Por Diego Mazzoccone*

“China, al igual que cualquier país que aspire a seguir desarrollándose, precisa de un escenario internacional estable y cooperativo”, dice en diálogo con Página/12 Gabriel Shan, funcionario del Departamento Internacional de la Liga de la Juventud del Partido Comunista de China. Desde esa institución, Shan estuvo durante muchos años a cargo de las relaciones con América Latina y recibió en China a delegaciones de jóvenes políticos, académicos y empresarios destacados de la región, además de participar en comitivas de jóvenes chinos que visitaron América Latina. Estos intercambios son para él fundamentales, ya que sirven para “vivir en persona la cultura y la realidad de otra parte y dialogar libremente con otros jóvenes”, lo cual es “una manera muy eficaz de conocer la realidad, una precondición indispensable para ejercer plenamente la libertad de pensar”.

Actualmente Shan se encuentra en China, desde donde escribe la tesis del Doctorado en Ciencias Sociales que cursó en la Universidad de Buenos Aires. Como conocedor de Argentina y América Latina, en esta conversación dio sus opiniones sobre las relaciones entre nuestra región y China, sobre el centenario del Partido Comunista de China, sobre su experiencia de vivir en nuestro país y sobre su visión del escenario político argentino. “Si el peronismo abogaba por la Tercera Posición en sus primeros años, tal vez es hora de volver a hacerlo y encontrar una que permita hacerle llegar al consenso a todo el pueblo”, reflexiona Shan.

- ¿Cuál es la importancia de los intercambios entre jóvenes de China y América Latina para el conocimiento mutuo y las relaciones bilaterales?

Creo que el valor de los intercambios entre los jóvenes de China y América Latina es fundamental. Con la lejanía geográfica y las asombrosas diferencias políticas y culturales, conocerse mutuamente ha sido un cuento chino para los pueblos de ambas partes. Hasta hoy día, a pesar de las tecnologías de comunicación disponibles que acortan virtualmente nuestra distancia, todavía no permite acceder a información de primera mano sobre la otra parte por lo que falta todavía enriquecer y diversificar los conocimientos recíprocos. En este sentido, celebrar los intercambios de jóvenes entre China y América Latina, para que puedan vivir en persona la cultura y la realidad de la otra parte y dialogar libremente con otros jóvenes sobre temas de interés para ambas partes es una manera muy eficaz de conocer la realidad, una precondición indispensable para ejercer plenamente la libertad de pensar. Muchos jóvenes de América Latina que participaron de dichos intercambios ahora contemplan las relaciones de sus países con China con perspectivas más constructivas, y muchos jóvenes chinos, al haber entendido mejor las generalidades del continente latinoamericano y las particularidades de los países, ahora impulsan las cooperaciones bilaterales de modo más fluido y articulado. Yo, por ejemplo, me he beneficiado bastante de esos intercambios.

-En 2021 se cumplen cien años de la creación del Partido Comunista de China (PCCh) ¿Cómo fue su fundación y cuáles fueron los objetivos que se plantearon?

Es muy interesante conocer la fundación del PCCh, a la que en mi opinión contribuyeron mucho las entonces potencias capitalistas que hoy día, paradójicamente, se obsesionan porque China tire al basurero el comunismo y que se incorpore al bloque capitalista. Sabemos que después del estallido de la guerra del opio en 1840, la dinastía Qing les vendió todo lo que pudieron vender del país a los invasores capitalistas occidentales a cambio del mantenimiento del corrupto sistema feudal. Los chinos progresistas de distintos sectores, todos desfavorecidos por dicho sistema y a su vez ansiosos de salvar la nación de la explotación imperialista, procuraron la transformación de diversas maneras. Entre esos esfuerzos, hubo dos que fueron liderados por la burguesía nacional que intentaba sustituir el sistema feudal por la democracia capitalista. Sin embargo, en ambas ocasiones, cuando la burguesía pidió apoyo a los capitalistas occidentales presentes en el país, estos se negaron a echarle la mano porque veían la vieja estructura social más favorable a la profundización de su colonización en China. En tal contexto, los decepcionados progresistas chinos acudieron a la experiencia soviética y por sorpresa encontraron que el marxismo era más adaptable a las condiciones del país donde tras dos milenios del feudalismo la burguesía era muy débil y la mayoría de la población vivía de la agricultura, con una calidad de vida nada decente, que constituía la matriz del proletariado. De ahí la rápida expansión de los estudios marxistas y la vigorosa creación de los grupos pro-comunistas en todo el país, que se cristalizaron en el nacimiento del PCCh en julio de 1921.

