El 31 de marzo es el día de la visibilidad trans, fecha adoptada por el mundo para reivindicar la dignidad y los derechos de las personas travestis-trans y para reflexionar sobre sus condiciones de vida. Algunes pensarán: «¡a mí qué me importa!» y es cierto que puede resultarnos fácil ser indiferentes a ciertos temas que no tienen que ver con nosotros. Si no se tiene a alguien con discapacidad física en la familia, ¿por qué preocuparse por las rampas?

En una línea argumental egoísta podría contestar a esto último: ¿y quién tiene la seguridad de que el día de mañana no va a necesitar una rampa? Pero creo que el mejor fundamento, en realidad, es el que apela a la empatía. Registrar la diferencia, dejar de reconocerla siempre como una patología y conectar con los sentimientos de los demás son modos de prevenir la violencia y de promover el bienestar social.

Nunca me voy a olvidar de la primera vez que vi a una travesti en la tele. Fue la estupenda Bibi Andersen, en la película Tacones lejanos. En ese momento, ella aún era una travesti; años más tarde cambiaría su sexo y nombre a Bibiana Fernández. Quedé deslumbrada, no solo por su belleza y fabuloso cuerpo, sino porque además era una chica Almodóvar, una actriz verdadera.

Estábamos en la cocina de mi amigo Marcelo, siempre mirábamos pelis juntos. En la historia, ella le pega a un policía para que la metan a la cárcel porque ahí estaba su novia. En el patio del penal, se pasea en shorts de jeans, medias negras, camisa rayada anudada y mucho pelo, y representa junto a otras actrices una escena icónica: el baile de las pecadoras. Recuerdo que no podía acreditar lo que veía. Hoy reconozco el impacto que tuvo en mí su presencia en el cine y en la tele.

Cuando comencé a trabajar en el teatro, no me sentía un referente para el colectivo travesti-trans. Pensaba que me quedaba grande esa figura. Sí creía que con mi presencia en los medios era suficiente, y que de esa forma ayudaba a mis compañeras y modificaba un poco la mirada hacia nosotras. En esa época, el mundo travesti-trans era algo desconocido para muchxs. Hoy, a pesar del bombardeo mediático, yo siento que sigue siendo igual.

A pesar de los grandes avances en derechos gracias a la Ley 26.743, que reconoce la identidad autopercibida, el trato digno y el acceso a derechos para todxs, en igualdad de condiciones, las personas trans seguimos siendo atravesadas por la discriminación estructural, múltiples violencias y la exclusión en todos los ámbitos de nuestra vida.

La comunidad travesti-trans sigue siendo víctima de violencias por nuestra condición sexual que incluyen ataques y crímenes de odio. Casi la mitad de estos hechos han sido perpetrados en la vía pública por desconocidos. Entre los agresores se encuentran vecinos, compañeros de estudio, compañeros de trabajo, miembros de las fuerzas de seguridad, profesionales de la salud y educación.

El 31 es un día para tomar conciencia acerca de la vulnerabilidad en la que se encuentra la comunidad travesti-trans. Por esto es inevitable el tratamiento de la Ley integral ya y la efectiva implementación de la ESI. También es necesario corrernos un poco de la visión adultocéntrica y reconocer las autopercepciones de niñxs en cuanto a su identidad de género.

Así como en su momento Bibi Andersen fue valiosa para mí, yo lo fui para miles de niñxs a lo largo de los años. Cuando me dicen «Flor, vos me diste esperanzas», tomo dimensión de la importancia de tener referentes con quienes identificarse. Por suerte tenemos a Susy Shock, a Marlene Wayar, a Camila Sosa Villada, entre otras, demostrando que somos capaces. Hay una hermosa vida esperando. Somos muchxs, por eso la importancia de visibilizar este día en particular. Porque acá estamos y acá estaremos, no les estamos pidiendo que nos adoren, solo pedimos que nos respeten.