El gobierno de Suecia, que desde el comienzo de la pandemia fue puesto como ejemplo por distintos sectores anticuarentena debido a su laxa política de restricciones frente al coronavirus, admitió este martes que subestimó el poder de resurgimiento del virus en el país, que hoy atraviesa una segunda ola.  

"Creo que la mayoría de los profesionales de la salud no vio la ola frente a ellos, hablaron sobre diferentes focos", dijo el primer ministro Stefan Lofven en una entrevista al diario Aftenposten. 

El sinceramiento del funcionario, que encabeza una coalición socialdemócrata-Partido Verde, llegó horas antes de que una comisión que examina el manejo de la pandemia por parte de Suecia publicara sus conclusiones preliminares.

Durante el verano, el gobierno minoritario de tendencia progresista de Suecia había dicho que se nombraría una comisión una vez que la crisis terminara, pero el desarrollo de la pandemia lo presionó para que actuara antes.

A mediados de noviembre, Anders Tegnell, el diseñador de la política del país escandinavo frente a la pandemia, admitió que están experimentando una nueva propagación significativa en todas las regiones.

"La situación es más grave de lo que creíamos", confesó el epidemiólogo, jefe de la Agencia de Salud Pública (FOHM). Tegnell había pronosticado previamente que el número de contagios en la primavera sueca iba a ser "bastante bajo" por la política de anticonfinamiento que llevó adelante el país. Pero no fue así.

Coronavirus en Suecia

La agencia de estadística sueca (SCB) informó este lunes un total de 8.088 decesos en noviembre (cifra en la que están incluidas otras causas ajenas a la pandemia). Se trata de la mortalidad más alta jamás reportada en el país escandinavo desde el primer año de la gripe española que azotó el mundo desde 1918 hasta 1920: en noviembre de 1918, por esa enfermedad fallecieron 16.600 personas.

Durante este 2020, Suecia tuvo 320.098 infecciones por coronavirus y 7.514 muertes relacionadas con el virus, un número mucho más alto que sus vecinos.

En el otoño, el país escandinavo experimentó un rápido aumento de nuevos casos de coronavirus. Uno de los problemas que afronta actualmente, admitieron las autoridades suecas, es que los contagios se están propagando rápidamente entre el personal médico.

Pocas restricciones

A comienzos de la pandemia, Suecia fue a contramano de la mayoría de las naciones y optó por una política laxa frente al coronavirus, sin confinamientos obligatorios ni cierre de negocios. En cambio, se inclinó por brindar recomendaciones apelando a la responsabilidad individual de la población.

Eso le valió el reconocimiento de varios sectores anticuarentena, entre ellos representantes de la oposición argentina, que ponderaron la ausencia de restricciones y pusieron al país como un ejemplo de gestión. 

Sin embargo, la política adoptada por Suecia enseguida demostró sus falencias. Fueron las propias autoridades las encargadas de hacer una autocrítica y revisar sus formas de controlar la pandemia: se decidió prohibir las reuniones públicas de más de 8 personas, permitir la venta de alcohol solo hasta las 22 y fijar el cierre del ocio nocturno a las 22.30. En tanto, se estableció que institutos y universidades se vuelquen a la virtualidad hasta enero.

No osbtante, la Agencia de Salud Pública, encargada de marcar las directrices, sigue sin recomendar el uso de mascarillas fuera de hospitales o residencias de ancianos, al considerar que no hay evidencia científica suficiente.

Suecia ha sido el Estado más afectado en Escandinavia, aunque lejos de países como España, Italia, Francia o el Reino Unido: su tasa de mortalidad de 73,79 por 100.000 habitantes es cinco veces superior a la de Dinamarca y diez a la de Noruega y Finlandia.