Muriel Rébora se mueve con el sol, vive sin invierno. De los doce meses del último año, pasó nueve en las playas de Costa Rica, Panamá, Nicaragua, Guatemala y México: “Quería calor y mar, quería aprender a surfear y bucear, pero no planeé más nada. Ya tenía muchas de las canciones y quería entrelazarlas de alguna manera con el viaje”. Había recorrido kilómetros con Alai, donde tocaba la batería y cantaba, y también con Fuerza Bruta y El Choque Urbano, además del trabajo de documentalista que la llevó a otros lugares. “Pero me iba y volvía porque tenía mi banda, una casa, el mejor gato del mundo... anclas”, dice quien desde que tiene memoria fantaseó con el viaje como estilo de vida.

A los 18, buscó sin éxito becas para estudiar artes audiovisuales a Inglaterra. En 2014, tras pelear diez años en el under, dejó Alai. Al año siguiente la contrataron a través de Freelancer.com para un proyecto en Londres. Fue tres meses, trabajó, le pagaron con una Macbook Pro y alucinó con su isla de edición portátil. Se había convertido, sin saberlo, en una nómade digital. “Cuando estaba en Europa hubo elecciones en Argentina. Volví en noviembre, a tiempo para perder la segunda vuelta”, dice y compara el presente con lo vivido en los ‘90. “Me veía en esa misma Argentina pero a mis 30 y me angustiaba. El 23 de diciembre de 2015 tomé la decisión: mis anclas ya estaban levadas y mis circunstancias personales, combinadas con la situación que veía venir en el país, me decían a gritos que estaba todo dado para cumplir el sueño de salir de viaje.”

Sin destino final, armó una “mochila-productora” en la que guardó lo indispensable para grabar, y cerró la puerta de su casa. Tejió redes con los lugareños y los lugares, y lo mostró con videos y textos en el blog Sininvierno.com. Cenotes, palmeras, árboles, rocas, flores y el mar del Caribe son la escenografía de cada video, que la muestra tocando en simultáneo los instrumentos de cada canción. Baila, surfea y, cuando canta, lo hace con una vincha naranja tejida, especie de objeto de poder obsequio de una amiga vasca que conoció en Buenos Aires y con quien se reencontró en Costa Rica.

Por esas decisiones del destino, traducidos en relatos, Muriel se las ingenió para salirse con la suya. “De golpe pertenecía a una categoría de la que nunca había escuchado y eso me hacía sentir menos sola, justamente, antes de dar el salto”, dice. En marzo dio la primera conferencia en DNX Nómade Digital en Buenos Aires y todavía le falta vivir otro año sin invierno. El movimiento sigue en la piel errante de Muriel, con algún plan y sin la intención de llegar.