Cincuenta mil niñxs mendigando por las calles constituyen una de las puntas de la paradoja de Senegal cuya economía sorprendentemente viene creciendo un 6% cada año. La pregunta es en qué sector de la población se refleja este crecimiento que no cambia el fijo 30% afectado por la malnutrición, sobreviviente bajo la línea de pobreza. Religiosxs del lado pacífico del Islam, lxs nacidxs en esta tierra no saben qué es un golpe de Estado, lo cual implica una singularidad en la historia de un continente arrasado como el africano. Podría decirse, sin embargo, que el hostigamiento colonial recibido ha sido un golpe casi continuo. Puerta privilegiada para el comercio de esclavxs, Francia se apropió finalmente de este punto estratégico y avanzó tierra adentro después de peleárselo a Inglaterra, Portugal y Holanda, y ganárselo.
Recién en 1960, mientras de este lado del mundo el hippismo encarnaba una idea generacional de la revolución, Senegal se esperanzaba a sacarse de encima la bota colonialista y creía conquistar esa independencia que décadas más tarde desembocaría en una explosión migratoria. Seiscientos mil habitantes desterritorializadxs y ahogadxs en las puertas del confort europeo, o salvadxs del agua y deviadxs hacia el tercer mundo latinoamericano para ser una vez más avasalladxs en las casas, en los hoteles y en las calles. Más de medio millón de personas criminalizadas y racializadas por la policía, por un amplio sector de la prensa (por ejemplo, el que se empeña en asociarlos con las mafias y abonar al relato delictivo) y, por supuesto, por las mayorías blancas o identificadas con los argumentos antimigratorios.
La República Argentina que en 1813 sancionó la igualdad constitucional entre los ciudadanxs que habitan su suelo, no ha sabido representar para estxs trabajadorxs sin derecho al trabajo, una honrosa excepción. La comunidad senegalesa se mantiene estable con un número que oscila entre los 3000 y 3500 distribuidxs en muchas ciudades del país. En octubre la organización Tupac Amaru de Salta, por ejemplo, grabó un video en el que dos migrantes pedían acceso a la documentación y posibilidad de vivir y trabajar sin padecer lo que padecen de norte a sur del país. Distintas organizaciones como el BTM (Bloque de Trabajadores Migrantes), el MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos), la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular) o ACNUR (la agencia con que la ONU colabora con los refugiados), les ofrecen todo tipo de asistencia: legal, material, educativa, etc. Pero suavizar esta aspereza cotidiana por la que se coleccionan imágenes terribles -como las patadas recibidas por una vendedora de parte del cliente al que no le gustó el producto ofrecido, o el consabido insulto “negrx de mierda” corriendo como agua, o los tan frecuentes allanamientos a sus domicilios y el subsiguiente robo de la mercadería de lxs vendedorxs de manos policiales- requiere además una contención afectiva de parte la propia comunidad. “Están organizadxs para defenderse de la discriminación. Pero también lo que hacen mucho es, por ejemplo, si a uno le roban la mercadería, todos ponen un poquito para ayudarlo. Últimamente he estado viendo que varios y varias senegaleses se han puesto a hacer microemprendimiento de venta de comida, ferias online de productos, de ropa, siempre están laburando porque vienen a eso no a otra cosa, como cualquier migrante va a otro país con la idea de colaborar con la creación de un país un poco más rico, porque los países se enriquecen con la migración”, cuenta Federico Muiña, autor de las fotografía que acompañan esta nota. A partir de una consigna de un taller coordinado por Juan Pablo Barrientos, en el que se le propuso cubrir el evento de una asamblea de senegaleses, Muiña empezó con un proyecto colectivo que terminó siendo personal: “La idea de la experiencia fotográfica es hacer en un futuro un medio de comunicación abocado a eso y colaborar a que la situación se visibilice y cambie”
Orgullosamente azul
“Soy de Senegal. Vivo en Flores. Vine a la Argentina en 2018. Yo estaba en Brasil y llegué en micro. Sufrí muchas situaciones de violencia y discriminación de la policía, como allanamientos, cosas feas. El año pasado allanaron mi casa. Ellos dijeron que tenían una orden, vinieron con un papel. Soy vendedor ambulante en Once. Esta orden es de agosto de 2019 y dice que se investiga un delito que, la verdad, no sé... Pero ahora sé más que antes que no sabía leer español”, dice el joven y hermoso Papa Diaw. Habla de un modo suave y amable y también difícil de entender y entre los mensajes que envía incluye las fotos del acta que empieza así “Tengo el agrado de dirigirme a usted”. Agrado, término amigo de la degradación, no puede ser una formalidad más vacía para una misiva que informa cuál será la excusa para perseguirlo esta vez: “al efecto de proceder al secuestro de las prendas con marcas apócrifas que pudieran hallarse (…). A tal fin, queda facultado en cumplimiento de esta orden para hacer uso de la fuerza pública en caso de que sea estrictamente necesario y proceder a la apertura de cajas, puertas, armarios, escritorios y/u otro mueble de la finca que se encuentren cerrados y en los que se presuma la existencia de elementos relacionados con el delito investigado”. Es decir, todo. Todo de todo.
