Cae el sol y, después de las decenas de actividades diarias, marchas y conferencias virtuales en distintos lugares del mundo, Hebe de Bonafini se toma un rato de descanso para ir a regar las plantas que tiene en su jardín. Los pájaros, mientras ella riega, aprovechan los charquitos que va formando el agua y se bañan. La madre de Plaza de Mayo dice que ese momento del día le encanta; le fascinan los pájaros que visitan su patio y los enumera: “vienen benteveos, colibríes y también unos de pechito blanco”, dice, pero hay dos que le llaman la atención, un picaflor rojo y uno azul: “Los picaflores tienen una historia hermosa. Los indios guaraníes dicen que cuando hay una casa con picaflores, significa que vuelven las almas de los que se fueron y en mi casa hay un montón. Estoy sentada sola y como me quedo quietita ellos vienen a visitarme”, asegura. En diálogo con Página/12, la luchadora contó cómo, por la pandemia, las Madres tuvieron que “convertir sus cocinas en plaza” y hacer virtuales las marchas de los jueves; resaltó su emoción por el regreso de Evo Morales a Bolivia y anunció que en diciembre quizás hagan una marcha en camioneta para que todas las Madres “sepan que su Plaza sigue allí”. 

“Con el tema de la pandemia las Madres nos reinventamos. Desde marzo convertí mi cocina en la plaza y, si bien no es lo mismo hacer los discursos con olor a sopa, hubo que hacerlo para cuidarnos y cuidar a los demás”, reflexiona Hebe sobre los meses de aislamiento que las Madres están transitando con mucha rigurosidad. En su caso particular, cuenta que aprovechó mucho para pintar, leer y cocinar: “me gusta comer con mantel y con flores en la mesa. No como así no más”, aclara. Luego comenta que lo que más tiempo le insume es la preparación de sus tres programas de radio y la organización de los “Mateando con Hebe”, que se publican todos los lunes con invitados de lujo como Alicia Castro y Roberto Baradel, entre otros. “Los grabo antes y el lunes, un rato antes del programa, agrego las cosas de actualidad”, explica.

Hace quince días grabó un saludo especial para el expresidente de Bolivia, Evo Morales, que estaba por volver a su país luego de un año de exilio en Argentina. “Estoy constantemente conectada con él. Ver su cruce por la frontera fue muy emocionante. También me mandaron fotos de la cena de la noche anterior y lo llamé para despedirnos antes de que pase la frontera”, detalla. Morales, antes de partir, realizó un agradecimiento al presidente Alberto Fernández por alojarlo en nuestro país, pero también mencionó especialmente el apoyo de las Madres de Plaza de Mayo. Hebe resalta que “ni bien llegaron nosotras les dimos vivienda, hicieron muchas de las reuniones en la Casa de las Madres, les conseguimos alojamiento, hicimos muchos encuentros. A Evo lo conozco desde que era sindicalista y caminaba con los luchadores, sin pensar nunca ni que iba a tener un partido político, ni que iba a ser presidente”, asegura emocionada.

Las marchas de los jueves, aún en su versión remota, mantienen el ritual, su espíritu. "Hay Madres que ponen el pañuelo en la ventana a la hora exacta, otras me llaman unos minutos antes y hacemos que vamos como si se tratara de un teleteatro. Visitación me llama y me dice: ‘vamos a la marcha eh, agarrame que sino me voy a caer porque está feo el terreno’. Hay cosas que la gente tal vez no entienda, pero que para nosotras son parte de nuestra vida", asegura. "Por eso ya les prometí que los primeros días de diciembre vamos a dar una vueltita con una camioneta para que vean que la Plaza y la Casa de las Madres siguen ahí”, adelanta.

Son marchas y no rondas, insiste Hebe, porque "rondar es volver siempre sobre lo mismo", y marchar "es ir hacia algo y eso es lo que nosotras siempre hicimos: marchar y transformar". "Hemos tenido tres revistas, diarios, una universidad, el Ecunhi, un archivo enorme, una biblioteca con miles de volúmenes y grupos de solidaridad en todo el mundo", enumera.  

El tiempo para la lectura es una ventaja del aislamiento. Hebe aprovecha para leer sobre los lugares del mundo que recorrieron con la organización y de los cuales no siempre conocían la historia de sus pueblos. “Ahora estoy leyendo un libro sobre los egipcios. Las Madres más pobres no hemos estudiado y hay cosas que nos perdimos por no entender”, afirma. Recuerda la visita que realizaron a la biblioteca de Alejandría: “hace aproximadamente diez años se hizo en Buenos Aires una reunión de bibliotecarios y vinieron de todo el mundo. Entre ellos el presidente de la biblioteca de Alejandría. Entonces le dije a una compañera: ‘vamos a verlo’. Y me dijo, ‘¿estás loca?’, a lo que le contesté, ‘vamos y le llevamos nuestros libros que son sencillitos, pero están lindos’. Le pedimos una entrevista y el hombre se fascinó. No podía creer cómo nunca habíamos ido a Egipto. Nos invitó y fuimos con Porota", rememora. 

"Visitar esa biblioteca, que la hicieron de nuevo porque la anterior la quemaron, fue increíble. Dimos dos conferencias con mujeres estudiantes de periodismo y filosofía y en la mitad de la conversación apareció la directora de la biblioteca y nos dio una sorpresa: los once libritos que llevamos de las Madres iban a traducirlos al egipcio para incorporarlos a la biblioteca de Alejandría. Así que allí están”, dice ahora, en su casa, sin poder creer todo lo que vivió junto a sus compañeras de lucha.

Cuando empezó la cuarentena, a Hebe le regalaron un celular "más moderno", "de esos que hasta te lavan la ropa", bromea. Lo usa para grabar sus charlas, para dar entrevistas y para hablar con sus compañeras. Sin embargo, aclara que “no está canchera con la tecnología", y que no quiere aprender mucho porque "mientras más aprendés peor es la dependencia". "Con Whatsapp y Zoom me alcanza", dice livianamente, como si eso fuera poco para alguien de su edad. 

También piensa en los reencuentros. Junto a los oyentes de uno de sus programas de radio organizó un gran encuentro en su casa de la infancia. “Vamos a hacer un asado en el ranchito de mis padres, en el dique". Una chica de Tandil dijo que trae los chorizos, otra hace el pan, otra avisó que traerá un chancho", enumera. El lugar es utilizado por los vecinos, por una cooperativa y por el municipio de Ensenada, para distintas actividades. "La han puesto tan linda y hay tantas cosas nuestras que me emociona. Hemos ido muchas veces, es la casa de Don Paco y Doña Pepa y está abierta para todos", concluye.