Cuando en la Argentina se reflexiona sobre ideas, movimientos o partidos de izquierda suele asociárselos a la historia nacional o latinoamericana, o se buscan sus raíces, como en las guerras independentistas de la corona española, en Europa. Con Estados Unidos pasa algo parecido: tiene su propia historia en el pensamiento de izquierda, que también sumerge sus orígenes en el viejo continente y mira con un ojo los avatares al sur del río Bravo. Esa historia, y su actualidad, es lo que Bhaskar Sunkara recupera en Manifiesto socialista. Por una política radical en un mundo que se volvió invivible (Siglo XXI Editores), acompañada de un análisis de los diversos “socialismos reales” y propuestas para desarrollar por gobiernos de izquierda democrática. “Gran parte de la explotación y la opresión se tomaba en el pasado como algo natural o inmutable, y fue más tarde vista como inhumana. Creo que un día miraremos atrás a nuestras grandes desigualdades y a la miseria humana de la misma manera”, propone Sunkara desde Estados Unidos en la entrevista con PáginaI12.

El autor del manifiesto tiene raíces en la India, y sus padres emigraron desde Trinidad y Tobago a Estados Unidos, donde nació en 1989, meses antes de la caída del Muro de Berlín. Estudió en escuelas públicas de Nueva York y se hizo habitué de las bibliotecas públicas, donde leyó a autores que lo hicieron interesarse en la política, y a los 20 años había fundado Jacobin, una revista de izquierda que reúne textos de diversos autores que propugnan por un Estados Unidos, y un mundo, más justo (ver recuadro). “Mi origen era de clase media, pero mis padres eran inmigrantes. Generalmente con posiciones de centroizquierda, pero no muy politizados”, recuerda Sunkara, y afirma que a pesar de ello pudo ver “cuánto de mi vida fue el resultado de tener acceso a buenas escuelas públicas. Fue el producto de que el estado y mis padres tuvieran buenos trabajos sindicalizados. Así que estaba claro para mí que la política marcaba una diferencia en la vida de la gente”, se planta.

-Tu generación no vivió el verdadero socialismo alrededor del mundo. ¿Qué es el socialismo para tu generación? De otra manera: ¿qué era el socialismo para vos antes de escribir este libro?

-Para mí, el socialismo es la búsqueda continua de un mundo donde los resultados de la vida no sean el resultado de accidentes de nacimiento y donde extendamos radicalmente el alcance de la democracia a las esferas sociales y económicas. No podemos pretender que la experiencia soviética no ocurrió, debemos aprender de ella, pero yo vengo de una tradición democrático-socialista que se ha opuesto durante mucho tiempo al autoritarismo en todas sus formas.

El Manifiesto… abre con una narración ficticia de cómo el país del norte llegó a tener un gobierno de izquierda, a partir de la historia de un trabajador de la fábrica de salsa de tomate, y luego cuenta desde el nacimiento de movimientos, sindicatos y partidos revolucionarios o transformadores en el país del norte en el siglo XIX hasta el enfrentamiento entre Joe Biden y Bernie Sanders por la candidatura presidencial de los Demócratas en 2020, enmarcado por las experiencias socialistas democráticas europeas (Alemania, Inglaterra, Suecia) y el análisis de textos de Karl Marx, y las experiencias soviéticas y china, más algunas menciones a lo vivido en Sudamérica en los últimos años. Y concluye con una serie de propuestas concretas de lo que debería hacer un programa socialista, que abren el debate sobre la manera de construir gobiernos de izquierda en Estados Unidos (y, por qué no, en otros países también) a partir del aprendizaje de experiencias pasadas en distintos puntos del globo.

- En la primera parte del libro hacés un recorrido personal por la historia del socialismo y de las propuestas y gobiernos de izquierda. ¿Cuáles son las lecciones que la historia puede enseñar al socialismo en el siglo XXI?

