Desde Berlín

¿El futuro de Alemania, en lo que a Covid 19 se refiere, en manos turcas?

Cualquiera que viva o haya visitado Alemania, o más precisamente su capital, Berlín, sabe que la presencia turca es más que significativa. Barrios como Kreuzberg apodado “La pequeña Estambul“ , partes de Wedding o Neukölln, son una seguidilla de carteles, mercados y negocios de kebabs. Mientras que en los puestos callejeros de toda la ciudad, hoy en día, se vende más falafel que salchichas.

Concretamente, de acuerdo a la Oficina Federal de Estadística de Alemania, el 3,7% de la población es musulmana (más de 2.600.000 ciudadanos), superando al total de extranjeros procedentes de la Unión Europea.

Esto se debe al llamado programa Gastarbeiter que los convocó como “trabajadores invitados” para reconstruir, literalmente, Alemania una década después de la Segunda Guerra Mundial. Mano de obra poco calificada, barata y principalmente masculina, a la que al poco tiempo, se sumaría su familia, agrupándose entre ellos, cosa que junto a los graves prejuicios por las evidentes diferencias culturales, nunca facilitó la integración.

Hoy, la pandemia, vuelve a poner sobre la mesa el fuerte aporte de la comunidad turco-alemana, paradójicamente, en las antípodas de la primera migración.

Esta vez, es un matrimonio de investigadores ultracalificados, dueños de una de las más exitosas y ahora millonarias compañías de biotecnología, BioNTech, que según comunicaron el miércoles pasado junto a su socio capitalista, la americana Pfizer, tienen en sus manos la respuesta a la covid 19 con una vacuna que presenta un 90% de eficacia en disminuir los riesgos de infección en un análisis preliminar de ensayos clínicos de fase 3, el último paso antes de la aprobación por parte de las agencias reguladoras.

El matrimonio de la esperanza

Se trata del médico inmunólogo Ugur Sahin de 55 años y su colega y esposa, Öezlem Türeci, de 53. Ambos hijos de padres turcos, de origen muy humilde, parte de esta primera generación de inmigrantes.

Sahin, inmunólogo y oncólogo, nació en Iskenderun y emigró a Alemania con su familia a la edad de cuatro años, para reunirse con su papá, que trabajaba en la fábrica de autos Ford de Colonia. Con mucho esfuerzo, se recibió de médico en 1990, y se doctoró  tres años después en 1993. Trabajó en diversos hospitales de Hamburgo y Colonia, donde conoció a su mujer, hija de padre médico turco, quien en una entrevista a medios locales esta semana, contó de forma humilde y amorosa, que hasta el día de su boda, trabajaron en el laboratorio. Su pasión y línea de investigación fue siempre la oncología, y se especializó en el estudio del sistema inmunológico como una respuesta efectiva contra el cáncer. 

La pareja vendió la primera empresa, Ganymed, por 1.400 millones de euros y hoy se estima que el valor de mercado de BioNTech, la empresa desde la que están corriendo la acelerada carrera en búsqueda de la respuesta a la pandemia, supera los 20.000 millones de euros. A pesar de su éxito comercial, ninguno de los dos dejó de dar clases en la Universidad de Mainz. Son padres de una adolescente y mantienen un muy bajo perfil.

Volviendo a su actual empresa y descubrimiento, BioNTech es la creadora, entre otras del método ARNm, que permite producir vacunas de forma más rápida que los métodos convencionales. Así, desde marzo, BioNTech puso a sus más de 500 empleados a aprovechar todos sus descubrimientos sobre inmunización para diseñar compuestos útiles en la lucha contra el coronavirus. La iniciativa atrajo al gigante farmacéutico estadounidense Pfize , socio capitalista desde entonces. Además, BioNTech fue uno de los primeros en recibir un aporte de 750 millones de euros de un programa de Berlín dependiente del gobierno federal para la investigación del coronavirus.

¿Más de la vacuna? Se espera que se produzcan más de 50 millones de dosis ya este año y confirman que fue probada en más de 50.000 voluntarios de todo el mundo, entre ellos algunos de países sudamericanos como Brasil y Perú.

¿Más de ellos? Por estos días, Sahin salió en los medios de televisión locales explicando los alcances y etapas en las que se encuentran con la vacuna, pero sobre todo la obsesión que tienen él, su esposa y todo su equipo, en encontrar la prevención y cura.

“Nuestra obsesión y única ocupación diaria desde enero del 2020 es la de derrotar al virus. Este es nuestro deber humanitario y con esa responsabilidad nos lo tomamos”, responde un Sahin siempre humilde pero a la vez en estos días superado por el acoso de los medios del mundo y en especial los alemanes, para los que esta primicia tiene condimentos atractivos desde donde se la mire.