En la última década y sobre todo en este último año surgieron discusiones en torno al valor y la importancia de la ciencia en la vida cotidiana. 

Bien entrado el siglo XXI surgieron movimientos que cuestionan la eficiencia de las vacunas, de los procesos involucrados en la evolución y origen de las especies, de la llegada del hombre a la luna e incluso defienden que la tierra sea plana. En numerosos foros de internet y en redes encontramos posturas que ponen en puntos opuestos la ciencia y la religión, “crees en una o en la otra”, planteos de que el cuestionamiento constante y la oposición a evidencias científicas son parte del “ser” científico, basándose en una mala interpretación de como la ciencia avanza en función de preguntas y cuestionamientos sobre nuestra realidad, incluso, desvalorizando a la ciencia por su incapacidad de demostrar si existe un dios. Este gran cambalache nos obliga a discutir y definir algunos puntos relacionado a la ciencia y lo científico.

Comencemos entonces definiendo qué es ciencia. Una definición resumida la engloba como las distintas ramas del saber humano que tienen el mundo natural y físico como materias de estudio, entonces todo aquello sobrenatural o metafísico actualmente no entra en las incumbencias científicas. 

Un científico no “cree” en la ciencia, desarrolla experiencias que permiten en base a la observación y la experimentación, definir teorías, hipótesis y principios para explicar fenómenos tangibles, aquí es donde se diferencia de la fe, pero no en oposición a ella. Fe se define como el conjunto de creencias en la existencia de un ser superior (un dios o varios dioses) que generalmente implica el seguimiento de un conjunto de principios religiosos, de normas de comportamiento social e individual y una determinada actitud vital, puesto que la persona considera esa creencia como un aspecto importante o esencial de la vida. En este sentido ciencia y fe no son antagonistas, simplemente son cosas distintas que no entran en conflicto.

Otro punto problemático es el uso frecuente de “lo dijo un científico”, acá tenemos que dejar en claro que la simple opinión personal de “un científico” no avala nada si no es justificado, contrastado y discutido. Este proceso se realiza a través de la publicación y divulgación del conocimiento en los espacios apropiados, existen revistas especializadas, talleres de trabajos, simposios, congresos y reuniones para ello. 

La ciencia no se basa en anécdotas, es necesario aplicar métodos sistematizados y replicables con metodologías y herramientas específicas para obtener resultados útiles. Es enorme el daño que produce la divulgación de opiniones personales de muchos científicos, más aún cuando son repetidas y/o publicadas fuera de contexto y viralizadas en las redes sin ningún tipo de filtro. Aquí también es importante diferenciar al profesional que hace ciencia del que aplica los resultados de la investigación científica. 

El ejemplo más común es la medicina, un médico es un científico cuando hace investigación médica, sino es un técnico especializado que usa herramientas desarrolladas por la ciencia. Lo mismo se aplica a ingenieros químicos, industriales, civiles, bioquímicos, agrónomos, genetistas, entre muchas otras profesiones.

Pero los principales responsables de esta mala interpretación de la ciencia somos los mismos científicos, es importante que reconozcamos nuestros errores. Uno de los más importantes es nuestra dificultad en divulgar el trabajo científico fuera del ámbito académico, esto ocurre en muchos casos por desconocimiento de las herramientas de divulgación, pero en otros por simple desinterés o desvalorización. 

En algunos círculos de científicos (no todos) se subvalora el impacto de la divulgación de los resultados hacia la comunidad, es más, muchas veces ni siquiera se incluyen en la valoración de un profesional a la hora de encarar una carrera como investigador.

El otro gran punto a perfeccionar, aunque pensándolo bien va por la misma línea, es que muchos científicos no participan en la educación formal y visceversa. En general (no todos) los científicos dedican muchísimo tiempo en la formulación de proyectos, desarrollo de los mismos y búsqueda de fondos, enfatizado la formación de doctorados y becarios, con carreras que en muchos casos nunca incluyen la formación de profesionales a nivel de grado, menos aún a nivel secundario o primario. 

Por otro lado, muchos educadores (no todos) desconocen de todos los elementos que son necesarios para desarrollar investigaciones científicas o de lo que implica la ciencia en general. Es necesaria una revisión sobre los contenidos curriculares y las políticas públicas sobre educación, simplemente no se valora lo que no se conoce.

Es el lado dogmático, fundamentalista e intransigente de todos los sectores involucrados lo que resulta incompatible con el dialogo, tolerancia y finalmente comprensión de que es y que no es ciencia. El ser humano debería tener como objetivo desarrollar sociedades mejores, más justas y con menos sufrimiento; sociedades en las que el principio de equidad sea el horizonte y la ciencia la herramienta, independientemente de las creencias e ideologías de cada uno.

*Investigador y docente de la UNSa