Una historia en el desierto, invadida por el silencio y la soledad, parece haberse convertido en el objeto de culto del entorno completamente opuesto: Buenos Aires. Como funcionan casi todas las cosas fue estrenada en noviembre de 2015 por el director Fernando Salem, y año y medio después sigue exhibiéndose ante la procesión de quienes quieren saber de qué se trata eso que funcionó tan bien durante un año en el Malba y, más cerca en el tiempo, en el C.C. Matienzo. Un fenómeno extraño en el cine argentino, donde el éxito se cimentó alrededor de un circuito alternativo y novedoso, sumado a la recomendación viral: amigos que le dijeron a amigos, chicos que llevaron chicas o viceversa; y así, durante todo ese tiempo.

Salem, realizador de Zamba, había debutado en cine con el corto Trillizas propaganda. También escribió para el ciclo Mentira la verdad, de Canal Encuentro, y trabajó bajo las órdenes de Francis Ford Coppola en Tetro. A éste, su primer largometraje, le tiraron premios por la cabeza: desde el Festival de Mar del Plata hasta los Sur reconocieron la dirección y el reparto, armado con una selección de actores del teatro off porteño.

Una historia sórdida y profunda, tan existencial como delirante, centrada en una chica que trabaja en un peaje perdido en el desierto argentino y sale a buscar a su madre abandónica después de que muere su papá. Va por los pueblitos, donde vende una enciclopedia que ofrece respuestas a todas las cosas. Pero cuando parece que todo abrevará en el golpe bajo de la historia lastimera, aparece el humor como rescate emotivo: “Es un mecanismo de escape al dolor y a la tragedia –dice Salem–, y también un gran lazo de complicidad con el espectador”.

Verónica Gerez, la actriz principal, es en realidad cantante. Salem la conoció viendo por YouTube un video de Pequeña Orquesta de Trovadores, su banda, y le escribió por Facebook. Una mecánica similar a la del resto de un scouting en el cual aparecieron luminarias del off porteño como Esteban Bigliardi, Rafael Spregelburd, Pilar Gamboa, María Ucedo, Marilú Marini y Miriam Odorico: “No teníamos presupuesto, así que decidí gastar el dinero para un director de casting en entradas de teatro independiente. Y así conocí a casi todos. Lo aprendí de Coppola, que no hacía selecciones: se sentaba a morfar con los actores”.

¿Por qué el film se convirtió en objeto de culto? “Pensamos la peli en una escala pequeña y como  producto cultural”, afirma Salem. “Hay gente del cine, el teatro y la música, y eso abrió el abanico. Y decidimos ir con los actores y los técnicos a las proyecciones para charlar con el público, lo cual le dio una dimensión más humana.”

Aunque hay otro elemento tan o más importante: el apoyo estatal a través del financiamiento del INCAA, y la formación que Salem tuvo en la ENERC, organismos cuestionados por el gobierno actual. “Me duele pensar que no podamos contar nuestras historias y que sólo se filmen las películas redituables. Lo que se pone en riesgo no es el cargo de una persona, sino cómo un país se cuenta a sí mismo por fuera de la industria comercial. Gracias a estas obras nos conocen en todo el mundo.”