Recomiendo leer en contratapa de Página/12, del 26 de febrero de este año, un artículo de Adrián Paenza que tituló Anonimato.

Parte en él de esta pregunta: “¿Cuál es el negocio? ¿Desde cuándo en el mundo capitalista alguien regala algo?”, en referencia a la “gratuidad” de Facebook y otra serie de “servicios” que se brindan en las que se suelen llamar “redes sociales”. 

Cuenta una historia que resumo. “... en una oficina de Target (nombre de la empresa), desparramó los papeles que había traído: eran cupones con descuentos que Target le había enviado a la cuenta de correo electrónico de la hija: “¿Están locos ustedes? ¡Mi hija tiene 14 años! ¡Recién empezó el colegio secundario y ustedes le envían cupones con descuentos para ropa de bebé, pañales y cunitas! ¿Qué es lo que quieren: estimularla para que quede embarazada?” (...) Estimulado por un superior, quien entendía la promoción negativa que podía tener Target si el episodio tomaba estado público, llamaron a la casa del padre de la joven con la idea de reiterar y enfatizar las disculpas. De paso, el llamado serviría también para garantizar que la empresa tomaría el ejemplo para no incurrir en futuros errores. (...) El padre escuchó unos instantes y con un tono de voz sombrío dijo: “Vea. Tuve una conversación con mi hija y después de una larga charla es evidente que en mi casa se produjeron algunas actividades de las que yo no tenía idea. El bebé debería nacer en agosto. El que tiene que pedirles disculpas soy yo”.

Vuelvo a Paenza: “Creo que no hace falta que siga con el ejemplo. Lo extraordinario (o increíble) es que el algoritmo ¡no había fallado! Target supo antes que los padres de la niña lo que estaba sucediendo con ella.”

El artículo de Paenza abunda en una cantidad de datos más. Muy informados e informativos, y bien analizados desde su capacidad en matemáticas y su conocimiento del salto dado en todo lo que es informática y multiplicidad de aparatos.

¿Hacia dónde van las sociedades?

Desde mi oficio de psicoanalista me interesa confrontar dos escenas de su descripción, pues nos revelan que nos estamos transformando en esclavos de los aparatos y, por supuesto, de las corporaciones que los generan.

En una, el padre se enfurece por el efecto producido por las publicidades de Target en su niña. En la otra, les pide disculpas a los de Target, con la siguiente frase que vuelvo a reproducir: “Vea. Tuve una conversación con mi hija y después de una larga charla es evidente que en mi casa se produjeron algunas actividades de las que yo no tenía idea. El bebé debería nacer en agosto. El que tiene que pedirles disculpas soy yo”.

¿Qué está diciendo ese padre atribulado? No solamente, lo que influyeron las publicidades de Target en la niña, sino también que en su casa ocurrían hechos de los que no se enteraba. Dicho de otra manera, que en gran medida él estaba ausente de su casa como padre. 

Entonces, el problema reside no sólo en la aparatología electrónica. O a eso tenemos que agregarle no solamente su efecto de espionaje, sino también, el clima que generan. En el cual, los humanos, creyendo que están hipercomunicados, en verdad están retraídos al mundo imaginario que les van construyendo desde las pantallas.

Agreguemos también, porque no sabemos las condiciones de trabajo de ese padre y de la inmensa mayoría de los padres, sometidos a un ritmo cada vez más acelerado y productivista. Agreguemos entonces, cómo éste, los aparta cada vez más de su función como padres.

Tristemente, el padre del relato de Paenza y muchos otros terminan sintiéndose en falta y pidiendo perdón a las empresas que los esclavizan. Debemos captar, para tratar de impedirlo, hacia dónde están yendo las sociedades de este siglo 21.

* Psicoanalista.