A menudo puede advertirse en programas periodísticos, discursos políticos y conversaciones, la confusión que existe entre los consejos de dos personajes antagónicos y paradójicamente complementarios de nuestro libro nacional, “Martín Fierro” de José Hernández. La recepción de este texto fundacional de la literatura argentina ha incurrido en una curiosa alteración y falsa atribución: se toman como dichos del gaucho Martín Fierro los dichos de Vizcacha.

Así, los famosos refranes y sentencias del Viejo Vizcacha, prototipo del “pícaro” criollo, que se desprenden de las sextillas y se construyen desde la necesidad y la dureza de la vida, y no pocas veces desde el cinismo, se repiten como si fuesen de Fierro:

“Jamás llegués a parar/Ande veas perros flacos”.

“El diablo sabe por diablo/ Pero más sabe por viejo”.

“Hacéte amigo del Juez; /No le des de qué quejarse…/ Pues siempre es bueno tener/ Palenque ande ir a rascarse.”

“Vaca que cambia querencia / Se atrasa en la parición”.

“La vaca que más rumea/ Es la que da mejor leche”.

“Que el hombre no debe creer/En lágrimas de mujer/Ni en la renquera del perro”

“Los que no saben guardar/ Son pobres aunque trabajen”.

“Al que nace barrigón/ Es al ñudo que lo fajen”.

“Tener, según yo discurro/ Es la memoria del burro/ Que nunca olvida ande come.”

“Cada lechón en su teta/ Es el modo de mamar.”

¿A qué se debe esta confusión en la recepción y en la extensión social de tales enunciados?

Los consejos de Martín Fierro, surgen de la altura moral del personaje, quien a pesar de haber sido un “gaucho malo” y también “gaucho cantor”, en la Primera Parte del libro, de acuerdo con las tipologías que señala Domingo Faustino Sarmiento en “Facundo”, a causa de la injusta persecución y humillación del poder, ha conservado sus ideales nobles. Los consejos que cierran la Segunda Parte o sea “La vuelta de Martín Fierro”, publicada en 1879, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, se dirigen al oyente intrínseco del texto, los hijos, y se extienden a un oyente exterior y general: la sociedad. 

El discurso del gaucho Fierro se torna mesurado y sereno, sujeto a las normas y a la ley, pues Hernández se ha reconciliado con Sarmiento y apoyará la construcción de un estado moderno y liberal, sustentado sobre el respeto a la ley, el acuerdo civilizatorio y la educación.

Fierro ya no es el “gaucho malo”, sino se ha convertido en un hombre sujeto a la ley, pacífico y capaz de vivir en una sociedad organizada. Sigue, sin embargo, siendo el admirable cantor, el payador creativo y agudo, capaz de aconsejar desde la sabiduría que le ha brindado la experiencia.

Algunas de las enseñanzas de Fierro a sus hijos:

“Las faltas no tienen límites

Como tienen los terrenos;

Se encuentran en los más güenos,

Y es justo que les prevenga

Aquel que defectos tenga,

Disimule los ajenos.”

“El trabajar es la ley

Porque es preciso adquirir

No se expongan a sufrir

Una triste situación:

Sangra mucho el corazón

Del que tiene que pedir.”

“Debe trabajar el hombre

Para ganarse su pan;

Pues la miseria, en su afán

De perseguir de mil modos,

Llama a la puerta de todos

Y entra en la del haragán”.

“Muchas cosas pierde el hombre

Que a veces la vuelve a hallar;

Pero los debo enseñar,

Y es güeno que lo recuerden:

Si la vergüenza se pierde,

Jamás se la vuelve a encontrar”.

“Los hermanos sean unidos

Porque esa es la ley primera;

Tenga unión verdadera

En cualquier tiempo que sea,

Porque si entre ellos pelean,

Los devoran los de afuera.”

“Respeten a los ancianos;

El burlarlos no es hazaña;

Si andan entre gente estraña

Deben ser muy precavidos,

Pues por igual es tenido

Quien con malos se acompaña.”

“El hombre no mate al hombre

Ni pelé por fantasía

Tiene en la desgracia mía

Un espejo en que mirarse;

Saber el hombre guardarse

Es la gran sabiduría.”