-¿Cuáles eran los objetivos iniciales del PCCh ?

Sugiero quitar “iniciales” ya que los objetivos del partido, a mi entender, no cambiaron a lo largo de los cien años. Revitalizar la nación, como implica el término “sueño chino”, es la piedra angular de los objetivos que más allá de conducir el PCCh, ha cohesionado a la población porque ninguno de nosotros quiere volver a la época de pobreza e invasiones. Son objetivos endógenos, derivados de nuestra propia historia y que todavía falta mucho para alcanzar.

-En América Latina los conocimientos sobre el PCCh son muy pocos y parciales. ¿Cómo ven los chinos de hoy en día el desempeño del PCCh a lo largo de los 100 años?

No sé si un militante del PCCh como yo puede contestar esta pregunta de manera convincente para ustedes, pero trato de hacerlo. La gente suele analizar un tema en función de sus previas experiencias o conocimientos. Cuando un latinoamericano observa el PCCh, los materiales que le sirven de brújula vienen de los movimientos marxistas, comunistas hasta maoístas que vivió él en persona o aprendió de su alrededor. No obstante, en la historia de la humanidad podemos descubrir bastantes ejemplos de que las cosas que comparten el mismo nombre no son necesariamente idénticas. El vino de Mendoza es muy rico, el vino de Shandong (provincia de China) no lo es tanto, pero lamentablemente ambos se llaman “vino”. Yo tomé el mate en la CABA, luego crucé el charco y probé otro trago en Colonia. Incluso un chino como yo podía notar que son distintos. Si ustedes tienen la paciencia de hacer un minucioso repaso a estos 100 años, se darán cuenta de que el PCCh ha sido un gran innovador. Respetaba las teorías marxistas, pero en lugar de llevarlas a cabo literal y mecánicamente, las aclimataba a las condiciones particulares del país. En eso reside, pienso yo, la clave de su éxito. Hubo latinos que me preguntaban ¿por qué China no puede ser una democracia como sus países? Es que los chinos entendemos la evolución de la humanidad por etapas. Cada etapa, condicionada por las infraestructura y superestructura disponibles, tiene una misión determinada. La etapa en que nos encontramos busca un desarrollo acelerado, sostenido y equilibrado, que permite ofrecer suficientes recursos de supervivencia a los 1.400 millones de habitantes –no se enfoquen sólo en Beijing o Shanghai. La democracia emparejada debe garantizar antes que nada la eficiencia y articular la fuerza de todos los sectores para realizar los grandes programas de desarrollo. En este sentido, esa democracia aún no permite el “lujo” de basarse en la competencia sino en la colaboración. La llamamos “democracia consultiva” con la que cada sector, comunista o no comunista, tiene un espacio para contribuir a tal desarrollo mientras supervisa el desempeño del oficialismo. Una vez superada la etapa actual, con infraestructura y superestructura más avanzadas, innovaremos la democracia para que escolte la misión de la próxima etapa.

-¿Cuál es la clave para que ese sistema funcione?

Esta fórmula funciona acá gracias al consenso popular de hacer realidad el sueño chino, lo cual tiene que ver no sólo con las instrucciones políticas del PCCh sino también con el legado de la civilización milenaria de la nación. Los chinos nos sentimos satisfechos y felices siempre y cuando veamos un horizonte esperanzador. Además, nunca creemos en la democracia “universal”, sino democracias que puedan empoderar a los pueblos, por variadas condiciones que tengan, a conseguir el bienestar que les merece. Como decía el filósofo griego Heráclito, lo único constante en el mundo es el cambio. En tal sentido, sólo las democracias con espíritu innovador que sepan adaptarse puntualmente a los cambios pueden satisfacer siempre a la gente.

