La más reciente conversación entre la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva y el presidente Alberto Fernández duró una hora y media, “¿De qué hablan?” inquiere este cronista, ya la letra del potencial acuerdo se tramita en otros ámbitos. Intercambian posiciones y saberes, comenta el mandatario argentino. Está convencido de que la mandamás del FMI es un personaje novedoso, abierto. Proviene de Bulgaria, no de los países principales de Europa. Distinta también su procedencia social a la de antecesores en su cargo.

Los técnicos del FMI apuntan contra la inversión en jubilaciones, porcentaje elevado del gasto social. El presidente le transmite “a Kristalina” el amplio número de beneficiarios, las ventajas de la cobertura. Georgieva, se sorprende Alberto, asegura que comprende. Su madre era jubilada en Bulgaria. Tras una crisis el valor de su ingreso se redujo al equivalente de cinco dólares. Recuerda la preocupación, el dolor de su madre, empatiza. Un reflejo asombroso entre funcionarios de esos organismos internacionales.

El presidente no se ilusiona. El FMI es una institución  idiosincrática, con historia, propósitos fundacionales, políticas férreas, impiadosas en sesgo.

Lo que la Argentina precisa, por añadidura, son años sin hacer desembolsos, “de gracia”. Disponer de más oxígeno (aún) que el permitido por un Plan de Facilidades extendidas. Un cambio de reglas, atendiendo a las circunstancias inéditas.

El FMI sostiene reglas inmodificables, escritas en estatutos y en la piedra. Límites funcionales para sostener su poder y sus condicionalidades.

En la Casa Rosada proponen un cambio de paradigma que no podría regir solo para Argentina sino para otros países en el futuro. Adecuar la reglas al contexto. Giorgieva podrá tener una oreja amable pero jamás podría resolver tanto.

Por lo tanto, Alberto peregrina por zoom en busca de apoyos de estadistas de países del centro del mundo. Su diálogo con el presidente francés Emmanuel Macron recorrió el tópico,

El afán del presidente es transformar lo que era imposible hace un año y ahora mismo en filo imposible. La dimensión mundial de la tragedia sirve como argumento. La historia continuará.