La ficción es un río cuyo curso nadie puede interrumpir, salvo que la vida humana se extinguiera. Imaginar mundos alternativos, narrar hechos que en realidad no sucedieron, es el combustible de las ucronías, el género literario de la especulación que propone una reinterpretación del pasado. ¿Qué hubiera ocurrido si el inca Atahualpa (1500-1533) hubiera conquistado Europa, derogado el decreto de expulsión de judíos y moriscos en España, hasta imponer la religión del Sol? En la novela Civilizaciones (Seix Barral), el escritor francés Laurent Binet juega en el tablero de la historia alternativa a caballo de una imaginación sin fronteras, donde conviven los diarios de Cristóbal Colón con las cartas entre Tomás Moro y Erasmo de Rotterdam. Como un ajedrecista avezado, mueve a los personajes con su propio método: una combinación verosímil entre la crónica y la invención. El “nuevo” mundo es Europa (Portugal, España, Francia); el “viejo” mundo está integrado por el Imperio Inca, México y Cuba. Los conquistados devienen conquistadores. Y viceversa.

Colón fracasa en el “viejo” mundo y como no puede regresar a España escribe sin consuelo: “voy desnudo, como un perro vagabundo, casi ciego, sin nadie que me atienda”. Atahualpa –que no es asesinado por los españoles- desembarca en Portugal en 1531 y logra conquistar el continente europeo de la mano de su propia audacia y del magisterio pragmático de Maquiavelo: “Nada hace tanto a un príncipe como las grandes empresas y que sirva de excepcional ejemplo”. El reinado de Carlos V se resquebraja por problemas económicos, la Inquisición declina y el catolicismo pierde protagonismo como religión principal. Si Atahualpa ayuda a los judíos y teje una alianza con Francia, es para sumar aliados a medida que avanza. El régimen que impondrá será más tolerante en lo religioso y estará basado en el reparto de tierras a los campesinos. Binet es el novelista de los detalles inventariados por la imaginación: Tiziano pinta un retrato de Atahualpa; las tesis de Lutero se convierten en las “95 Tesis del Sol”, y los aztecas toman París y construyen una pirámide en el patio del Louvre.

Binet (París, 1972) es un viejo conocido en el territorio que explora los cruces entre la historia y la ficción. En 2010 publicó su primera novela HHhH (Seix Barral), acrónimo de la expresión alemana Himmlers Hirn heißt Heydrich (“el cerebro de Himmler se llama Heydrich”), en la que reconstruye la “Operación Antropoide”, organizada por la resistencia checa en el exilio de Londres, para asesinar en Praga a Reinhard Heydrich, jefe de la Gestapo nazi, segundo al mando de las SS apodado “la bestia rubia”, el ideólogo de “la solución final”, esa escalofriante maquinaria que mató a millones de judíos. Los héroes de uno de los mayores actos de resistencia de la historia humana fueron el checo Jan Kubis y el eslovaco Josef Gabcik. El escritor francés recibió el premio Goncourt por su primera novela, que fue publicada en más de 35 países y adaptada al cine por el cineasta francés Cédric Jimenez.

Seis años después salió La séptima función del lenguaje (2016), novela policial narrada en clave paródica que toma como punto de partida la tarde del 25 de febrero de 1980, cuando el crítico francés Roland Barthes, después de almorzar con el líder socialista François Mitterrand, el futuro presidente de Francia, fue atropellado por una camioneta. Luego de un mes de internación, el autor de Fragmentos de un discurso amoroso murió por complicaciones pulmonares. El “giro benetiano”, en esta novela, consiste en postular la hipótesis que a Barthes lo asesinaron. El inspector Bayard, bajo el imperativo de alcanzar la verdad, investigará a un puñado de intelectuales entre los que se encuentran Michel Foucault, Jacques Lacan, Gilles Deleuze y Umberto Eco.

