Antes que cineasta fue bailarina. Por eso no sorprende que Paula de Luque haya posado su mirada sobre Oscar Araiz, un prócer de la danza. Su sexto largometraje aborda la figura de Araiz de distintas maneras: desde su propio pensamiento como desde la mirada de su proceso creativo, por ejemplo. Tampoco faltan las coreografías que se enlazan con el testimonio de Araiz, siempre agudo y preciso. Cuesta definir a Escribir en el aire como un documental a secas. En todo caso es un documental no convencional en el que la directora de Juan y Eva puso a volar sus ideas y construyó un film en el que lo testimonial se enlaza con lo poético, pero nunca de manera convencional. Escribir en el aire se estrena este jueves a las 20 por Cine.ar TV (repite el sábado en el mismo horario) y del 6 al 13 de noviembre estará disponible gratuitamente en la plataforma Cine.ar Play.

"Antes de ser directora de cine me dediqué mucho tiempo y muy intensamente a la danza, desde muy pequeña con el primer Colón", recuerda la realizadora. Después, cuando vio El exilio de Gardel sintió que quería "ir por ahí". "Así que bailé en muchos grupos independientes de Buenos Aires hasta que se abrió una audición en Nucleodanza y entré. Dimos la vuelta al mundo porque teníamos muchos compromisos internacionales. Así que eso me trajo muchas alegrías y mucha experiencia", recuerda. También menciona que a una de la funciones de Nucleodanza fue a verla Oscar Araiz. "Y tuve la suerte de estar dos o tres años en la Compañía del Ballet del San Martín", dice De Luque sobre el grupo que dirigía Araiz. "En mis películas siempre hay alguien que baila o la puesta es coreográfica. La fusión de los dos lenguajes es mi búsqueda y un poco me debía una película completamente así. Me quedó como una no ficción. Yo la llamo ‘fábula musical’", define De Luque.

-No es un documental a secas...

-No es solamente documental ni solamente ficción porque hay algo de Oscar mirándose a sí mismo en la película, y yo, el narrador omnisciente, mirando cómo Oscar se mira a sí mismo. Hay algo de Mamushkas, un mundo dentro del otro, dentro del otro. Es una película que, de pronto, muestra los hilos, cómo se atan los hilos hasta llegar a la creación de Oscar Araiz, pero también la película va construyendo y va reflexionando sobre el acto de la creación. En ese sentido, desde el comienzo pensé que la estructura cinematográfica fuera la estructura de Oscar, esa repetición constante, ese volver a los dibujos. Ese pececito que se ve es verdad. Y toda esa maqueta, el juego de escalas, la creación como quimera porque él tiene la idea de que la obra no existe. Y si sigue haciendo obras es porque la sigue buscando. Entonces, eso me parece súper poético.

-¿Cómo fue filmar ese proceso creativo?

-Fueron muchas conversaciones con Oscar. También hay un libro que él escribió y también está mi conocimiento personal de cómo se arma una obra de danza, porque yo también soy coreógrafa. O sea que cuando me dicen algo lo entiendo rápido. También hubo mucha escucha hacia él. Y conozco su obra. Vas viendo a lo largo de su carrera lo que hace y sacás conclusiones. Yo tengo esa mirada sobre Oscar. Tengo una idea bastante vasta de lo que Oscar es, de su búsqueda. Eso también está en la película. Por ahí, si otra directora u otro director de cine hicieran una película sobre Oscar, les quedaría otra cosa. Eso es una obviedad: cada cineasta es un mundo, pero hay una mirada de muchos de años, histórica.

-¿Cómo fue el reencuentro y cómo recibió la idea de la película?

-Le encantó. Le dije que quería hacer una película con él como protagonista y me dijo que sí inmediatamente. Entonces, nos encontramos. Hablamos mucho todo lo que es el proceso de la previa hasta decidir cómo iba a contar. Estoy muy agradecida con Oscar por cómo él, un artista con tanta trayectoria, permitió que se hiciera esta inversión de roles de dejarse dirigir por mí, de ponerse en mis manos, de confiar. Y además, me consta (porque me lo dijo él) lo contento que está con la película.

-Si se tiene en cuenta que te dedicaste mucho tiempo a la danza, ¿se puede decir que con esta película reuniste tus dos pasiones profesionales?

-Sí, si bien yo creo que la danza y el cine están emparentadas en el sentido de que las dos trabajan con los materiales cuerpo, tiempo y espacio. Son las dos profesiones a las que me dediqué. Ahora me dedico al cine, pero a la danza me dediqué muy intensamente. No es que bailaba de vez en cuando, tenía cinco giras internacionales al año, cincuenta o sesenta funciones por año. Era una bailarina muy activa. Además, viví de la danza. Después, empecé a enamorarme del cine y dejé la danza tempranamente. Era muy joven cuando dejé de bailar. No es que dejé de un día para el otro sino que fui dejando. Me fue tomando más el cine. El cine tiene algo de condensación de todos los lenguajes. Hay algo que es muy atractivo y muy seductor.

-Oscar Araiz dice en un momento: "Trabajamos con lo invisible". Está en consonancia con el título de la película, ¿verdad?

-Sí, escribir en el aire es como esa estela que dejan los cuerpos en movimiento. Y, además, no olvidemos que su primer acercamiento fue a través del mundo de la mamá, que eran los dibujos. La mamá lo mandó a hacer dibujos. El empezó dibujando y todavía hoy tiene una libreta donde dibuja de puño y letra las coreografías, como si te dijera el storyboard del cine. Además, a Oscar, desde que lo conozco le gusta el cine y compone cinematográficamente sus obras coreográficas. La película no es un documento del que uno sale sabiendo todo de Oscar Araiz. Yo no busqué tampoco que fuera así sino que busqué un acercamiento más universal. Si bien estamos hablando de Oscar, lo más universal tiene que ver con la emocionalidad de un creador frente a la propia obra.