Al cumplirse un año de los primeros casos de covid-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó sobre el “misterio de la covid larga”: son los efectos que deja el coronavirus en aquellas personas que si bien recibieron el alta padecen afecciones cardíacas, respiratorias y neurocognitivas, entre otras. Según el primer acercamiento, el síntoma más frecuente parece ser el cansancio, pero también están el agotamiento tras un esfuerzo físico o enfermedad, dificultades para pensar con claridad, aliento corto, palpitaciones cardíacas y problemas neurológicos. Algunos especialistas consultados por este diario prefieren no hablar de “secuelas” sino de “covid persistente”, como una nueva enfermedad; sin embargo, asumen que todavía resta tiempo y evidencia para ser tan categóricos. La gran advertencia que hacen los expertos es que las secuelas o la "covid larga" puede presentarse incluso en quienes cursaron de forma leve la enfermedad o también en personas jóvenes sin patologías previas. Y puede durar meses.
"No sabemos aún verdaderamente qué es la covid larga", advirtió Janet Díaz, responsable del equipo clínico a cargo de la respuesta al coronavirus de la OMS. Por el momento, advirtieron desde el organismo, sigue sin saberse por qué algunos enfermos de covid-19 muestran durante meses síntomas como un cansancio extremo, dificultades respiratorias o problemas neurológicos y cardíacos a veces graves. La OMS planea un seminario virtual para los próximos días en donde se reunirán médicos clínicos, investigadores y expertos para encontrar una definición de la enfermedad, darle un nombre formal y armonizar los métodos para estudiarlo.
Augusto Moiz, médico egresado de la UBA, actualmente trabaja en el seguimiento de pacientes recuperados de la covid y desde su experiencia señala: “Si bien es una enfermedad que en la mayoría de los casos evoluciona sin secuelas, existe un porcentaje de personas que las presenta y son de distinto tipo. Hasta el momento, no hay relación comprobada entre la magnitud del cuadro de la covid para quienes la cursaron y la existencia de problemas posteriores”.
En efecto, desde el punto de vista del especialista, el hecho de que un individuo tenga coronavirus de una manera leve no evita que las secuelas que padezca no puedan extenderse en el tiempo. “Si bien en los pacientes que conforman los denominados ‘grupos de riesgo’ existe una probabilidad mucho mayor de experimentar secuelas, no es un fenómeno que atañe solo a éstos. Estamos viendo, además, que la persistencia de los síntomas algunas veces duran semanas y otras se prolongan durante meses”, describe.
A tono con lo indicado por la literatura académica internacional, lo que Moiz observa de manera cotidiana es que muchos individuos recuperados siguen manifestando la presencia de fatiga y debilidad generalizada, dolores en las articulaciones y en el pecho, erupciones en la piel, pérdida de cabello y la persistencia en la pérdida del olfato y el gusto. Con lo cual, el alta de la covid no se traduce en un freno a la emergencia de este tipo de problemas que perjudican al funcionamiento normal del organismo. “La patología afecta al tejido pulmonar, de hecho, genera lesiones en los alveolos. Con el tiempo, esto podría evolucionar en algunas personas a problemas respiratorios. Los otros dos órganos más afectados son el corazón y el cerebro”, generaliza y luego especifica, va al detalle. “Con respecto al corazón, se puede generar una mayor predisposición a la formación de coágulos a nivel sanguíneo, que podrían conducir a insuficiencias cardíacas, infartos, o bien, a accidentes cerebrovasculares. Y en relación al cerebro, ya estamos viendo casos de pérdida de memoria, problemas de concentración y atención. Incluso, personas que comienzan a tener convulsiones cuando antes no tenían”, sostiene.
Jorge Geffner, doctor en Bioquímica e Investigador Superior del Conicet, comparte la perspectiva de Moiz y plantea: “Hay un porcentaje de gente, incluso de individuos jóvenes, que cursan la enfermedad de manera leve y luego enfrentan situaciones más complejas tras recibir el alta”. Después describe las diversas alteraciones que pueden emerger. “Están las de tipo cardíacas, básicamente, miocarditis inflamatoria, que luego cede con el correr de los meses; también se destacan desórdenes neurocognitivos, como cuadros de niebla mental, falta de concentración, problemas de memoria; y situaciones de cansancio, dolor en músculos y articulaciones que se pueden prolongar tras superar el cuadro agudo”, apunta.
