La Fórmula Uno, que hace una semana inició su temporada con el Gran Premio de Bahréin, llegó con un guiño geopolítico bajo el brazo y sobre ruedas. La previa de la máxima categoría del automovilismo mundial se encendió mientras Vladimir Putin y Joe Biden se tiraban con artillería pesada. Pero tan sólo unos días después, cuando el circuito situado en la ciudad de Sakhir recibió a los nuevos autos para sus primeras prácticas libres del año, la tensión entre Rusia y Estados Unidos se esfumó hasta convertirse en un ligero (pero sentido) abrazo comercial. Y es que eso parece ser el VF-21 de Haas, el monoplaza del primer y único constructor estadounidense que tiene la categoría, ploteado con la bandera rusa de punta a punta.

Faltaban siete días para el inicio de la acción en Bahréin cuando los presidentes de Estados Unidos y de Rusia levantaron el telón de un diálogo con tintes teatrales. Biden comenzó por tildarlo de “asesino” en una entrevista. Putin, aun con una escueta respuesta, no se quedó atrás. “El que lo dice, lo es”, lanzó. El mundo, no tan perplejo en medio de una pandemia que se sigue cobrando diariamente miles de vidas, no dejó de sorprenderse por la crudeza de las acusaciones cruzadas.


Lo que sucedía en la Fórmula Uno -en medio de todo eso- podría caracterizarse como propio del realismo mágico (aunque ya lo de mágico viene quedándole chico a las escenas de la realidad humana...). Y es que las pesadas municiones dialécticas lograron cruzar el océano Atlántico sin causarle ni un rasguño al flamante auto que la escudería Haas había diseñado para su temporada 2021. Ni al auto ni al enorme acuerdo comercial en el que se abrazaron las empresas de ambos países, claro. Un acuerdo tan grande, de hecho, que pintó íntegramente de ruso al único auto estadounidense del Gran Circo. Y no sólo eso: también el nombre oficial del equipo cambió, mostrando ahora un ADN de competencia compartido entre ambas naciones.

El dinero es el rey

¿Las razones? Cash is king”  (“El dinero es el rey”), podría decirse, parafraseando al siete veces campeón de la Fórmula Uno, Lewis Hamilton, cuando criticó el inicio (luego suspendido) de la máxima categoría en pleno azote del coronavirus en 2020. La complicada situación económica de la escudería estadounidense -de magros resultados deportivos en las últimas temporadas y con uno de los presupuestos más bajos- aparece como una de las motivaciones del coche "binacional". La otra bien podría ser el poderoso interés económico del multimillonario ruso Dmitry Mazepin y también su deseo de ver estrenarse en la F1 a su hijo Nikita, el novato piloto que se hizo conocido masivamente en diciembre pasado, cuando subió a sus redes un repudiable video en el que parecía estar acosando a una joven.

La alianza sobre ruedas nació el pasado 4 de marzo, cuando la escudería del empresario estadounidense Gene Haas firmó su contrato de patrocinio principal con Uralkali, compañía productora y exportadora de potasa de las más grandes del mundo y propiedad del billonario Mazepin. Romain Grosjean, piloto de Haas hasta la última temporada, fue uno de los que transparentó esas razones económicas fundantes. “Toda historia tiene un final, eso es evidente. Me sorprende que ambos estemos fuera para la próxima temporada, pero Günther (Steiner, jefe del equipo) me dijo que nos teníamos que ir los dos por motivos financieros”, contó el francés, sobre su salida y la de su compañero Kevin Magnussen.


El propio Steiner, en enero de este año, sostuvo la importancia de la alianza comercial para el equipo. “Si tienes un negocio, inviertes por un tiempo, pero luego necesitas tratar de hacerlo sostenible y que sea un buen negocio. Establecimos a Haas como marca en la Fórmula Uno y ahora es un equipo muy conocido, por lo que estamos abiertos a más socios comerciales. Dmitry Mazepin tiene una empresa, y si es un patrocinador más, ¿por qué no?”, comentó su carismático líder. También se refirió a la adquisición de Nikita, quinto en la última temporada en Fórmula 2: “Si alguien es bueno y tiene apoyo financiero, ciertamente tiene más posibilidades que alguien que es igualmente bueno, pero no tiene apoyo financiero. ¿Por qué elegiría uno sin apoyo financiero?”.

Flecha rusa, made in USA

La poderosa firma rusa, dueña de cinco minas y siete plantas de tratamiento de minerales en las localidades de Berezniki y Solikamsk, suministra fertilizantes potásicos a 16 de los 22 países que reciben los Grandes Premios de esta nueva temporada. El día de oficialización del acuerdo, la compañía recordó que “tiene como objetivo aumentar su visibilidad y mejorar las ventas en los principales mercados de exportación a través de una productiva campaña de patrocinio”. También ofreció los datos dulces que, con vista a sus finanzas, le significa el Gran Circo: a través de su web oficial, informó que la audiencia televisiva acumulada del año pasado fue de 1.500 millones de espectadores, con una media por Gran Premio de 87,4 millones.


