Nací en un hogar de clase media. Durante mi infancia y adolescencia enfriábamos los comestibles y las bebidas en una heladera a hielo. Un armatoste con dos cabinas, en la superior el hielo y en la inferior los comestibles.

Días pasados charlábamos con mi mujer y ella dijo: "Necesito la dirección de Andreani" y ahí apareció una voz caribeña que respondió: la dirección tal y tal teléfono tal y tal.

Arriba de la mesa estaba encendida la tableta. Es decir, de la edad media a la sociedad del futuro en el tiempo de vida de un hombre.

Y después nos piden que entendamos lo que sucede. Que seamos sensatos, civilizados, comprensivos.

Y encima nos endilgan el eufemismo adultos mayores. Cuando llegue al final me iré de este mundo a las puteadas.

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Allá por los años sesenta en el mundo del teatro leíamos las novelas del boom latinoamericano: García Márquez, Cortázar, Vargas Llosas. Los leíamos, los comentábamos y nos los recomendábamos. Hoy sucede lo mismo con las series televisivas. Además hay un notable avance de las historias documentales o la basadas en hechos real. ¿Qué significa? ¿Una desconfianza en la ficción? Que opinen los que saben. ¿Una moda o un dato cultural? Que opinen los que saben.

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Noticias falsas hubo siempre, pero las decíamos en castellano. Las llamábamos versiones, chimentos. Por supuesto no existían las redes sociales y circulaban de boca a boca.

Un día llegó a la Argentina un boxeador norteamericano, Archie Moore, campeón de los medios pesados. Vaya a saber de dónde salió la versión de que Perón tenía una relación con el boxeador, un negro musculoso y de cara poco amable.

Es más, un experto en lectura del movimiento de labios reveló que en un abrazo que se dieron, Perón balbuceó: “ Te amo”.

Rápidamente los peronistas respondieron con la consigna: “ Puto y ladrón queremos a Perón".

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Otra de Perón que quedó en mi memoria .

En mi casa gorila solíamos escuchar los discursos del Caudillo. Solían ser actos en la Plaza de Mayo ante decenas de miles de trabajadores que aullaban ante las palabras del líder.

Perón manejaba como nadie la oratoria. Sabía como rematar una frase y crear una pausa para que la gente descargara su entusiasmo.

En una de esas pausas se le oyó decir claramente: "Pobrecitos...pobrecitos".

Un verdadero cristiano.

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Estoy convencido que para avanzar en la vida tengo que interpelar; lo que ocurre es que no sé cómo se interpela ni a quién interpelar.

Pero seguro que si logro interpelar, me empodero.

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En el 2010 se cumplió el centenario del nacimiento de Florencio Sánchez. Argentores decidió celebrarlo y compartió los festejos con el embajador de Uruguay. Un tipo joven, inteligente cuyo nombre lamentablemente no recuerdo. Participamos de varios encuentros y en uno de ellos me dijo: “Un buen negocio es comprar a un uruguayo por lo que vale y venderlo por lo que los argentinos cree que vale”. Lo dijo el embajador de Uruguay.

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El sentido común opina que Cuba es una dictadura y Colombia una democracia.

¿No será hora de revisar los diccionarios?

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Soy porteño de ley. Amo a Buenos Aires con todas sus contradicciones. En tantos años la vi cambiar pero sin perder su personalidad pero cuando llegó el tema de Costa Salguero se me abrió la cabeza. Me estaban transformando mi ciudad sin que yo lo notara. Mucho tuvieron que ver mis amigos Jorge Barry y Ana Ferrer en sus intervenciones en la primera asamblea POPULAR.

Jorge arrancó con la distribución de la tierra después de la guerra del desierto y con una sutil ironía comparó los guetos del nazismo con los guetos de los millonarios de Buenos Aires.

 

Ana recordó su vínculo con el río en los años de su infancia y adolescencia y ahí si, sentí que me estaban robando mi ciudad.