Si en el buscador de YouTube se pone la palabra “senegaleses” la primera entrada que aparece es un video en el que Alba, el referente de la comunidad de vendedores ambulantes de Once, habla bajo los árboles de la Plaza Miserere para un amplio grupo que lo terminará aplaudiéndo y repitiendo con él “Basta. Basta. Basta”. Encendido en su reclamo, el vocero reclama la justicia adeudada: “Hoy estamos reunidos acá porque hace rato teníamos que hacerlo. Cada vez que pasa algo, la policía -que respeto mucho por representar las leyes de este país- hace circular lo que les conviene. Varias veces nos dicen 'anda alquilar locales' o '¿porqué no pagan impuestos?'. Pero muchos de nosotros tenemos o hemos tenido locales y a cada rato entraba la policía, como también lo hacían en las galerías, y nos sacaban las cosas. Hace un par de meses se llevaron la mitad de la mercadería y nos pidieron que pagáramos una cantidad enorme de dinero. Dos días después volvieron y nos sacaron todo. ¿Cómo se llama eso? Robar. En las casas donde vivimos no estamos tranquilxs, a las cuatro de la mañana rompe la puerta la policía. Llegamos a tener a 32 personas esposadas hasta las 5 de la mañana desde las 4 de la tarde. Es verdad que molestamos, pero molestamos trabajando. Somos gente humilde. No necesitamos venir hasta acá para hacer el trabajo sucio; nos la rebuscamos con nuestro sudor. Lo único que queremos es que nos traten como seres humanos. No estaríamos vendiendo sino es por necesidad. Si perdemos perdemos, pero no nos persigan en la calle, en la casa, en los locales. Basta. Todos los chicos son monotributistas y pagan sus impuestos. Mucha gente los insulta. No nos alquilan las casas; vivimos como ratas. La pareja de mi compañero senegalés, que es blanca, buscó casa para mí, un apartamento para alquilar, y le dijeron que había. Cuando tuve que llevarles la plata y vieron que soy azul –orgullosamente azul- me negaron la vivienda”.
Delitos de identidad
Cecilia Félix, activista integrante del Bloque de Trabajadores Migrantes, se incorporó a la organización como profesora de español en un primer momento hasta que más tarde terminó involucrada más profundamente, accionando desde la Comisión de Acompañamiento a partir de enterarse de las crecientes detenciones sufridas por sus alumnxs senegaleses. Cecilia explica las tres causas con las que la policía justifica la indisimulable persecución: “Los motivos que en general encuentra la policía para justificar detenciones arbitrarias son, por un lado, 'infracción a la Ley de marca', que es un delito federal, pero en la mayoría de los casos, el poder judicial desestima las causas penales que arma la policía contra lxs vendedorxs. Otro motivo es la resistencia a la autoridad. Este es un delito que recae en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. Esta resistencia generalmente se da cuando les quieren robar la bolsa y lxs chicxs salen corriendo. Este año se agregó un tercer motivo que fue violar la cuarentena, por no haber contado con permiso para circular".
Pero la venta ambulante, ¿constituye realmente un delito?
En la ciudad de Buenos Aires no. Es una contravención cómo puede ser estacionar mal el auto y ni siquiera es contravención si se realiza para la subsistencia. A partir de agosto del año pasado nosotrxs empezamos a tener más conocimiento de su situación en la calle, de los robos, de los golpes que les daban. Esto implicó ver de qué modo intervenir, establecer un protocolo, armar una red de contactos para saber qué era lo que estaba pasando con esa persona durante las horas de la detención y también ver cómo encausar algún tipo de denuncia o informe sobre violencia institucional, que se ejerce siempre contra los colectivos mas vulnerables.
¿Qué factores facilitan la instrumentación de esta violencia sobre la comunidad senegalesa?
La vulnerabilidad en la comunidad senegalesa está dada en primer lugar por la falta de conocimiento del idioma, en segundo lugar por la falta de una representación consular y también la falta de un intérprete al momento de la detención, tanto en las comisarías como en los juicios como cuando Espacio público les labra un acta.
No entienden lo que firman, ¿verdad?
