Volvieron las chicas. Tuvo que transcurrir todo enero, y tejerse la nueva estandarización sobre cómo habitar una sala de teatro, para que la compañía Los Quintana reestrenaran Las chicas del zapping. Después del año que se comió todo, la semana pasada volvió este espectáculo al tiempo real de una sala en vivo: con tickets impresos y con esa energía de cardumen que se trama entre lxs espectadorxs cuando coinciden en una carcajada.

Desde hace más de 25 años, los hermanos David y Fernando Quintana vienen divulgando su propuesta artística y apuesta estética: la teatralización del transformismo. Formados en el Centro Cultural Ricardo Rojas de los 90’, influenciados por aquella época estallada del under, han forjado una carrera alrededor de la sátira queer que, por trabajo y convicción, se les ha ido de las manos y de sus geografías. Hoy tienen elencos en España, Chile, y acá en Buenos Aires.

Precisamente en esta ciudad, en la calle Corrientes, volvieron a montar esta obra precedida por otras versiones y puestas en España, Colombia y Chile. En Las chicas del zapping, los actores Fernando Quintana, Martín Bontempo, Juan Speroni Hernández y Tadeo Pettinari interpretan a trabajadoras domésticas que ejecutan escénicamente la técnica de la fonomímica y la pantomima. Es decir, construyen personajes y secuencias narrativas haciendo un lipsync milimétrico a la vez que actúan la recreación de piezas televisivas siempre intactas, fragmentos de películas y series, comerciales añejos pero inolvidables o canciones de cualquier tiempo.

Dirigida y escrita por David Quintana, el texto recorre lugares comunes y otros más melancólicos de la memoria kitsch alguna vez televisada. Una fórmula picaresca para empatizar con las trabajadoras empoderadas que han expulsado a sus patrones del hogar y que han tomado el comedor y el control remoto para ritualizar lo cotidiano. Una oda a esos pasajes discursivos, imprescindibles si se intenta codificar el acento televisivo de nuestra era, que bien pueden caber entre la Elvira desenfrenadamente poética de “Esperando la carroza” y la Moria Casán aliada a algún invento primetime de Tinelli, más acá en el tiempo.

Dirá David que para él esta obra evoca a la nostalgia. Que tanto él como Fernando, su hermano, son hijos de la televisión y que en ese detalle biográfico hay quizás un argumento para empezar a contar una historia. En la genealogía de toda la obra desarrollada en la propia historia de la compañía subyace también la clave en cómo contarla: la estética transformista, el arte del montarse, el trabajo actoral quisquilloso de los cuatro varones intérpretes.

Las pequeñas joyas que regala la banda sonora del espectáculo, los retazos fílmicos, los memes televisivos son el producto de la investigación sobre el registro de todo lo que alguna vez se dijo en televisión de aire. “Compara las dos teles: la que se hacía antes con la que se hace ahora. Y a la de ahora nos interesa exponerla desde un lugar crítico.”

Todos los viernes a las 22:30 en el Teatro CPM Multiescena, Av. Corrientes 1764. Entradas en venta a través de Plateanet.