¿Se puede seguir pensando actualmente el malestar en la cultura tal como lo planteó Freud en 1930?

Esta pregunta me surgió luego de ver la película El tigre blanco basada en el libro escrito por Aravind Adiga, novela ganadora del Premio Booker, estrenada hace unos días. Retrata de manera impecable la vida en la India en sus aspectos más terribles en cuanto a las castas sociales que imperan, por lo menos, desde hace tres mil años. Recordemos que son cinco las castas: brahmanes, kshatriyas, vaishyas y sudras y dalits. Estos últimos son los que están más bajos en la estratificación social. Estas castas son absolutamente rígidas al no existir la movilidad social como conocemos en occidente.

En una breve síntesis, el argumento nos muestra a Balram, personaje central de la cinta, con una ambición personal de salir de la casta a la que pertenece. Se lo nota muy inteligente para relacionarse con una familia poderosa y lograr ser el chofer de ellos. De esta manera sale de la aldea en donde fue criado para llegar a la ciudad. Sin ánimo de “spoilear” la película, el mensaje que deja, a mi entender, es absolutamente isomorfo, con la realidad neoliberal que está viviendo gran parte del planeta.

El neoliberalismo es la fase del capitalismo que comienza en los años ‘80 del siglo pasado. Algunas consecuencias en la subjetividad de los individuos en esta nueva fase son las siguientes: pasamos a ser consumidores de un mercado que precisa el recambio permanente de los objetos ya que estos, en muy poco tiempo son obsoletos. Así como los objetos son desechables, el sujeto también tiene esa característica. Se resalta el individualismo en el registro narcisista poniendo en primer plano la imagen como el ideal a alcanzar. La tradición es atacada diluyendo la historia subjetiva y comunitaria. El historiador Fukuyama hablaba del fin de la historia.

Aldous Huxley, en su novela “Un mundo feliz”, editada en el año 1931, se adelanta en forma clarividente a lo que sucede 50 años después. La novela nos habla de un mundo entonces futuro y ahora actual, deshumanizado, en el que la sociedad está dividida en un sistema de castas en el que los individuos están creados y alterados genéticamente. Describe un mundo futurista, utópico, altamente regulado y tecnológico. Dice además que el consumo se ha convertido en el motor de nuestro siglo con la creencia extendida de que el consumo excesivo y la obtención continua de bienes materiales nos harán más felices. Todo esto excluye el amor, los sentimientos o las experiencias que nos hacen sentir vivos para dar como resultado individuos consumistas de bienes y manipulados para “sostener” el sistema.

Retomo acá la pregunta sobre el malestar. En ese ensayo Freud habla sobre la tensión que se produce en el individuo al tener que reprimir las pulsiones sexuales más primitivas (parricidio e incesto) para convivir con sus congéneres y de esa manera poder sublimar y elaborar el pacto social. Pero hay algo más en relación a la relación individuo- cultura. El Otro --la cultura-- representado por la historia, la tradición, el lenguaje, es interpelado permanentemente por lo nuevo. Esa es la lucha generacional planteada desde tiempos milenarios. Esta lucha histórica, actualmente está desapareciendo fundamentalmente por la tecnología.

La evolución de la Tecnología: desde 1969, cuando se creó ARPAnet hasta el día de hoy, con el establecimiento de las redes sociales, han transcurrido solamente 50 años. Según algunos expertos, esta nueva forma de comunicación produjo una revolución en la humanidad.

Mas allá de ser una herramienta excelente tiene sus aspectos negativos: el semiólogo italiano Franco “Bifo” Berardi afirma que en la actualidad los individuos son inundados por estímulos de todo tipo que reciben sin tiempo para reflexionar. También marca las dificultades que traen las pantallas, ya que en ese encuentro no se produce la empatía necesaria con el otro. Un ejemplo muy claro de esto fue durante la guerra de EE.UU. contra Irak, en donde gran cantidad de la población mundial veía por televisión este horror como si fuera un video game actuando como barrera defensiva frente a la visión del terror.

Parafraseando a Silvia Bleichmar, la Subjetividad, en cuanto memoria, afectos e identificaciones está siendo bombardeada dejando al Sujeto en un estado de desamparo que lo obliga en gran cantidad de casos a defenderse y protegerse en un consumo excesivo de sustancias tóxicas, notamos el aumento de depresiones e intentos de suicidios en personas jóvenes y el incremento de autismo en niños/as.

Por estos motivos es imprescindible que los psicoanalistas podamos escuchar e intervenir en distintos lugares como el consultorio, hospitales, poder judicial, escuelas y otras instituciones, es decir, donde esté el sufrimiento humano para poder esclarecer distintos vínculos que están siendo arrasados en nuestros días.

Carlos Tewel PhD es miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.