No. Los chicos están firmando cosas de las que no tienen conocimientos. Les dicen “firma acá, no pasa nada” y “acá” lo que tenés es una causa. Es importante para mí resaltar que el año pasado, la ONU hizo una visita en Argentina y emitió un informe sobre la persecución que sufre la comunidad senegalesa en La Plata, Ciudad de Buenos Aires, Quilmes. Y también resaltar que es una limpieza racializada. Hay un imaginario que se va creando en torno a esta migración: son más fuertes, son muy grandes, entonces tenemos que usar una violencia desmedida porque de otro modo no podemos contenerlxs. Un imaginario al servicio de justificar la fuerza que se emplea, una fuerza desmedida no solo físicamente sino también simbólicamente.
¿Y se la aplica solamente sobre los vendedores ambulantes?
No es solo a las personas que están trabajando en la calle, sino también a esxs compañerxs que están con sus bolsas o con su mercancía guardada. Hay casos de chicxs que han sido golpeadxs al salir de sus casas, terminaron detenidxs y con lesiones. O cuando les roban la mercadería, les piden el DNI para devolvérsela y si no se los dan, se la quedan. Se manejan con muchísima impunidad sin dejar ningún tipo de acta de lo que están secuestrando. Están a la deriva.
Las lenguas de la resistencia
En wólof las palabras “Damay jaangë” quieren decir “aprendiendo español”. Así se llama el programa del BTM (transmitido desde la pandemia vía Facebook) con que se les enseña a hablar este idioma a lxs migrantes senegaleses para que puedan adquirir la herramienta a todas luces imprescindible (aunque, en una escala menor, el racismo lingüístico encuentre algo ahí, haciendo del acento un motivo más de burla). Cuenta la mexicana Nélida Murguía, una de las caras de este programa en Argentina: “La senegalesa es una comunidad que habla muchas lenguas. Wólof es en la que mayormente se comunican, muchxs también hablan francés, que es la que les enseñan en la escuela. Además leen el árabe, porque pertenecen al Islam, a una cofradía, qué es obviamente del Islam pacífico. También algunxs por haber pasado por Brasil u otros países, hablan otras lenguas. Van aprendiendo español desde que llegan. Desde el Bloque damos un curso que empezó en 2018 en un ex centro clandestino de detención y tortura que está en Flores, Automotores Orletti. Hay otras organizaciones, además, que imparten cursos de español, como las de la UTEP o el MTE, que en Constitución da también un curso desde 2018. En La Plata también hay y en Mendoza hay varias organizaciones sociales que han impartido un curso desde la Asociación de residentes senegaleses".
¿Cuándo empezó la comunidad senegalesa a migrar a la Argentina?
Más o menos en los 90. Antes había una embajada de Argentina en Senegal por lo que era más fácil hacer los trámites. En el 2001, con el cierre de muchas embajadas a causa de la crisis, dejó de haber esta representación diplomática entre ambos países y entonces ahí se fue complicando la cuestión de la entrada. Porque a lxs senegalesxs se les pide una visa para poder entrar, entonces son compañerxs que tienen que hacerlo de forma irregular y eso les acarrea bastantes problemas. Si bien la mayoría no lo es, en el sentido de que una vez en el país tramitan una precaria de refugio, después les cuesta mucho acceder a un DNI.
¿Durante los últimos años no se intentó buscar regularizar la situación?
En el 2013 hubo un decreto que permitió que muchxs se regularizaran, pero varixs llegaron después o no lograron presentar a término las cosas; ahora supuestamente se está trabajando por un nuevo decreto. Esto obviamente ha sido muy difícil ahora en la pandemia, por ejemplo, para que puedan acceder al IFE, que ha sido prácticamente imposible. Son muy pocos lxs que ya teniendo DNI pudieron acceder a este apoyo.
Para sobrevivir a la crisis pandémica, El Bloque también acompañó a la comunidad con los emprendimientos online. La página gastronómica de IG, El emporio migrante, ofrece todo tipo de delicias típicas; en FB La tiendita migrante (Japoo Door Warr), kits de barbijos, alcohol en gel y una remera que reza: Ninguna persona es ilegal. Y otra vez en IG, “Feriadsdetucasa”, impulsada por lxs estudiantes de la UTEP, oferta sus imitaciones adorables de las primeras marcas. “Desde el bloque estuvimos apoyando muchas familias –cuenta Nélida-, el 40% son senegalesas. Lo hicimos a través de donaciones junto con compañerxs que se encargaban de poner sus casas, hacer paquetes de comidas y con ese fondo se pudo poner a funcionar este emprendimiento de la tiendita online”.