Esta es una historia pequeña. Y es, a la vez, una gran historia. Es la historia de tres amigos inseparables, en esa edad en que la amistad suele dejar marcas constitutivas y sellarse para siempre. Es también la historia de un amor, o de varios amores; cruzados, no correspondidos, complejos, no siempre asumidos y enunciados... como suele suceder con el amor. Es la historia de tres adolescentes: Luciano, Flora y Damián. Está pensada para que la lean jóvenes de edades similares como primer público destinatario, pero puede saltar cualquier barrera de edad –así sucede con las buenas historias–. Y resulta inevitable que el lector adulto se enganche y sienta empatía con los personajes, desde el recuerdo de lo que fue. La cuenta con magistral ritmo y certera prosa Melina Pogorelsky en los sesenta y dos breves y contundentes capítulos de Como una película en pausa, el pequeño gran libro que editó Edelvives. 

La historia avanza en esos sesenta y dos capítulos –que llevan, simplemente, el nombre que corresponde a la sucesión de números– siempre en las voces y los diálogos de los tres jóvenes protagonistas, y en la primera y observadora persona de Luciano. Y un primer acierto, muy disfrutable para el lector, es justamente el de esas voces tan verosímiles que van haciendo y “siendo” los personajes. Construir jóvenes contemporáneos creíbles, por cierto, no es algo tan frecuente en la literatura contemporánea. Tal vez por la dificultad de encontrar, justamente, esas voces, que en muchos casos construyen adolescentes tan alejados de los reales y actuales, o terminan sonando tan parecidas a las del narrador. Aquí se los puede escuchar y ver; tomando decisiones, poniéndose en acción, o tirados en su cuarto haciendo nada mientras pasa un mundo. Y resultan encantadores.  

Entre muchos otros, aparece el tema de la sexualidad de los protagonistas, y en particular la de Luciano, que pronto se da cuenta de que está enamorado de Damián, su mejor amigo. Igual que Flora. Nuevamente, la novela acierta en el modo de contar cómo viven el amor y la sexualidad los adolescentes aquí y ahora. O más bien en el modo de incluir el tema, que aparece en la historia pero no es central. 

Pogorelsky –quien además de escribir, coordina los talleres literarios de Rato Libro– cuenta que Como una película en pausa nació a partir de los versos de una canción, y recorrió luego un largo camino hasta ser publicada. Ese fragmento del tema de Nubes en mi Casa (una banda que también escuchan los protagonistas de la novela) aparece en el epígrafe: “Si me arrastrara como un dardo sin razón, yo me clavaría en tu sombra”. “Lo escuché y me quedé pensando quién podía sentir algo así, por quién, por qué... Esa sensación de tirarse de cabeza y dar pero no de lleno, sino en la sombra”, recuerda y define la autora en diálogo con PáginaI12. “Y allí apareció Luciano, mi personaje principal. Y supe que estaba enamorado de su mejor amigo. Entonces surgieron Damián y Flora. No es que haya ‘pensado’ esta historia: siento que lo que hice fue, de algún modo, seguirlos. Ir acompañándolos capítulo a capítulo y construyendo sobre la marcha la historia. Por eso digo que fue para mí una escritura muy orgánica”, explica. 

–En esta novela hay mucho diálogo y la voz de los personajes es muy verosímil. ¿Cómo trabajó ese aspecto de la escritura? ¿Está en contacto con adolescentes, hizo mucha observación?

–¡Debo ser bastante inmadura porque, la verdad, su forma de hablar no me parece muy lejana a la mía! (risas). No hice un trabajo de investigación para ver cómo hablan los adolescentes, ni lo haría. Hay un trabajo sobre el lenguaje, pero no tuvo tanto que ver con las voces. Las tuve claras todo el tiempo, me fue bastante natural. Corregí esta novela en un taller coordinado por Graciela Repún y tanto ella como mis compañeras fueron claves para ir probando si las voces funcionaban. Otra cosa que creo que ayudó a esa verosimilitud es que escribí sin filtros. Sin estar pensando si la iban a publicar, si iba a haber problemas por poner puteadas, o chistes subidos de tono. Yo los veía y los oía hablando así...

–La novela se centra en una amistad de adolescentes, con sus dificultades y su intensidad. ¿Qué le interesó contar sobre eso?

–Me interesaba contar las tensiones y la confusión. Hablar de esa zona híbrida entre la amistad y el amor. Y de todas las variables de la amistad y el amor. Estos tres personajes se aman, de eso no hay dudas. Se necesitan, se cuidan, apoyan y celebran la amistad. Pero en este trío hay distintos niveles de amor, algunos están más claros y otros más solapados. Y si bien ellos hablan todo el tiempo, también hay cosas de las que no hablan claramente. Eso también lo quise contar. Por otro lado, me interesaba especialmente hablar de algo que creo que nos acompañó a muchas mujeres en la adolescencia y tiene que ver con la incomodidad. Incomodidad de tener un cuerpo, de no entrar en ciertos estándares, de ser miradas o no miradas, etcétera. Esto intenté contarlo a través de Flora.

–Y está también el tema de la sexualidad los protagonistas, y de uno de ellos que no termina de contar que es gay. ¿En su idea previa estaba esta temática, o la historia “lo pidió”?

–Todo el tiempo tuve claro que no quería contar una historia sobre salir del armario. Por un lado porque no era lo que me interesaba contar, por otro lado porque el personaje no lo requería. Claro que los adolescentes hoy no lo viven como se vivía décadas atrás y por eso para Luciano ser gay no es un tema. Mi búsqueda pasaba por otro lado. No por la sexualidad, sino por enamorarte de quien también es tu mejor amigo, sin tener del todo claro si ese amor tiene chances de ser correspondido o no. Cuando tuve escritos los primeros capítulos de la novela, se la mostré a mi amigo Claudio Bidegain (que fue quien presentó el libro, junto a Mario Méndez) y él, en una charla muy amorosa y relajada, me contó muchas cosas de su infancia y adolescencia y estas primeras sensaciones de enamorarse de otro chico. Parte de ese relato está entramado de algún modo en la historia de Lucho.   

–Los lectores primeros a los que va dirigida la novela son, como los protagonistas, jóvenes. ¿Qué le gustaría despertar en ellos con esta lectura?

–No sé qué puede despertar en cada lector. Me emociona mucho cuando me dicen que se sintieron identificados y creo que, si hay identificación, tiene que ver con el nivel de amistad de estos personajes. Pienso que la amistad te salva. Siempre. La adolescencia es una etapa intensa, hermosa y dificilísima. Y ya sea para nadar en aguas calmas o para no ahogarte, los amigos son el mejor salvavidas.


Valor Vereda presenta En banda, en una única función en el teatro Caras y Caretas (Sarmiento 2037). El espectáculo musical y teatral está recomendado para chicos de 2 a 8 años. Hoy a las 17.