Euforia contenida. Desconcierto y goce. Ansiedad y calma. Una mezcla de sensaciones atravesaron el recital de la ascendente banda mendocina Mi Amigo Invencible, que se presentó el jueves a la noche en el anfiteatro de Parque Centenario para 450 personas. Con barbijo y distancia social, volvieron a la Ciudad de Buenos Aires los conciertos con público. “No se puede decir nada”, largó después del tercer tema el cantante Mariano Di Césare. “Es hermoso volver a tocar con los trabajadores de la música, que son los que peor la pasaron”, dijo al instante, en alusión a sonidistas, iluminadores, y otros rubros que hacen a la música en vivo. Fue en el marco de la primera jornada de Niceto en el Parque, que este viernes continuará con Acorazado Potemkin y Flopa, y el sábado con los recitales de Esmeralda Escalante y Anyi, ambos a las 20.30.

Durante una hora y veinte de show, la banda mendocina desplegó un set a la altura de las circunstancias: compacto, emotivo, profundo, relajado y de alto vuelo musical. Mi Amigo Invencible es, ante todo, una banda que le interesa generar climas y ambientes. En esta oportunidad, propuso un repertorio basado en el notable Dutsiland (2019) y el reciente EP, Nuestro Mundo (2020), con algunas visitas a La danza de los principiantes (2015), como la potente “Edmundo Año Cero”. “Imagino que la están pasando bien, es la única que queda”, lanzó Di Cesare y el público respondió con aplausos, que fueron subiendo su voltaje a medida que transcurría el concierto.

Al principio, había algo de sorpresa y timidez en el ambiente, pero luego el público empezó a agitar las manos, gritar por algún bis y bailar… pero cada uno en su lugar. Por una cuestión de protocolos, todos tenían que permanecer sentados y con el barbijo puesto. Y cada dos personas había dos sillas que separaban. Al ingresar, a cada asistente se le tomaba la temperatura y proporcionaba alcohol en gel. Una “nueva normalidad” que no impidió que las canciones sonaran y cumplan su cometido: conmover. De este modo, sonaron la psicodélica “Fósil”, la magnética “Desayuno continental” (“No tengo nada armado, no tengo ningún plan / Estoy algo cansado”), la narcotizada “Dutsiland”, la ochentosa “Loco trópico” y la adhesiva “Batalla gigante”, que tiene un final irresistible: “Vamos, vamos, vamos / Vamos a donde sea pero vamos”.

Todas las canciones parecían hablar de este momento extraordinario, complejo y extraño. Un contexto que golpeó fuerte, sobre todo a la cultura a nivel global. Pero ahora sigue tocando Mi Amigo Invencible sobre el escenario del Parque Centenario, bajo un cielo despejado y una temperatura agradable. En escena, hay tres veladores que suman intimidad y una puesta de luces cálidas, con tono azulado. Siguen las canciones. En la suave “Bip-Bip no me hables” invitan a cantar a la mendocina Anyi y en “Nuestra noche” a Esmeralda Escalante. Luego tocan “Todo pasará” y se despiden con la nuevita “Algo no ha terminado”. Todo ha comenzado. Volvieron las canciones que emocionan y abrazan aquí y ahora.