Cuando se declaró la pandemia y el aislamiento social obligatorio se convertía en una nueva realidad que superaba la ficción, muchos teatristas pensaron cómo intervenir en ese contexto, lejos del escenario. Y esa misma inquietud llegó al equipo de producción de la sala Caras y Caretas que, rápida de reflejos, lanzó en mayo un concurso de micromonólogos y este viernes estrena, vía streaming, el resultado de esa convocatoria.

Se trata de Monólogos de la peste, diez unipersonales breves que buscan retratar la experiencia del confinamiento, y que estarán disponibles desde el viernes 6 a las 21, y hasta el domingo 8, a las 23, con entrada libre y gratuita, a través de Alternativa Teatral.

Encargado de la supervisión dramatúrgica, Mauricio Kartun fue el encargado de escoger, de un total de 2500 monólogos, las piezas ganadoras: Contexto ligado, de Mariano González; Globalisiados, de Sol Rodríguez Seoane; La rata, de Bernardo Cappa; Una broma solo, de Esteban Pico; Tornasolado, de Patricio Abadi; En casa, de Enrique Federman; Difícil, de Mariano Saba; El celular a la mano, de Gabriel Graves; Súper vuelo, de Gilda Bona y Quince, de Paola Traczuk. Y como el premio, además de una retribución de cinco mil pesos, consistía en filmar el material, se sumaron al trabajo Gustavo Garzón, María Onetto, Luis Ziembrowski, Claudio Da Passano, Luis Campos, Gabo Correa, Julián Lucero, Agustín Rittano, María Ucedo y Poli Dulitzky, quienes fueron dirigidos respectivamente por Marcelo Melingo, Juan Parodi, Paula Hernández, Malena Figó, Andrés Bazzalo, Vicky Cipriota, Julieta Berenguer, Marcelo Mininno, Agustín Rittano y Andrés Granier.

María Onetto.

“Cuando comenzó el aislamiento, pensamos qué podíamos hacer. Y escribir se podía, entonces la idea de un concurso de escritura fue lo primero que se nos ocurrió”, cuenta Marcelo Melingo, a cargo de la dirección general del proyecto y director artístico de la sala junto con Horacio David, que explica además por qué el micromonólogo fue el género elegido. “Es un formato sintético, contundente y ágil, y ese es un poco el lenguaje que pide la virtualidad. Por otro lado, la extensión del texto era de una carilla, entonces era una oportunidad para que mucha gente escribiera”.

El requisito para participar era precisamente elaborar textos de un máximo de tres mil caracteres, equivalentes a tres minutos de obra. Y aunque no había restricción de estilos o géneros, en las bases del concurso se aclaraba que se tendrían especialmente en cuenta los materiales que fueran encarados con humor. Y eso se refleja en el resultado de las puestas, donde la mayoría de los personajes ofrecen pinceladas desopilantes a sus experiencias del confinamiento.

“La idea fue mostrar postales que son muy crudas en un punto, porque no son de una época pasada sino de una que estamos viviendo hoy. Es algo extraño esto de representar lo mismo que nos pasa. Es un remolino de emociones, pero también creo que es súper nutritivo poder reírnos un poco de lo que nos está pasando”, comparte Melingo.

A contramano de muchos teatristas que al momento de crear deciden esquivar la temática de la pandemia, la propuesta de Caras y Caretas decidió zambullirse de lleno en una producción que deriva, de alguna manera, en una suerte de catarsis colectiva frente a un tiempo de la humanidad que no da tregua. “El contexto es un disparador. Y creo que esta obra está hecha por esas 2500 personas que participaron, porque habilitamos lo que en ese momento no necesitaba parar, que era la escritura, y así le dimos espacio a quienes sí querían escribir sobre lo que estaba pasando porque necesitaban expresarse. Nos pareció interesante y culturalmente oportuno que se incluyeran a tantos escritores entusiastas”.

No obstante, el actor y director advierte que en los monólogos hay situaciones que se distancian de la actualidad. “En el momento que se escribieron, el encierro era muy estricto, y eso hoy ya no existe, entonces ahí hay una lejanía. Los primeros cuarenta y cinco días de la cuarentena fueron realmente un hecho fuera de lo común e inédito en nuestra historia, pero ahora sabemos que no tenemos que quedarnos siempre en casa y que ya podemos hacer otras cosas”.

La flexibilización del aislamiento, justamente, llegó también a las salas teatrales, donde primero se habilitó el streaming y donde ahora se aguarda una nueva etapa con público y aforo reducido. “Por suerte, estamos con mucho contenido y con ganas. La comunidad nos apoya mucho, y nosotros amamos hacer la gestión cultural de esta sala”, señala el director que anticipa que cuando los nuevos protocolos entren en vigencia podrán ofrecer en vivo el ciclo de monólogos y también las obras que tengan un formato similar, como Potestad, el exitoso unipersonal dirigido por Norman Briski e interpretado por María Onetto.

“Necesitamos que el teatro, en cualquiera de sus formas, se active. Estos son momentos muy importantes. Estamos en una lucha en medio de una guerra invisible que saca lo peor pero también lo mejor de nosotros. Y estar ahí en la lucha está bueno, porque uno va creciendo”.