El germen de Civilizaciones, que recibió el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, surgió en la Feria del Libro de Lima en 2015, un viaje que le permitió al escritor francés descubrir muchos aspectos sobre los indígenas precolombinos, especialmente los incas, como también acerca de la conquista de Francisco Pizarro. Cuando volvió a París con el embrión de un entusiasmo incesante, le regalaron un libro del escritor y geógrafo estadounidense Jared Diamond, Armas, gérmenes y acero. En un capítulo sobre Atahualpa y Pizarro, Diamond se pregunta por qué Pizarro llegó a Perú para emboscar a Atahualpa y por qué no fue Atahualpa a Europa para capturar a Carlos V. Ese interrogante lo impulsó a conjeturar las condiciones en las que Atahualpa habría podido conquistar Europa. Estructurada en cuatro partes, la primera es una suerte de “saga nórdica” en la que se explicita que antes de Colón, los primeros que llegaron a América fueron los vikingos, de quienes los incas adoptarían algunas creencias, y también las armas que les facilitarían extender su dominio al imperio español.

Civilizaciones se encamina a transformarse en una serie de televisión. Binet quería convencer a Alfonso Cuarón para sumarse al proyecto, pero en la entrevista con Página/12 no quiere confirmar nombres. “Estamos en la primera etapa del proyecto. Voy a dejar a un guionista profesional a cargo, pero igualmente estaré involucrado de cerca en el proceso. Estoy muy emocionado porque llegamos a un acuerdo verbal con un guionista mexicano, quien además es un gran novelista. Pero por ahora no quiero comentar o decir más ya que el acuerdo no está del todo cerrado”, asegura el escritor francés, profesor en la Universidad de París III.

-”La Historia es la única verdadera fatalidad: se la puede releer en todos los sentidos, pero no se la puede reescribir”, plantea hacia el final de HHhH. ¿Se podría pensar Civilizaciones como un intento de reescribir la Historia a través de la ucronía de imaginar al último soberano inca como conquistador de España y Europa?

-En realidad, cuando digo que la Historia no puede ser reescrita, hay que entenderlo como una metáfora: obviamente podés reescribir la Historia cuanto quieras, de esto se trata la ucronía o la Historia alternativa. Pero no se puede cambiar el pasado, esto es lo que quise decir. Entonces lo único que se puede hacer es especular con las condiciones que hicieron a la Historia; entiendo que son las que hicieron real una posible historia entre miles de posibilidades. Esto es, en mi opinión, un juego estimulante para entender de qué está hecho nuestro mundo y también para comprender que no existe un destino. La mayoría de los eventos en el mundo, a pesar de ser la consecuencia de movimientos muy pequeños de grandes estructuras de civilizaciones, ocurrieron por una razón principal: el azar.

-¿Cómo fue la experiencia de escribir los “fragmentos” del diario de Cristóbal Colón? ¿Qué documentos o textos sirvieron para darle verosimilitud?

-Gracias a Bartolomé de las Casas tenemos el verdadero registro de Cristóbal Colón y por eso mismo es un modelo muy fiable para imitar. De hecho, fue una tarea muy sencilla, Colón estaba muy obsesionado con una cosa: encontrar oro para llevarle al rey y a la reina. Al final sentí que podía escribir infinitamente como él y nadie sabría si lo escribí yo o él. Pero para “asegurar la imitación” utilicé muchas frases textuales de su diario, las cuales reorganicé de tal manera que pudieran encajar con mi historia alternativa.

-En la novela, a partir de la llegada de Atahualpa a Europa, comienza una “vasta empresa de redistribución”, en la que se destaca, por ejemplo, que cada comunidad estaba obligada a alimentar, albergar y cuidar a los inválidos, a los viejos, a las viudas y a los enfermos. ¿Qué aspectos de la civilización y la cultura inca permiten plantear como hipótesis una suerte de “socialismo” más igualitario o menos desigual?

-El sistema inca tenía al menos dos cosas que podrían considerarse como un sistema proto-socialista. Por un lado, esa especie de seguridad social que obligaba a toda la comunidad a cuidar a los enfermos, los ancianos, las viudas y los huérfanos. En segundo lugar, la gestión de la tierra, la cual no era posesión de algún señor feudal sino asignada a cada comunidad de acuerdo a sus necesidades y con un alto nivel de planificación. No obstante, el sistema inca no debería ser idealizado: era un orden piramidal con cero democracia en su interior.

-¿De qué manera evitó que la novela caiga en la idealización de los indios?

