Desde Berlín

Ni Navidad, ni Año Nuevo y ahora tampoco habrá celebraciones de Pascuas. Algo que estaba bastante fuera de los cálculos de todos los europeos, y particularmente de los alemanes, para los que estos feriados son la antesala a la primavera con vacaciones en las playas propias y ajenas como en su destino favorito, Palmas de Mallorca.

En cambio, este lunes, reunida hasta altas horas de la madrugada en una encuentro que duró 11 horas hasta este martes, la abatida canciller Angela Merkel junto a sus ministros de los Estados Federados, decretó el confinamiento más duro desde el inicio de la pandemia hace un año.

Del 1 al 5 de abril inclusive, es decir, desde el Jueves Santo hasta el lunes de Pascua, la vida pública, privada y económica se reducirá a lo mínimo indispensable a fin de tratar de seguir frenando lo que ya denominan la tercera ola de la pandemia. Así, hasta las reuniones y las comidas al aire libre con las que muchos especulaban (apostando a los rayos de sol que empiezan a salir gracias al cambio de estación que tampoco es muy radical ya que las temperaturas continúan bajas y la semana pasada hasta nevó copiosamente en Berlín) quedan totalmente prohibidas. Mismo el encuentro de miembros de distintas casas. Sólo podrán abrir los supermercados y las farmacias. Ni restaurantes, ni locales, ni bares, ni puestos de bebidas en la calle (algo que se había puesto de moda). Todas restricciones que entraron en vigor desde finales de 2020 y que se prolongarán hasta el 18 de abril inclusive.

Además, Alemania obligará a todos los viajeros a hacerse un test PCR negativo al llegar al país desde cualquier lugar del mundo, aunque no sea considerado zona de riesgo.

La decisión sobre los viajes desde el extranjero está relacionada con la polémica en torno a las vacaciones de Semana Santa en Mallorca, cuya demanda se había disparado después de que las autoridades alemanas sacasen a las Islas Baleares de la lista de zonas de riesgo, lo que eliminaba la obligación de presentar una prueba PCR y guardar cuarentena.

"Desaconsejamos todos los viajes al extranjero, en general todos los viajes que no son estrictamente necesarios", señaló tras la reunión Merkel, en una rueda de prensa que comenzó poco antes de las 3 de la madrugada de ayer. También destacó que descartan aperturas adicionales si el número de infecciones crece exponencialmente, incluso por debajo de una tasa de incidencia de 100.

Lo que viene preocupando sobremanera al gobierno alemán es la variante B.1.1.7 del coronavirus más infecciosa y probablemente también más peligrosa, descubierta en Gran Bretaña, que está desplazando cada vez más a otras formas del virus. Según un informe del Instituto Robert Koch (RKI), la fuente más importante de consulta, actualmente representa el 72% de todos los casos. Esto significa que ahora se encuentra en aproximadamente tres de cada cuatro muestras. En cambio, la propagación de la variante B.1.351 (detectada por primera vez en Sudáfrica) está disminuyendo, mientras que la variante P.1 (detectada por primera vez en Brasil) sigue detectándose sólo esporádicamente.

Vacunas y actividad económica

Inmediatamente después de los alcances del lock down, la aplicación de las vacunas y la actividad económica, obviamente son lo que más preocupa a la población en general. Básicamente porque el Estado preparó sofisticados y costosos centros de vacunación que al no tener el suficiente volumen de vacunas, se encuentran prácticamente vacíos. Y porque algo que parecía impensado, que el Estado alemán pueda seguir apoyando económicamente como lo viene haciendo hasta ahora a trabajadores independientes o negocios gastronómicos, pueda ser sostenible en el tiempo conforme siga el encierro.

La crisis del coronavirus frenó fuertemente el consumo privado en Alemania. Según informó el lunes la Oficina Federal de Estadística, el año pasado, los hogares gastaron un 5,0% menos que el año anterior en términos reales. Se trata del descenso más fuerte desde 1970, con una caída del gasto en casi todos los ámbitos, especialmente durante el primer semestre. En el primer confinamiento cayeron, entre otros, los gastos de viaje en tren y avión, así como las visitas a restaurantes y obviamente todo lo relacionado a las actividades culturales que son el fuerte de la capital alemana (conciertos, exhibiciones en museos, festivales de cine, música, teatro, literatura, arte y eventos deportivos). Como así también la enorme cantidad de estudiantes de todos los niveles que vienen a capacitarse en las prestigiosas universidades que pasaron todas a formato online con lo que dejaron de resultar tan atractivas, por no poder otorgar, la experiencia completa de vivir y estudiar en otro país.

En tren de dar noticias positivas, una buena es que autorizaron la vacuna de Astrazeneca que había sido prohibida por temer efectos secundarios en mayores de 65 años. La Agencia Europea del Medicamento (EMA) considera que los beneficios de la vacuna son significativamente mayores que los riesgos. Con lo cual, el ministro alemán de Sanidad Jens Spahn (CDU) que la había suspendido provisionalmente hace diez días, volvió a autorizarlo el jueves pasado.

Mientras que otra buena nueva es que llega al mercado de la Unión Europea una cuarta vacuna que encima sólo requiere una sola dosis y es la del fabricante estadounidense Johnson & Johnson.

Volviendo a las Pascuas y a los usos y costumbres del pueblo alemán en general, o por lo menos el de las grandes ciudades, acá el culto del balcón, lujo absoluto quien puede decir terraza , es algo muy valorado, y sólo alguien que haya vivido estos crudos inviernos sabe lo que esto significa, con lo cual junto con las escuelas, hace algunas semanas se había decretado la apertura de viveros y florerías para crear aunque sea, poder crear la propia primavera en casa. Veremos si queda alguna flor en pie luego de las medidas anunciadas, ya que hasta estos negocios supuestamente deben volver a cerrar.