Millones de muertes al año eran causadas por enfermedades infecciosas hasta no hace mucho tiempo. En 1970 esas muertes estaban cerca de los 17 millones y en 2015, cerca de los 4 millones. La reducción significativa de esa cifra ha sido decisivamente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), por la protección adquirida a partir de la inmunización, es decir, de la vacunación. Las vacunas preparan a nuestro sistema inmunológico (nos inmunizamos) para protegernos de virus y bacterias que causan enfermedades graves para el individuo y la comunidad.

Millones de infectados y más de un millón de muertes documentamos desde fines de 2019, cuando se evidenció un brote de un nuevo coronavirus, el coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo 2 (SARS-CoV-2) en China. La rápida propagación del virus y la gravedad de la enfermedad respiratoria por la infección dieron lugar a que la OMS declarara la pandemia en marzo de 2020. El devastador problema de salud pública y las consecuencias económicas de la pandemia han alcanzado límites alarmantes en el mundo. Hasta hoy, se encuentran registrados cerca de 57.000.000 de casos y más de 1.300.000 muertes atribuibles a la enfermedad, llamada COVID-19, que puede ser de curso asintomático, leve o provocar un síndrome de distres respiratorio y muerte.

En este difícil contexto, e incluso antes de la expansión global del coronavirus, científicos y equipos de salud de todo el mundo han buscado estrategias para el control de la transmisión y la protección de la infección a las personas sanas. A diferencia de los tratamientos para atenuar los síntomas de COVID-19, la implementación de una vacuna para proteger a la población sana es un tema más complejo. La comunicación de la información disponible que ayude a aclarar la importancia de la inmunización, juega un rol esencial.

El avance de una nueva vacuna requiere determinar su capacidad de generar inmunidad, pero también su eficacia en evitar el desarrollo de la enfermedad causada por el coronavirus, su seguridad y sus potenciales efectos adversos. Para conocer esto, los involucrados en el desarrollo de las distintas vacunas han respetado y reportado las diferentes etapas: la fase preclínica, de experimentación en animales, testea que la tecnología empleada para crear la vacuna genere respuesta inmune al SARS-CoV-2; la fase 1 prueba si la vacuna desarrolla inmunidad y si es segura y tolerable en pocos individuos; la fase 2, donde se testea en cientos de individuos, y la fase 3, donde se prueba en miles de personas (entre 30 y 50 mil) y en diferentes regiones. En esta fase hay actualmente 12 vacunas, de distintas tecnologías, y 4 de ellas han reportado una eficacia superior al 90 %. Estos datos tan alentadores son los primeros resultados, pero aún faltan algunas semanas más de monitoreo. La efectividad de estas, como sucede con otras vacunas, se sigue testeando, incluso luego de ser aprobadas y distribuidas.

Hasta el momento, las vacunas para el coronavirus generan protección, son seguras y eficaces en evitar el desarrollo de la enfermedad. Cuando nos vacunemos, estaremos protegiéndonos nosotros y a los que nos rodean, porque no transmitiremos la enfermedad. Si la comunidad está protegida, contribuimos a disminuir el número de infectados y el número de muertes por COVID-19. Dicho de otro modo, conseguiremos lo que aparece si nos detenemos en la palabra vacunación y buscamos sus sinónimos.