- La lección clave para nosotros que luchamos por construir el socialismo en el siglo XXI es sobre la experiencia de la socialdemocracia europea. La izquierda la ha descartado durante mucho tiempo por no ser suficientemente radical, y estoy de acuerdo en que no lo fue, pero el modelo de un país como Suecia necesitó una gran cantidad de organización y militancia de la clase trabajadora para lograr una transformación masiva de la sociedad para mejor y, en última instancia, creó un camino potencialmente fuera de la socialdemocracia y hacia un socialismo más radical. Creo que averiguar cómo la socialdemocracia nórdica logró tanto y por qué finalmente se quedó corta en relación con sus ambiciones iniciales es extremadamente importante para los socialistas que viven en un mundo en el que la revolución al estilo de 1789, 1848 o 1917 parece cada vez menos posible.

- En el libro escribiste que “La democracia evita que el capitalismo vuelva a la guerra contra todo y todos, su peor aspecto”. Hoy en día, parece haber un ataque de los poderes fácticos (grandes empresas, sistema financiero) a la democracia, y una reivindicación de los partidos y posiciones políticas de izquierda. ¿Qué es lo que está en juego en esta disputa? ¿Es la democracia un poder para mejorar la vida de las personas? ¿O sólo una posición defensiva contra lo peor del capitalismo?

- La democracia es un bien en sí mismo. En una sociedad donde la mayoría de la gente es de clase trabajadora, el poder político le da a la gente la oportunidad de tener representación de sus intereses económicos también. Eso no es una garantía, pero es muy posible. En todos los lugares donde la democracia ha sido erosionada o socavada se han beneficiado las poderosas fuerzas existentes del capital, y no a la gente trabajadora. Por lo tanto, luchar por la democratización de la vida no sólo es bueno a nivel normativo (porque valoramos la democracia como una herramienta contra la jerarquía y la explotación) sino porque además puede ayudar a ganar otros derechos y garantías sociales.

- ¿Qué opina de los acontecimientos en el Capitolio del mes pasado? ¿Se trata de un hecho aislado?

- Lo ocurrido en el Capitolio fue obviamente trágico por la pérdida de vidas y una muestra de que la extrema derecha en Estados Unidos es violenta y un peligro para las instituciones democráticas. Pero la respuesta de los medios de comunicación, especialmente entre los liberales, fue histérica. No creo que un “golpe” se ajuste a lo sucedido: fue una turba que intentó tomar un edificio, pero no necesariamente las palancas del poder. No pienso que sea algo aislado, y debemos ser conscientes de que a medida que el trumpismo sea derrotado algunos de sus flecos se radicalizarán. Pero mientras estamos en guardia sobre este hilo también debemos desconfiar de la hipérbole y de la narrativa mediática de que el 1/6/2020 representó una insurrección.

- ¿Cuál es su opinión sobre el futuro de Estados Unidos y del gobierno de Biden?

- Ciertamente, las cosas mejorarán en los márgenes y podremos ir más allá de Trump. Pero me preocupa que la ventana para que Biden haga algo sea muy estrecha. La política estadounidense está construida estructuralmente de tal manera que perjudica a los demócratas, un partido cuya base es mayoritaria en términos de tamaño, pero está demasiado concentrada en las grandes ciudades y en las zonas suburbanas. Biden no hizo más que redoblar la orientación suburbana y no estamos viendo a la clase trabajadora tan comprometida como él la necesita con el partido y su programa. Si los demócratas no cumplen de forma populista a lo grande ahora, van a perder la Cámara y posiblemente el Senado en 2022.

- En su generación no sólo se lucha por cuestiones políticas (y muy pocas son posturas revolucionarias). También, y con mucho peso, están la ecología, las cuestiones de género, el feminismo, y el movimiento “Black lives matter”. ¿Cómo podrían articularse estas cuestiones en una política radical?