Dentro de todas las mencionadas, la “niebla mental” representa uno de los fenómenos más reportados alrededor del mundo. Se trata de un síntoma cognitivo que, de acuerdo a la evidencia colectada a la fecha --como relatan los especialistas-- podría asociarse a la pérdida de memoria, a problemas de concentración, mareos, dolor de cabeza y confusiones frecuentes. Las descripciones de los individuos que la afrontan son tan variopintas que, hasta el momento, cuesta definir a ciencia cierta en presencia de qué fenómeno se está. El virus invade el sistema nervioso central y periférico y desencadena una respuesta inflamatoria inmune y propia del organismo que puede contribuir a la emergencia de los síntomas neuropsiquiátricos. Hay diversos cuadros, desde encefalitis (inflamación cerebral) hasta enfermedades cerebrovasculares.
Es que, en contraposición a lo que se creía al comienzo, el Sars CoV-2 no solo afecta a los pulmones sino también a las neuronas. Ese concepto fue expuesto por un equipo de la Universidad de Yale que publicó un preprint en bioRxiv (aún no fue certificado por pares), un repositorio en línea de acceso abierto. Aún no queda muy claro cómo llega ni con qué frecuencia ataca al cerebro; pero según indican los especialistas a cargo del estudio, la obnubilación podría perjudicar las rutinas personales y laborales de aquellos individuos que sobrevivieron a la enfermedad e, incluso, en muchos casos, la atravesaron sin la presencia de síntomas evidentes.
Defensas que atacan
Las secuelas que deja la covid no se vinculan tanto con los efectos que deja el virus sino con el grado en que se manifiesta la actividad del sistema inmune del propio cuerpo. “Muchos de los anticuerpos que se generan como respuesta para superar al Sars CoV-2 son capaces de atacar a nuestros propios tejidos, con lo cual, las defensas pueden ocasionar efectos deletéreos. A nivel molecular, esto explica un poco por qué algunos sujetos que resuelven el cuadro agudo y tienen su alta todavía no se sienten bien”, dice Geffner. Esta situación no es novedosa, por el contrario, puede advertirse en otras patologías infecciosas. “Cuando uno despierta una respuesta inmune antiinfecciosa, normalmente, no ataca tejidos propios; pero con infecciones virales y bacterianas, a veces, como estamos viendo con Sars CoV-2, nuestras propias defensas pueden atacarnos”, advierte el experto.
La ciencia requerirá de mayor evidencia para poder afirmar con cierto grado de certeza los efectos que la covid podría dejar en los cuerpos durante semanas y meses. Vale destacar, una vez más, que aunque parezca mentira, se trata de una enfermedad reciente y --si bien ya existen vacunas para intentar frenar su acelerada propagación-- aún es mucho lo que se desconoce al respecto. Más allá de los debates discursivos --si se trata de “secuelas” o de “covid persistente”-- el asunto, desde el punto de vista de Geffner, será comprender que “son manifestaciones que no guardan relación con la intensidad del cuadro inicial y se presentan luego de superado. No se sabe si duran semanas, meses o más tiempo, aunque lo bueno es que por lo que se está viendo tienden a superarse. Tampoco sabemos de qué dependen, no hay acuerdos sobre los porcentajes de gente que podría tener este tipo de problemas. Falta evidencia, mientras tanto, no hay que exagerar pero tampoco minimizar las secuelas”, afirma.
Además, cualquier intento de sistematización que parta de un organismo de salud nacional o internacional, deberá tener en cuenta que la caracterización de las secuelas y la recopilación de datos depende del método de diagnóstico, del seguimiento que se realice e, incluso, de la subjetividad del profesional que siga la trayectoria clínica de la persona recuperada de la enfermedad. “Pienso que podría haber un 10 o un 20 por ciento de individuos a los que les cuesta recuperarse pero no lo sabemos”, agrega Geffner. “Es todo muy reciente, es todo muy nuevo y, por el momento, tenemos más preguntas que respuestas”, remata Moiz.