“Ave de pico encorvado

Al robo tiene afición;

Pero el hombre de razón

No roba jamás un cobre,

Pues no es vergüenza ser pobre

Y es vergüenza ser ladrón.

Muy distintas son las expresiones del gaucho Fierro en la Primera Parte, donde la prudencia de la madurez aún no tiene cabida, por el contrario, el personaje se comporta como retador, altivo y desafiante, incrédulo, conductas que surgieron de la injusticia. Dice el protagonista: “Tuve en mi pago en un tiempo/ Hijos, hacienda y mujer, /Pero comencé a padecer,/ Me echaron a la frontera.” Y más adelante: “Yo no quise disparar,/ Soy manso y no había por qué,/Muy tranquilo me quedé/Y ansí me dejé agarrar.”

La evolución del personaje de la Primera Parte (1872) que denuncia explícitamente la política de atropello del gobierno ante las clases populares, hacia un personaje dispuesto a acatar la ley y las formas de vida sujetas a normas sociales, tiene un paralelo con algunos cuentos de Borges, gran lector de “Martín Fierro”. 

Así, por ejemplo, el compadrito peleador de “Hombre de la esquina rosada” en “Historia universal de la infamia” (1935) deviene en un personaje dispuesto a someterse a la ley en “Historia de Rosendo Juárez” (“El informe de Brodie”, 1970) que es la continuación del primer cuento y en el cual Rosendo que se ha convertido en un ciudadano respetuoso dice que se muda a San Telmo, “un barrio de orden”. 

Martín Fierro es un personaje dinámico, cambia y evoluciona. A pesar de presentarse como un carácter épico, no es un Aquiles o un Odiseo en quienes leemos siempre los mismos comportamientos, rígidos y establecido por el mito. Fierro cambia. El gaucho “desertor” de la Primera Parte, no es el padre preocupado por la vida y la moral de sus hijos de la Segunda Parte.

Pero retornemos a la pregunta: ¿Por qué el receptor confunde los consejos de Vizcacha con los de Martín Fierro?

Ocurre que los elementos éticos que aparecen en los consejos de Martín Fierro y en los de Vizcacha configuran una estructura única que se corresponde con una particular ética de la sociedad argentina. Los consejos de ambos, tienen en común la modalidad apelativa, la cadencia sentenciosa del decir gaucho, o sea que tanto Fierro como Vizcacha hablan desde el lugar del “gaucho” (del quechua “huacho”, o sea el huérfano, desprotegido y por eso a menudo rebelde o pícaro). Ambos utilizan el refrán, la comparación y la fábula, a menudo animalista, para expresarse, especies discursivas que poseen el poder de la persuasión indirecta y que desde la apelación al receptor promueven una respuesta ideológica, cognitiva, verbal o pragmática.

Los consejos de Vizcacha y los consejos de Fierro aparecen en la Segunda Parte de la obra y configuran una especie de “contrapunto” moral, dicho desde el sujeto genérico gaucho, en la lengua del gaucho pero sobre todo muestran la dialéctica social.

El héroe y anti-héroe aparecen así reunidos en la común intención de convencer al otro. ¿De dónde han surgido estas tipologías, estos retratos y estos discursos enunciados por Hernández? Sin duda de la sociedad misma. Quizás éste sea el motivo de la recepción ambigua y cruzada de los consejos, donde los dichos de uno se confunden con los dichos del otro, a tal punto de endilgar al sufrido, valiente y recto Martín Fierro las afirmaciones ladinas y mezquinas, interesadas y falsas de Vizcacha, sustentadas en una moral de la supervivencia y que no por eso deja de ser egoísta y nociva para el comportamiento social. 

Una doble moral que se sintetiza en la llamada “viveza criolla” que nos preocupa y que convive en el texto de José Hernández con la ética del honor y la honestidad de Martín Fierro hasta el punto de que ambas posiciones morales se confunden, tal vez, porque se dicen desde la subjetividad común del gaucho, el hablante de la obra más representativa de la sociedad argentina.

*Premio Casa de las Américas de Cuba de Novela, 1993.