- Creo que todas estas son luchas importantes. Hay un valor en cada lucha contra la opresión y por un mundo mejor. Pero el mensaje clave de mi libro es que un avance progresivo más amplio, para que sea sostenible, debe estar basado en la lucha de la clase trabajadora. Los trabajadores siguen siendo la mayoría de todas las sociedades del mundo (concebidos en términos generales como aquellos que tienen que trabajar para otras personas para ganarse la vida, no sólo como la vieja clase obrera industrial). Y lo más importante es que los trabajadores tienen la mayor influencia social para lograr el cambio. Cometemos un error cuando pensamos en la Izquierda como sólo un conjunto de causas progresistas sin un agente (la clase obrera) y un objetivo (el socialismo). No quisiera que olvidáramos nuestras raíces intelectuales en el marxismo y las herramientas de análisis de clase. Sigo aferrado a una visión del socialismo que creo que es fresca y relevante, ¡pero que algunos podrían llamar ortodoxa!

La dimensión regional de Jacobin

La publicación de revistas es una tradición de las izquierdas, tanto intelectuales como políticas, en varios rincones del mundo. Los debates de ideas se plasmaban, y todavía lo hacen, en universidades, foros intelectuales y obreros, bares y también en páginas impresas. Allí, la dimensión cultural de la política y la vida social se combinaba con proyectos de gobierno y apoyos a distintos movimientos y gobiernos de izquierda, o críticas a las consecuencias sociales de un capitalismo creciente desde el análisis de los estilos de vida en los barrios hasta proponer la socialización de los medios de producción. En esa lista podemos incluir, además de la Jacobin de Sunkara, a Les Temps Modernes, fundada por Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre y editada desde 1945 hasta 2019; la británica New Left Review, fuente de debates de la izquierda europea desde 1960; y de estas latitudes Contorno, que salió entre 1953 y 1959; la cordobesa Pasado y Presente, aparecida entre 1963 y 1973, o Pensamiento de los confines, creada en 1995 por Nicolás Casullo.

A ese listado arbitrario y reducido hay que sumar Jacobin América Latina, apuesta que se hace tanto en papel como online (www.jacobinlat.com). De aparición trimestral, la versión en papel es de muy alta factura, con un tema principal por número y una serie de secciones en las que se encuentran debates, reflexiones, análisis de coyuntura y entrevistas. Su primer número, “Capitalismo en cuarentena”, tiene textos producidos desde Argentina, Colombia, México y Brasil, entre otros, y su segundo número, “El laberinto latinoamericano” está a punto de circular. Nicolás Allen, coordinador de redacción de la revista, le dice a PáginaI12 que “con Bhaskar compartimos la idea de que es necesario tender más puentes entre la izquierda estadounidense y la latinoamericana. El proyecto tardó en concretarse –ya se habían lanzado ediciones en Alemania, en Italia, en Brasil y en Inglaterra– porque sabíamos que es un proyecto de otra magnitud, tanto por su escala geográfica como por la complejidad del terreno político regional”, destaca Allen.

Para Sunkara, Jacobin América Latina puede servirle a la izquierda latinoamericana para poner “en conversación las experiencias y los debates que se dan en otros lugares” del globo, y también porque “la aparición de la revista es una forma de conectar grupos dispares en diferentes países de América Latina, como un foro para el debate estratégico”, plantea. Por su parte, Allen sostiene que apuntan a “que la gente que no participa necesariamente de círculos militantes tome interés en las perspectivas de la izquierda, sobre las cuestiones sociales y políticas que atraviesan su vida cotidiana”, se entusiasma el coordinador de redacción, y afirma que buscan “bajar a tierra los debates y mostrar que cuando hablamos del socialismo, estamos discutiendo una serie de ideas relativamente sencillas, y que esas ideas representan una alternativa real capaz de ofrecer soluciones a muchos de los problemas con los que la gente se topa día a día”, concluye Allen.