En estos momentos pensar en el futuro y atreverse a proponer seis cualidades para este milenio, parece algo rayano en la locura. 

Ítalo Calvino, cubano de nacimiento en 1923, vive un par de años allí y luego su familia se traslada a Italia, dado que su padre era periodista e ingeniero agrónomo y había huido a México y luego a Cuba. Es una historia oscura y apasionante que merece ser estudiada en relación a la literatura de su hijo. 

Calvino luego de su secundario comienza a estudiar agronomía, carrera que interrumpe al ser llamado a filas a comienzo de la primera guerra mundial. Deserta y entra a formar parte de las Brigadas Partisanas Garibaldinas ya que en setiembre de 1943 Italia es invadida por la Alemania nazi. En abril de 1945 se consigue la rendición de las tropas tedescas, suceso en que tomaron activa parte los grupos en que el escritor tomara parte, como tantos italianos de izquierda. Se separa de estas facciones a partir de la invasión a Hungría.

Se casa en 1964 con Esther Judit Singer, traductora argentina y un año antes de su muerte visita la primera Feria del libro en tiempos de democracia, siendo esa la única vez que viene a nuestro país. 

Sus propuestas: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia forman el eje de las conferencias que debía pronunciar en la universidad de Harvard en el ciclo de Poetry, en el sentido de toda comunicación poética, sea literaria, musical o pictórica y los temas son absolutamente libres. 

Rescato de su presentación: “Estamos en 1985, quince años apenas nos separan de un nuevo milenio, no he venido aquí a hablar de futurología sino de literatura…mi fe en el futuro de la literatura consiste en saber que hay cosas que solo la literatura con sus medios específicos puede dar. Quisiera dedicar estas conferencias a algunos valores, cualidades o especificidades de la literatura que me son particularmente caros, tratando de situarlos en la perspectiva del nuevo milenio”.

Encuentro coincidencia con Gino Carlo Rosciani que afirma: “Estas conferencias en realidad deberían dar forma no solo a la actividad de los escritores sino a cada gesto de nuestra descuidada y perdida existencia. Lo que propone es una severa disciplina de la mente, atemperada por la ironía y por la conciencia de la parcialidad y la provisionalidad de todos los métodos de indagación y conocimiento”.

Trataré de detenerme en su primera conferencia: levedad.

Opone esta cualidad frente al peso, pero no lo que vuela sin destino. Acudiendo a maravillosos y eruditos ejemplos realza a Valery que sostiene que hay que ser ligero como el pájaro y no vago como la pluma. Asocia la levedad con la precisión y la determinación en contraposición con el abandono al azar. Es increíble el ejemplo que brinda con la escena del don Quijote clavando su lanza en un aspa del molino que en breves líneas, con un mínimo de escritura, es uno de los momentos más famosos de la literatura de todos los tiempos (¡sugiero que es una imagen muy fuerte!). Y también los cuentos populares que siempre acuden a la lejanía o a la ascensión o profundidad donde aparece un pájaro, una alfombro voladora, un gigante o una carroza y hay más.

Celebro a Calvino que a treinta y cinco años de distancia, no ha perdido actualidad, invito a leerlo, potenciarse con los valores que sostiene que nos permitan seguir o salir de esta pandemia para que no nos inmovilice.

Este es realmente su testamento, ya que falleció una semana antes de leer sus textos y que estaban encarpetados y ordenados en su mesa de trabajo ya que es realmente apasionante recorrer sus otras propuestas.

 

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