El fallecimiento del ex presidente Carlos Saúl Menem generó reacciones disímiles en el empresariado. En los grupos de Whatsapp, los avisos fúnebres y las charlas privadas de las últimas horas se trazó una grieta entre los elogios de los ceos históricos, que vivieron los '90 como el acceso directo de la burguesía al poder político en base a un peronismo ultra liberal; y los nuevos referentes del establishment, que se inclinaron por un silencio prudente. Estos últimos son los que aún ven en Cambiemos la posibilidad de prefigurar un noventismo mejorado, igual en buenos modales pero alejado de lo que consideran vicios de los Estados y, sobre todo, distanciado del peronismo. 

Enrique Pescarmona, el líder de IMPSA, publicó un aviso fúnebre elogioso en el diario Los Andes de Mendoza. Algo parecido hizo Bagó, el ceo de los laboratorios, junto a tantos otros gigantes del Círculo Rojo. Pero no hubo en los obituarios palabras públicas de los nuevos hombres y mujeres de negocios, sobre todo los unicornios como Marcos Galperín, de Mercado Libre, o el titular de Globant, Martín Migoya. En el chat Nuestra Voz, que crearon los nuevos líderes del establishment, no apareció mención ni despedida a Menem. "Es que estos chicos nacieron todos después del '99, parece", contó con sorna a Página I12 uno de los pocos empresarios vieja escuela que quedan en ese chat. Tampoco se vieron en redes sociales de los nuevos número uno del poder económico exteriorizaciones elogiosas sobre las artes económicas y políticas del caudillo riojano. 

Esta división, vista desde afuera, parece novedosa, pero hace tiempo cruza a los líderes del empresariado. En la edición del Coloquio de IDEA del 2017, cuando Mauricio Macri ya adelantaba un final complejo de su gobierno, las multinacionales y los jovenes empresarios salieron a bancar fuerte las medidas económicas de Cambiemos. En paralelo, los más viejos empezaron, en ese mismo reducto abiertamente militante de Cambiemos, a buscar alternativas al macrismo. Para esos sectores, aunque no del todo convencidos, fue el PRO en 2015 la mejor opción a un gobierno de Cristina Fernández que ya venía en una dinámica de posiciones políticas claras respecto al manejo del poder. Pero se dieron cuenta rápido que Macri no era Menem, y que había que alimentar a un peronismo decididamente mercado friendly. 

Así, en aquel Coloquio circularon como estrellas fulgurantes el salteño Juan Manuel Urtubey y el entonces senador Miguel Pichetto, que aún no había confluido en Cambiemos. Luego, cuando se aliaron con Roberto Lavagna y el gobernador cordobés Juan Schiaretti, jugaron fichas allí con el apoyo y los dineros de ceos consagrados. A la par, pidieron números, mediciones, que arrojaron un mano a mano de Macri con el kirchnerismo, entonces sin detalles del rearmado que llevó al poder a Alberto Fernandez. Fue lo que finalmente hizo que apoyaron, al menos una parte, a Cambiemos como ultimísimo recurso. Años más tarde, con la economía ya colapsada, la grieta se hizo más visible. Los industriales le quitaron el apoyo a Cambiemos, y lo mismo pasó con sectores otrora alineados. 

Así y todo, el macrismo se quedó con los fieles que aún ven en esa alianza la única chance -con votos- de sostener un proyecto moldeado en el interés corporativo. En esa lógica, también, hay una evolución. Los ceos pro Cambiemos saben, primero, que como Menem, Macri es hoy mala palabra para el grueso de la población, razón que los lleva a militar por las ideas del partido y los candidatos alternativos. "Hoy, Macri es el Menem de principios de los 2000, con algo de voto fijo, pero nula chance de incrementar volumen", relató a este diario uno de los ceos de la renovación. 

Esos empresarios mantienen diálogo constante con líderes del PRO. Muchas de esas charlas se dieron en el verano esteño, que tuvo a varios dirigentes de Cambiemos y ex ministros, como Guillermo Dietrich y el ex jefe de Economía, Nicolás Dujovne, en las mesas. En los chats internos del PRO también hubo cautela con Menem, coincidiendo de algún modo con la lectura de que, socialmente, sus políticas serían intolerables desde lo social por lo cual es mejor tomar distancia de su figura, más allá de los saludos protocolares que hizo el propio Macri. 

Cuentan que Galperín no está ajeno a ningún detalle y es un desapasionado de la política a la antigua. Fiscalizó elecciones para Cambiemos, pero cree que Menem es pasado irrepetible y que Macri es nocivo para la supervivencia de la alianza opositora. Los más viejos, en tanto, ya le dieron las hurras definitivas a Macri y siguen añorando aquel noventismo amable. O un peronismo moldeado en otros parámetros.