Desde Barcelona

UNO Rodríguez lee en carta de Philip Larkin: "Amo el pasado. Para mí, cualquier cosa de más de 20 años respira una fascinación luminosa. ¿Por qué? Porque es el pasado, supongo, & libera a mis sentimientos para que se pongan a trabajar con todo eso". Larkin es uno de los "protagonistas" (y posible padre secreto del autor) en la "life-novel" Inside Story de Martin Amis. Allí, también, aparece el gran amigo de Amis --Christopher Hitchens-- declarando que todo negacionista es en verdad un afirmacionista de lo que niega.

Todo lo anterior para advertir que, para Rodríguez, el pasado de este año que se acaba es como bruma imposible de trabajar. Y que no puede sino negarse a pensar que el año que viene vaya a ser peor. Aunque ya comienzan las malas nuevas. Luego de siete décadas, ya no se imprimirá lo que --con tiraje que superó los 200 millones de ejemplares-- para Rodríguez es uno de los títulos más vanguardistas y lectura ideal para ir el baño: el catálogo de Ikea.

DOS Y, sí, Covid bien podría ser el nombre nórdico de uno de los tantos muebles que se veían tan bien en esas páginas satinadas (tal vez, piensa Rodríguez, añadirle raya o diéresis nórdicas para que se lea Cövid o Cøvid). Muebles que una vez trasladados a la cotidiana vida real (a ese presente inmediato con el que Larkin no podría rimar nada) acaban resultando apuntes sin punta para gran obra que nunca acomoda. Lo mismo sucede con las estacionales e instructivas postales festivas a menudo resultando en destructivas caricaturas. Entonces, sí, las findeañeras ganas de salir lo más rápido que se pueda de los sitios que suelen frecuentarse los otros 364 días que no se llaman 31 de Diciembre. Porque para Rodríguez siempre fue así: la Navidad en impuesta familia-pangolín se premiaban con Noche de Fin de año entre amigos-vacuna por elección. Está claro que lo de este 2020 es diferente. De ser por Rodríguez se iría a esa cabaña en Islandia con la que sueña. O plantaría tienda de campaña junto a alguno de esos misteriosos y kubrickianos monolitos que vienen apareciendo por aquí y por allá. O remaría doce kilómetros desde el cada vez más aislado UK para atracar en plataforma artillera WWII y, desde los '60s, rebautizada como Principado de Sealand: microestado más pequeño del mundo con 0,004 km2 (algo así como cancha de tenis) de extensión. Rodríguez cree que sería feliz allí: instalado en pequeña habitación en los pilares (y Sealand no ha reportado caso alguno de Covid-19) para escuchar campanadas que se suponen alegres pero en verdad resuenan ominosas, porque anuncian que todo futuro va camino de ser pasado luego de pronunciar un efímero "¡Presente!".

TRES Y --viendo por primera vez por tv en su vida ese hipnótico que es el sorteo de la Lotería de Navidad o la entrevista a Messi como opioide-- Rodríguez evoca todas esas imágenes del anciano Padre Tiempo: modernización medieval-renacentista del Cronos antiguo y griego retratado como mix de alegre Santa Claus y feroz Dios Padre con resiliencia de atemporal e incombustible Raphael, quien volvió a dar --para muchos fuera de lugar y tiempo-- triunfales conciertos findeañeros como si aquí no hubiese pasado nada, porque él no pasará nunca y, claro, sigue siendo aquel para quien la del próximo jueves será apenas otra gran noche.

Y aquí viene: con guadaña y reloj de arena y Nuevo Año Bebé al que no demora en cortarle las alas. Y Rodríguez descubre la novedad de pensar/sentir como abuelo coming soon. Imaginando (¿estará para los años nuevos de su nieto ya en funcionamiento esa ciudad en Marte diseñada/proyectada por catalanes con el un tanto ikeaístico nombre de Nüwa y que, seguro, no demorará en querer independizarse mientras por aquí, seguro, aún no se habrá terminado la construcción de la Sagrada Familia) un qué será, será para este lo que es, es lo que es.

CUATRO Y Rodríguez sonríe al enterarse de que los dueños de las alguna vez recreativas escape rooms pidan ayuda económica al gobierno, cuando todo hogar es una room sin escape. 2020 como escape year al que ahora se da salida en el calendario; pero vaya uno a saber si lo que empieza no será su aún más vengadora segunda parte: 2021: Endgame.

Por ahora, el juego continúa y nuevos efectos especiales y ya llegó aquí el invierno que--indudable e inevitablemente-- será el invierno de nuestro descontento. El verano también. Y vaya uno a saber lo que más acecha que espera. Y Rodríguez volvió a ver a esa YouTuber riendo hasta las lágrimas y evocando que a la hora de sus deseos para el 2020 había pedido más trabajo, salir más con amigos, viajar mucho y pasar más tiempo con su abuelita; y que le fue concedido menos y poco y nada y abuelita muerta por Covid. Y no habrá gente en la Plaza Mayor pero sí habrá que tragarse las malas uvas de la medianoche del Brëxit. Acuerdo "histórico" se congratulan las partes. Pero ¿no fueron/son también históricos Hiroshima & Nagasaki, el asesinato de John Lennon y, uh, el Covid-19: ese último producto sin problemas de aduana ahora con mutaciones coronavíricas que "no serían más graves o letales" que el modelo anterior (ah, ese recurrente condicional-dubitativo) pero que, al ser más velozmente contagiosas, afectarán a más personas y, por lo tanto, serán más los muertos. Y ya comenzó el folletín por entregas de la entrega/reparto de las vacunas y de quién se pincha y quién no; y ya llegarán nuevas muestras gratis de global politización de la ciencia. A nivel local, también, habrá baile. Pero será más parecido al pogo: "armonización fiscal" entre autonomías, lo del español dejando de ser lengua vehicular, elecciones catalanas con Puigdemont llamando a un "desbordamiento democrático", más luchas intestinas en el gobierno entre PSOE y Unidas Podemos y más patadas al hígado de parte de la oposición. Mientras tanto, la OMS ha vuelto a difundir su versión de catálogo de Ikea: nuevo ranking de mascarillas.

Y Rodríguez se pregunta quién es el Father Time guionista de todo esto. No cree que sea Larkin aunque, sí, suyo fue eso del "they fuck you up". La trama, piensa, está más cerca de algo de J. G. Ballard o de Stephen King. Ojalá que sea King porque --a diferencia del catastrofista sin retorno Ballard-- siempre guarda un lugar para el optimismo y la esperanza. Y Rodríguez tiene muchas ganas de ver la nueva adaptación a la tv de su epidémica The Stand. Y leyó que King le escribió nuevo final. "Siempre supe que tenía una cosa más que decir en el libro. Y finalmente lo hice y estoy muy contento", dijo King. Esperemos que sea si no final feliz al menos no triste, ruega Rodríguez. Y no puede sino acordarse de aquellos tiempos cada vez más pasados y en los que por estas fechas --por estos "días señalados" que ahora apuntan y hacen fuego-- todos repetían automáticamente el facilismo ahora tan difícil de un "Deseo salud para todo el mundo".

Pues eso.

Y (aunque, de entrada, a Rodríguez le inquiete lo de un 20 y después un 21, en el mismo número; es decir, el que la cosa sigue y siga y seguidilla) adiós Daño Viejo y hola Año Nuevo. Aunque con la misma y cada vez más vulnerable vida de siempre donde --desde el principio y al final-- la felicidad presente depende tanto del pasado que aquí viene y del futuro que allá va.