La vigilia en la plaza principal de la ciudad de Formosa fue una fiesta. Cada encuentro sumó más mostris, más doñas que vinieron barbijo y termo de tereré en mano, a ser parte de la Historia que los feminismos venimos escribiendo con sudor. Y vaya si sudamos, porque la temperatura no le alfojó ni cuando bajó el sol y la luna llena nos fue tiñendo de verde las uñas, los pelos y el corazòn.

A las 10 de la noche la policía nos invitó a desalojar la plaza. Nos organizamos para ver la transmisión juntes en distintas casas. La casa a la que fuì es un centro cultural que todavía no pudo abrir sus puertas pues pandemia, pero tiene un hermoso quincho con techo de chapa en una terraza donde algo del aire era respirable. Aclaro lo del techo porque el sonido del primer cascotazo que nos tiraron en la chapa fue tan grande que logró silenciarnos unos minutos. Salimos a la calle, miramos por las ventanas, nadie parecía dispuestx al diálogo sino más bien decididx a intentar amedrentarnos -que la inocencia le valga, dirìa yo-. Bajamos el sonido del proyector al mínimo necesario para seguir escuchando los argumentos que se repetían con más o menos calidad de oratoria. EL segundo cascotazo vino un toque después. Esta vez caminamos un poco más lejos por la cuadra, para asegurarnos de que quien fuera le cobarde que nos agitaba sepa que estábamos bastante organizades y sin problemas para defendernos.

Me había prometido nunca nombrar en estas columnas al famoso pombero porque es una figura mítica de la zona que ya fue relatada hasta el hartazgo, sin embargo hay que decirlo: suele ser el autor intelectual de muchìsimos embarazos no deseados y también, dicen, silva a la noche y tira cascotes para molestar. "Habrá sido el pombero" dijo alguna de las pibas y nos reímos con esa alegría que nace cuando se vence el miedo. Subimos el volumen del proyector y seguimos el debate.

Mientras Naidenoff repasaba los números de embarazos adolescentes no deseados de la provincia, yo recapitulaba el discurso de la piba del centro de estudiantes secundarios que habló en la Plaza hace algunos meses, en las que reclamaban la implementación de la ESI. Pensaba en mis amigas socorristas, sentadas al lado mío, por quienes siento la misma admiración que sentía por las Lesbianas y Feministas por la descriminalización del aborto, en aquellos años en los que Vero Marzano alzaba ese cartel hermoso que decía “prohibir el aborto es gorila”. En Formosa y en todos lados, las redes militantes feministas le han puesto el cuerpo y han arriesgado su vida por brindar cuidados e información, allí donde el Estado se ausentaba. Me repetía eso mientras las mostris le gritaban a Mayans algunas palabras en yoparà que mejor no reproducir en un diario de tirada nacional, y por lo bajo alguien rezaba con esa paciencia de hacer política hace muchos años, corten boleta pue...

Después fue la ley y el llanto de felicidad abrazando a mis amigas, los mensajes, las ganas de estar en el Congreso bailando, la alegría de pensar en todas esas plazas de todos los lugares de Argentina y Latinoamérica, en todes les mostris que pusieron el cuerpo y lo van a seguir poniendo, caigan los cascotes que caigan, porque nuestra libertad no es negociable. Vinimos a cambiarlo todo y esto está recién empezando.