Lo cierto es que el día de la publicitación del acuerdo de patrocinio también se presentó el monoplaza con su renovado diseño: fondo blanco con rayas azules y rojas que inmediatamente recuerdan la bandera rusa, motivo reiterado en su frente, en su parte trasera y en sus laterales. Acostumbrados a ver sus modelos en los colores oficiales de Haas (rojo, negro y una escala de grises), las fanáticas y los fanáticos de la Fórmula Uno se encontraron en Bahréin con una auténtica flecha rusa.

Ni siquiera la paleta de Uralkali, de logo verde y rojo, tiene los colores de la bandera de su país. En el auto, sin embargo, el nombre de la compañía aparece escrito en azul y rojo, en sintonía con la estética integral del monoplaza. La empresa detalló que se trata de un nuevo logotipo, que “ayudará a mejorar el reconocimiento de la marca Uralkali como el mayor productor de fertilizantes de potasa de Rusia”.

Los colores de la discordia

Nacido en Minsk, egresado de la Escuela Militar de Minsk Suvorov e intérprete en Afganistán durante los últimos años de la URSS, Mazepin padre aseguró que la nueva imagen busca apoyar a las disciplinas deportivas de su país. “Los colores blanco, azul y rojo muestran nuestra participación en los deportes nacionales: Uralkali es patrocinador de Rosgonki Company (organizador del Gran Premio de Rusia). Creemos que el deporte y el apoyo de los atletas rusos son una parte integral del desarrollo futuro de nuestras empresas”, explicó el billonario, según relevó la revista World Fertilizer.

El nuevo monoplaza estadounidense inmediatamente remite a Rusia (Imagen: Twitter Fórmula Uno).

El look ruso del auto estadounidense, sin embargo, provocó sus polémicas también por el costado deportivo. La bandera del país de Putin desplegándose a lo largo y a lo ancho del monoplaza generó controversias en virtud de la sanción impuesta sobre Rusia por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), por manipular la base de datos deportivos del Laboratorio de Moscú.

Nadie cuestionó que los ejes de la penalización eran respetados por la participación del ruso Nikita Mazepin en el Gran Circo: según la sanción a Rusia, sus deportistas no pueden participar en ninguna competición olímpica o campeonato del mundo bajo su himno y su bandera, razón por la que el piloto no participa representando a Rusia, sino a la Russian Automobile Federation.

Por la sanción a Rusia, Mazepin no puede correr como un piloto de esa nación (Imagen: Twitter).

Sin embargo, la polémica se encendió al recordar que tampoco pueden portar signos de la nación rusa. "Los atletas no mostrarán públicamente ningún emblema u otro símbolo nacional de la Federación de Rusia en su ropa, equipo u otros artículos personales”, se lee en el inciso quinto del artículo "4E" del reporte del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), organismo que redujo a la mitad la sanción original, extendiéndola hasta diciembre de 2022. Y así como el propio ente antidopaje fue el que inició una investigación al respecto y levantó el telón de una polvareda de opiniones y cruces, diez días después la misma agencia dio por concluida la pesquisa sin intenciones de tomar ninguna determinación, según publicó el medio Formula1News.co.uk.

En el medio, sin embargo, la disputa por los colores rusos generó voces desde todo el mundo. Steiner, jefe del equipo Haas, apeló a su origen "made in USA": "No podemos usar la bandera rusa como bandera rusa, pero se pueden usar colores en un auto. Al final, es el atleta el que no puede mostrar la bandera rusa, no el equipo, que es estadounidense". Mick Schumacher, hijo del siete veces campeón mundial de la categoría y dueño del otro asiento de la escudería, le restó importancia: "Sólo veo los colores del equipo y, si son estos, estoy feliz con ellos". Hasta un diputado de la Duma del parlamento ruso intervino en el debate. "El deporte motor vive de contratos de patrocinio y marketing y hay respeto por los patrocinadores -expresó Dmitry Svishchev, al medio ruso Sport-Express-. Haas está patrocinado por una empresa rusa. El sentido común triunfa sobre la histeria antirrusa".


El nuevo monoplaza del equipo Uralkali Haas hizo saltar chispas incluso antes de encender su motor. Basta recordar el título con que el periódico alemán Bild presentó el nuevo modelo: “¡Bandera de shock! Mick Schumacher correrá para Putin”. Incluso, vale decir que las chispas previas terminarán siendo mayores a las que genere la propia unidad de potencia del auto estadounidense ploteado de ruso: no sólo porque tuvo un flojo rendimiento en el estreno en Bahréin (Schumacher fue el más lento del GP y Mazepin duró tres curvas, chocó y abandonó), también porque la escudería ya anunció que sus planes se centrarán en 2022 y no habrá ningún desarrollo más de su VF-21. Algo es seguro: sin importar demasiado lo que pase en las pistas o en la geopolítica mundial, el fraterno abrazo comercial ruso-norteamericano se adelantó al calendario de la máxima y su negocio parece que comenzó haciendo la pole.