre fue paulatinamente resignificado como fecha inaugural y mito de origen del peronismo. Inicialmente recordado como “Día del Pueblo”, en 1949, tras la reforma constitucional, fue convertido en “Día de la Lealtad”, con la figura del líder ocupando la celebración central que hasta el año anterior correspondía a la “gesta de los descamisados”. En 1950, año del Libertador y de consagración de la Nueva Argentina, fue la ocasión elegida para proclamar las “Veinte verdades peronistas”, y al día siguiente, el tradicional “San Perón” al inaugurar la sede de la CGT en Azopardo 802.

A lo largo del tiempo más de un analista queda desconcertado por la vigencia de nuestro movimiento; mientras que otros entienden que la vitalidad responde a su capacidad de elaborar alternativas para llegar al gobierno y ejercer el Poder.

Estoy convencido que la brújula del peronismo está en su génesis, en su pensamiento y acción, en las realizaciones como nación que tuvo nuestro pueblo.

Poder popular y ciudadanía fueron alcanzados con esfuerzo y unidad en torno a un proyecto donde las grandes mayorías tenían un rol decisivo. Aquella incorporación plena de los trabajadores se cimentó sobre los pilares de la dignidad del trabajo y la justicia social.

La lealtad, el sacrificio de miles de hombres y mujeres defendiendo su ideario, son los hitos perennes que explican la fortaleza del peronismo; por sus postulados, por su práctica y por su voluntad de encender la pasión de la “gran masa del pueblo”. Eso todavía lo constituye en una expresión insuperable de identidad con los más humildes.

Pasados 75 años y más allá de la liturgia justicialista, el 17 de octubre aparece como uno de los acontecimientos telúricos de la historia y como decía un viejo portuario:” El peronismo es como un navío, siempre hay alguien en el puente de mando, pero a bordo están todos … algunos se ubican a la derecha, otros están a la izquierda , cuando atraviesa un temporal, los que están a la izquierda se corren a la derecha y los de la derecha hacia la izquierda” .

Si el navío corre peligro arroja lastre o tira alguno por la borda. Claro que el navío nunca se hunde.

* Secretario General de la C.A.T.T.