Rodolfo Franco es el médico de la salita de Misión Chaqueña, ubicada a unos 45 kilómetros de Embarcación, municipio del departamento San Martín. Su pareja es una mujer wichí de esa Comunidad, con quien durante esta pandemia decidieron cocinar unos 100 kilos de comida dos veces a la semana (jueves y sábados) para repartir entre los habitantes y paliar un poco la falta de acceso al alimento.

Ante la segunda muerte de niños originarios por causas evitables que se conoció en menos de un mes, el médico solicitó a los gobiernos tanto nacional como de la provincia que acerquen más mercadería a estas poblaciones. Sucede que con el parate del turismo los artesanos wichís no lograron vender o trocar sus productos por mercadería para aportar a la economía de sus hogares. 

A ello se suma que con el cierre de la escuela, a los chicos y chicas de la Comunidad se les clausuró también el comedor que les garantizaba el almuerzo los días de clases. “Les dieron a cambio un bolsoncito por mes que tiene un arrocito, un fideíto, yerba, y alguna lata de conservas, que no alcanza para que un chico coma tres días”, dijo el médico. Sostuvo que conoce lo que entregan porque tiene una hija adoptiva de 12 años inscripta en el establecimiento escolar de la Comunidad.

Franco teme por el estado de salud de los niños y niñas a su cargo. “No quiero que se me muera ninguno”, dijo al hablar con Salta/12. Ante ello, acordó con la Fundación Nutrir y CONIN la revisión de peso y talla de chicos y chicas de la Comunidad. Fueron los agentes sanitarios quienes seleccionaron unos 40 pequeños de hasta 5 años que, a su entender, estaban en riesgo nutricional. Franco indicó que 20 chicos fueron detectados este jueves con bajo peso según las evaluaciones de los técnicos de CONIN.

Ante la obstaculización de la venta o trueque de artesanías, el médico contó que a las comunidades solo les queda subsistir con la búsqueda del alimento en el monte, que puede ser “algún animal o un pez” del río Bermejo, ubicado a 5 kilómetros de la Comunidad.

Comunitarios

Franco decidió con su familia montar un comedor los jueves y sábados para que la gente pueda retirar comida. Sostuvo que en total cocinan unos 100 kilos de comida por semana para alimentar a unas 200 personas. En este caso lo solventa con sus ingresos o por donaciones que llegan al Ejército, cuya planta potabilizadora de agua está en la Comunidad.

Albertina Díaz, una mujer wichí de la Comunidad, contó a Salta/12 que también tiene un merendero en el que ofrece a unos 102 niños, mate cocido con algo de pan. O, a veces, cuando llega la leche, sirve arroz con leche. El merendero se abre los miércoles y sábados con el aporte que realiza la Fundación Deuda Interna. Y si bien Albertina gana un salario mínimo por ese trabajo social, “lo pongo en el merendero”, dijo.

Díaz es artesana y ratificó que no hay compradores de sus productos. Sí reciben el beneficio de la Asignación Universal por Hijo (AUH). “Con eso compramos alguna mercadería al por mayor y tenemos que calcular para que los chicos no se queden sin comida”, contó la mujer. Ella tiene dos niños “y no se cobra mucho. Los que tienen 1 o 2 hijos sufren más”, dijo.

En cuanto al acceso a los bolsones, afirmó que sólo llega a personas con discapacidad, pensionados, y chicos en riesgo nutricional. “Pero el resto de la gente no recibe”. Acotó que de todos modos el dinero que les llega “no alcanza ni para zapatillas ni ropa”.

Un problema recurrente

Un video captado en el Hospital de Santa Victoria Este (SVE), uno de los municipios del departamento Rivadavia, muestra el reclamo de una mujer wichí al gerente del Hospital, Ariel Sosa. Su tío, que ingresó al Hospital descompesado, fue puesto en un colchón en el piso. Al lado, en una cama, se puede ver a una mujer, muy desmejorada, casi piel y huesos. “Cómo puede ser que lo pongan acá. Mirá la paciente ella necesita ventilador. Y cómo puede ser si atienden así los pacientes… No son animales, son personas. No tenés que ponerlo en el piso a mi tío. Si yo no llego qué pasaba con mi tío”, sostiene ofuscada la familiar.

La situación mostrada en el video, que fue viralizado por InfoBaires 24, fue explicada por el gerente Ariel Sosa. Contó que el hombre que se ve en el colchón es Edilberto Segundo, quien estaba acompañando a su mujer, de 46 años, internada por su cuadro de tuberculosis (TBC). El problema fue que el hombre se descompensó mientras estaba como acompañante y ante la situación inmediatamente se lo puso en una cama del Hospital, en realidad en un colchón apoyado en el piso. 

En cuanto a la situación de la mujer, sostuvo que el año pasado se la trató por la TBC en Salta Capital y se hizo la derivación al Hospital del Milagro. Pero ahora se debe volver a articular la posibilidad de su traslado. Según deslizó Sosa, la experiencia de Segundo no habría sido la mejor en el invierno que atravesó en Salta. “Tenemos que hablar bien con él”, dijo el gerente a Salta/12 al recordar que asumió recién en septiembre y se está intentando mejorar todo lo que falta en el Hospital, como lo es la compra de ventiladores para salas de un lugar que en verano llega a superar los 40 grados.

La recurrencia de las falencias del sistema se reiteran en Misión Carboncito, Comunidad vecina de Misión Chaqueña, en donde la preocupación recae en el estado de salud de las mujeres. Rosa Rodríguez, de esa Comunidad, contó que preocupa la situación de los ancianos. “No tienen médico”, dijo al sostener que algunos tienen problemas de salud, como reuma, y pese a las dificultades para movilizarse “salen con su carrito a ver si recolectan agua de sus vecinos”. “A veces les falta medicamento y necesitan más atención. Además creo que hace falta muchísimo alimento y lo digo porque conozco la situación”, dijo la mujer. Franco “está jubilándose y trabajó bastante en la Comunidad. Pero no hay más médicos”, añadió.

Rodríguez advirtió que no hay atención ginecológica porque no hay especialistas que puedan ir hasta la Comunidad. “Hay muchas mujeres que comentan que tienen problemas en las mamas. Y no tienen dinero para hacerse los estudios porque hay que viajar a la ciudad”, en este caso al Hospital San Vicente de Paul, de Orán. Es que en el Hospital más cercano no existe tecnología médica para realizar los estudios. “La mujer piensa: ‘si voy y gasto el dinero, no tengo para dar de comer a los chicos’, y deja pasar”, graficó.

Relató que una mujer cercana a ella está diagnosticada con leucemia pero sin acceder al tratamiento, por una decisión un tanto forzada por los condicionamientos para acceder a la salud, y además porque quiere terminar sus estudios de maestra jardinera. El objetivo final de estas mujeres es “dar un mejor futuro a nuestros hijos”, a través del estudio, dijo Rodríguez.