El gobierno de facto de Myanmar aplicó la ley marcial que rige desde este lunes y reprimió duramente las masivas manifestaciones en distintas ciudades contra el golpe de Estado del 1 de febrero, de las cuales participaron hasta policías que desertaron de la fuerza durante los últimos días y que se oponen a la junta militar.

La situación sigue siendo tensa. Las movilizaciones populares fueron la reacción inmediata al toque de queda que comenzó a regir durante la noche, cuando se prohibieron las reuniones de hasta cinco personas en lugares públicos.

El Ejército había advertido que reprimiría cualquier insurrección social, pero eso no detuvo a los manifestantes. La respuesta de la policía en las calles fue inmediata. Disparó balas de goma y gases lacrimógenos, corrió con tanques hidrantes y detuvo a decenas de personas.

La represión más dura ocurrió en Naipyidó, la capital de Myanmar, donde se registraron varios heridos. En Mandalay, segunda ciudad del país, la policía usó gases lacrimógenos para dispersar a los que ondeaban banderas de la Liga Nacional por la Democracia (LND), el partido de Aung San Suu Kyi, depuesta tras el golpe.

Exigieron su liberación al igual que de la 170 personas que fueron detenidas, la gran mayoría políticos y miembros del ex partido de gobierno. En varios puntos más, miles de manifestantes salieron a desafiar la ley marcial decretada por la junta militar.

Siguen las protestas

La policía estableció desde primera hora de la mañana de este martes controles en varios puentes y carreteras que llevan al centro de Rangún, antigua capital y cuidad más poblada, escenario desde el sábado de movilizaciones multitudinarias.

Miles de personas lograron burlar los dispositivos y se concentran en las proximidades de la pagoda Sule y el Ayuntamiento, fuertemente protegido por la Policía y ante la presencia de soldados.

"Las fuerzas de seguridad tienen la obligación moral y legal de desafiar cualquier orden ilegal de usar fuerza excesiva contra manifestantes pacíficos", comentó Tom Andrews, relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Birmania.

De hecho, un grupo de policías desertó del cuerpo y se unió a los manifestantes, según informan varios medios locales.

En tanto, en su primer discurso a la nación, el jefe de las Fuerzas Armadas, Min Aung Hlaing, pidió anoche a los birmanos que permanezcan "unidos como país" y que se fijen "en los hechos y no en las emociones". Intentó así justificar el golpe por un supuesto fraude electoral en los comicios de noviembre último.