Apenas cinco meses pasaron e Ignacio Montoya Carlotto ya publicó nuevo disco. El anterior, editado en mayo, había sido uno de tango cuyo ABC era recrear precisamente clásicos del género a dúo con el guitarrista Daniel Rodríguez. Este, llamado Inocencia repetida, está integrado por músicas propias con el septeto que bien lo rodea de sonidos hace siete años. Lo que surge a priori es que el pianista y compositor es un prolífico empedernido. Pero él dice que no. O al menos modera eso de empedernido porque ambos trabajos se fueron macerando durante años. “Más bien se trata de un proceso bastante lento y meditado”, rectifica. “Lo que sucede, sí, es que mantengo un trabajo constante con varias ventanas abiertas que van madurando a la par. Y este procedimiento también está en revisión constante, porque no olvido que la obra no es lo importante sino el camino para hacerla. De tanto recorrer ese camino resulta una cierta cantidad de obra”, sopesa el músico que, a saber, ha publicado la nada despreciable cantidad de nueve discos en once años.

Como fuere, lo presente y vital es que el nieto de la presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo Estela de Carlotto estrenará el disco vía streaming hoy sábado a las 21, en el marco de la XIV edición del festival Cervantino, uno de los eventos culturales más importantes del centro geográfico de la provincia de Buenos Aires. “La presentación va a ser desde mi estudio en Olavarría, que es donde hemos ensayado todo el disco y donde siempre trabajamos todas las músicas. Estamos tan contentos como ansiosos”, sostiene Montoya Carlotto, que ama jugar de local con sus músicas. “Es para destacar que, pese a esta situación pandémica, el festival se haya querido hacer igual”, festeja.

-Tu aporte al tributo al poeta de Alcalá Miguel de Cervantes, en cuya vida y obra está inspirado el festival, es a través de este disco que nombraste Inocencia repetida. ¿Qué connota el título?

-Bueno, me llevó cerca de dos meses ponerle un nombre al disco y creo que lo tomé por dos razones. Una es que tanto me gustó como quedó el disco que me sentí en la inseguridad de soltarlo. Y la otra es que sabía de antemano que algo tendría que ver con la niñez, pero no quería que esa palabra apareciera así. Entonces, encontré la primera palabra que fue inocencia y se presentó ese oxímoron de "inocencia repetida” como una manera de entender que esa inocencia, que terminé de perder en 2014, no volvería más y que solo podría verla representada en mi hija, y allí sí podría repetirla.

-Te referís a agosto de 2014, cuando te reencontraste con tu familia biológica. A propósito, en tu canal de YouTube escribiste como preludio de la canción “Agosto”, que desde ese momento tus años no han sino del todo felices ni necesariamente tan tristes, sino más complejos que antes… Más intensos.

-Fueron años muy complejos, sí. Todo lo que sucedió fue de una forma compleja y desnudaron, a mi mirada, claro, cosas que no sabía y una historia tremendamente dolorosa con la que trato de lidiar a diario, a veces sin poder. Además, muchas veces se me convoca por algo en lo que no me encuentro ni cómodo ni identificado, al menos de la manera que se espera.

-Otra arista por supuesto central del disco es la del septeto que te acompaña. ¿Cómo creés que interpretan los músicos esas vivencias complejas de las que hablás, para transformarlas en una música tal vez sanadora o catártica?

-No sé. Creo que representa una arista tan compleja como lo es para mí y sé que lo han tomado como una forma de entender las realidades desde lugares que de otra forma no hubieran presenciado. Y sé también que si ellos no entendieran a la perfección esto -cada uno desde su lugar, claro- no podríamos tener este camino.

El septeto que acompaña a Ignacio Montoya Carlotto en parte de su trabajo musical está integrado por Valentin Reiners en guitarra, Samuel Carabajal en batería y percusión, Ingrid Feniger en clarón, Luz Romero en flauta, clarinete y coros, Nicolas Hailand en contrabajo, y la finísima cantante Inés Maddio. Una buena forma de comprobar la riqueza de su canto es escucharla en la bella “Malos augurios”, pieza que abre el disco. “La voz de Inés, así como fue grabada varias veces, es una manera de avisarnos qué tiene esta música de lo que vendría meses después, pienso”, detalla el músico, que compuso el tema poco antes de la llegada de Macri a la Rosada. “Aún así, creo que tiene una suerte de buena esperanza dentro... Fue el último tema que escribí antes de grabar el disco y me parece que tiene un cierto tinte premonitorio. Surgió rápido y sin muchas cosas, así de fluido, como si quisiera avisar algo”.

-Pasaron cinco años desde que publicaste el primer disco con el septeto. ¿Qué situaciones cambiaron y cuáles no respecto de entonces?

-Cambiaron muchas cosas, pero no sé bien cuáles son ni cómo enumerarlas. Veo los cambios en mí como quien no se reconoce al espejo. Y ese espejo es la obra que va cambiando hacia un lugar que no puedo evitar, un lugar con el que aprendí a amigarme en estos tiempos. Por otra parte, en este disco aparecen muchas de las cosas que me conmueven, por no decir todas. Siempre digo que me resulta cada vez más difícil poder definir mi música. No sé… últimamente la ponen en world music.

-¿Te pone incómodo la etiqueta?

-No. Es una categoría que no me molesta, aunque no sé si define certeramente mi música. De las cosas que me emocionan sale esta música, que no sé qué es, pero sí puedo decir cuáles son algunos de los ingredientes que, al menos de manera consciente, sé que aparecen. Hay algo de folklore, algo de tango, algunas cuantas cosas de jazz, y todo eso en cierto contexto camarístico.

-Otra de las once “pequeñas historias” que te propusiste contar en el disco es “Coplas de luna quieta” ¿Cómo surgió? ¿Qué es eso de que “la Luna es un charco que vive en medio del jardín”?

-La música y la letra de este tema salieron en simultáneo. La frase responde a una imagen que vi desde la ventana de mi estudio, que reflejaba la Luna en un charco en medio del jardín. Ese reflejo bien podría ser la Luna, pero no, se trata solo del reflejo. Se trata de la metáfora que piensa cómo vemos el reflejo de las cosas pensando que “son” las cosas, pero no son más que eso: reflejos.