-Fue bastante simple: hice que Atahualpa se comportara igual que Cortés y Pizarro. Por ejemplo, cuando Atahualpa ordena la matanza de Toledo, él hizo lo mismo que Cortés en Cholula, porque en los dos casos fueron advertidos de que iban a ser arrestados por los propios nativos. Por otro lado, cuando él ayuda a los judíos y a los musulmanes oprimidos en España, una vez más sigue los pasos de Cortés, quien ayudó a las tribus oprimidas por los aztecas con el objetivo de encontrar aliados para combatir al imperio local.

-¿Cómo es escribir una novela con personajes reales y que existieron como Atahualpa, Erasmo, Tomás Moro o Michel de Montaigne, pero puestos en escenarios o circunstancias imaginadas?

-La verdad es que es muy divertido: te sentís como dios porque podés matar a Colón o a Carlos V cuando quieras. Y eso hace que la historia vaya más rápido porque son personajes ya creados: no es necesario describirlos durante varias páginas.

La audacia de Binet se consuma en la cuarta parte de la novela, titulada “Las aventuras de Cervantes”. Emular el estilo del Quijote no implica copiarlo literalmente sino reescribirlo subvirtiendo las coordenadas geográficas del clásico para lanzar al escritor español hacia América. “En un barrio de Madrid cuyo nombre no quiero acordarme, vivía, no hace mucho tiempo, un albañil, de esos que son hijos de labrador, tienen la dote de una joven esposa tan bella como robusta y la suficiente fortuna como para tener al alguacil, al sargento y al alcalde en el bolsillo”, se lee en el primer párrafo de esta cuarta y última parte de la novela. Ese joven albañil tuvo un altercado con Miguel Cervantes de Saavedra. Como sabía que el albañil era muy popular, el escritor español abandonó la ciudad y se refugió en una posada de la Mancha. Cuando se enteró de que había sido sentenciado en rebeldía a la amputación pública de la mano derecha –y a ser desterrado del imperio durante diez años-, decidió salir de España para escapar del castigo. Cervantes se cruzó en el camino con El Greco, el pintor que lo llevó a Venecia. En una peripecia narrativa que se podría denominar “la gran Binet”, el padre de la novela en español y el pintor griego terminarán refugiados en la casa del padre del ensayo moderno: el francés Michel de Montaigne.

-Si en HHhH se sentía un personaje de Borges, ¿en Civilizaciones sería algo así como un Pierre Menard que en vez de copiar reescribe el Quijote? ¿Por qué cerrar la novela con Cervantes?

-Si pude sentirme como un personaje de Borges en HHhH fue porque me sentí atrapado en un laberinto. Civilizaciones termina con las aventuras de Cervantes solo porque formó parte de la batalla de Lepanto y quería revertir nuevamente el punto de vista: luego de observar mi propio mundo, Europa, a través de los ojos de un Inca. Es decir, quería finalizar con el punto de vista de un europeo viendo a la nueva Europa indianizada. Y cómo Cervantes andaba por esa época... Pero también quería terminar el libro abriendo la puerta a un libro que (aún) no existe: Don Quijote en América.

-Si la literatura es el terreno donde todo o casi todo es posible, surge la pregunta por los límites. Como escritor, ¿encontró que había un límite, que hay cosas sobre las que no se puede escribir?

-Sí, por supuesto, la literatura no escapa a las leyes comunes: la difamación, por ejemplo. Estoy en desacuerdo con aquellos que dicen que la literatura está basada en mentiras. Podés escribir cualquier tipo de historias siempre y cuando la lectura sea clara: si no lo es, existe el peligro de que la ficción se convierta en falsificación. Yo no quiero que pienses que los Incas invadieron Europa: es solamente un experimento mental que quiero compartir. De ninguna manera quiero engañarte. Quiero jugar con el lector, lo cual es muy diferente.

-Después de Heydrich, Barthes y Atahualpa, ¿cómo sigue la escritura de Laurent Binet? ¿Sobre qué personaje real o sobre qué momento histórico está escribiendo?

 

-Ahora estoy interesado en la historia de la pintura y como siempre amé Italia me encantaría volver allí. Veremos si esto me conduce a algo.