-¿Cuáles son los nuevos desafíos y objetivos que tiene PCCh para los próximos años?

Los objetivos generales, como ya dije, siempre son los mismos. Y también tenemos objetivos específicos a corto y mediano plazo. En octubre de 2020, el PCCh publicó un proyecto para el XIV Plan Quinquenal (2021-2025) y perspectivas de desarrollo para 2035. En ese documento, se prevé que antes de llegar a 2035 las capacidades económica y científica del país se incrementen a un nuevo récord histórico; se buscará profundizar la apertura del mercado doméstico al exterior; también se buscará que los derechos a la participación y al desarrollo de la población queden plenamente garantizados sobre la base del principio de igualdad; que el volumen de la clase media siga avanzando y el PIB per cápita alcance al promedio del nivel de los países desarrollados. Acuérdense que hacer un plan viable y cumplirlo estrictamente es una característica destacada del sistema comunista.

Con respecto a los desafíos, el PCCh también los definió en el mencionado documento. En los últimos años las relaciones internacionales sufrieron muchas vicisitudes. El unilateralismo, el proteccionismo, el hegemonismo... no sólo repuntaron sino que inundaron muchos lugares del mundo. China, al igual que cualquier país que aspire a seguir desarrollándose, precisa de un escenario internacional estable y cooperativo, pero aún no se despejó la incertidumbre de si avanza más la actual contracorriente. Dentro de las fronteras, para los próximos años, el PCCh debe sacar adelante la estructuración económica, minimizar la brecha de ingreso entre la zona urbana y la rural, consolidar la producción agrícola, mejorar la calidad del desarrollo, entre otras tareas cruciales.

-¿Cómo fue su experiencia en Argentina y cuál es su opinión sobre el país?

Fue una experiencia que califico de inolvidable para toda la vida. Si bien no fue la primera vez que fui a la Argentina, la duración de esta estadía sí fue la más larga. En la Facultad los profesores y compañeros eran muy amables, me impresionaron la calidad de los seminarios y la dedicación de los docentes. Los amigos que había conocido por los intercambios políticos me recibieron con la típica calidez latina y conocí a nuevos amigos que me enseñaron mucho de la cultura argentina. También tuve la oportunidad de visitar diferentes provincias comprendiendo poco a poco que este país es un mosaico de paisajes, comidas y folklores ricos y admirables. Lo de la CABA es emblemático, pero no es la totalidad. Tuve la suerte de vivir de cerca las elecciones presidenciales de 2019. Recuerdo que la noche del 27 de octubre fui a pasear por el Obelisco y era un mar de personas, con banderas, bocinazos y cacerolazos, esperando al resultado electoral. Me puse en medio de la muchedumbre. De repente, un grupo frente a mí empezó a exclamar: “¡Sí se puede!” A mi espalda, casi simultáneamente, gritó otro grupo: “¡No se pudo!”. Estuve en el epicentro de la tormenta que me enseñó perfectamente la división de la opinión pública del país. Argentina fue uno de los países más prósperos del mundo a inicios del siglo XX, eso lo saben hasta los chinos de la calle. Hoy todavía lleva alta potencialidad de desarrollo porque no le faltan ni los recursos materiales ni los talentos capacitados por el mejor sistema educativo de la región. Lo que le falta, según mi observación, es la clave para activarlos. Esto explicaría la división de la sociedad, ya que cada parte tiene fe en su propia posición mientras desprecia la de la otra parte. Si el peronismo abogaba por la Tercera Posición en sus primeros años, tal vez es hora de volver a hacerlo y encontrar una que permita hacerle llegar al consenso a todo el pueblo.

*Director Ejecutivo del Centro Latinoamericano de Estudios Políticos y Económicos de China (CLEPEC).