La que pasó fue una semana intensa para el cine argentino, puesto en la mira con un infame montaje televisivo de la dupla Fantino‑Feinman que buscó desprestigiar al Instituto de Cine y Artes Audiovisuales con denuncias infudadas bajo un título de escasa imaginación: "La película de terror del Incaa". Una figura que, sin embargo, bien vale reiterar para ilustrar la operación lanzada por el gobierno nacional: porque la obra de Mauricio Macri es efecivamente como una mala película de espanto, puro desagrado, con actores secundarios carentes de talento alguno, ésas donde música sin encanto anuncia la llegada del golpe. Durante más de un año, las políticas del gobierno nacional repitieron el guión ante el público, que pronto entendió las consecuencias de cada acción, pero que demoró algún tiempo en anticiparse al impacto. Así, en una de sus últimas funciones los cerebros de Cambiemos pusieron el ojo en la industria cultural cinematográfica, pero bastaron sólo algunos acordes desafinados para que las potenciales víctimas reaccionaran con velocidad y contundencia, poniéndole un freno a las inminentes cuchilladas. Al menos, las promesas del ministro de Cultura Pablo Avelluto, y del flamante titular del Incaa, Ralph Haiek, parecen indicar que el Instituto continuará recibiendo los fondos que nutren a sus líneas de fomento, ésas que sostienen buena parte de la producción cinematográfica en todo el país. Esa amenaza, todavía latente, fue precisamente la que movilizó a los numerosos sectores involucrados en el quehacer cinematográfico.

En Rosario, el sector encuentra representatividad en la Cámara de Empresas Productoras de la Industria Audiovisual de Rosario (Cepiar), que el pasado lunes convocó a una asamblea en el teatro de Plataforma Lavardén, donde una gran cantidad de profesionales del quehacer audiovisual se manifestaron rápidamente en contra de la amenaza de desfinanciamiento del Incaa. Y aún cuando los dichos oficiales indican que nada cambiará en el plan de fomento, la sospecha está instalada: ya todos conocen el accionar de los guionistas del terror.

"No sé hasta dónde se van a animar a avanzar con algo que por ahora está en gateras, porque en ningún lugar aparece la letra fina que hable del desfinanciamiento. Pero por algo lo estamos hablando", advierte el director Gustavo Postiglione en diálogo con Rosario/12, y apunta: "El solo hecho de que la Motion Pictures de Estados Unidos fuera consultada por la Ley de Convergencia digital y no fuera consultada ninguna entidad de cine del país, es gravísimo. Nosotros ni lo sabíamos, nos enteramos el otro día. Creo que haber levantado la voz sirvió también para enterarnos de éso".

La normativa a la que refiere el realizador es la que reemplazaría a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (todavía anulada por decreto de necesidad y urgencia), en cuyo artículo 94 se estipulan los gravámenes a las empresas del rubro, y que significan el 60 por ciento del Fondo de Fomento del Incaa. Desde hace veinte años, esos recursos son los que viabilizaron la concreción de una gran cantidad de películas rosarinas, según se detalla en un informe realizado por Cepiar a pedido de este diario. La lista es contundente, e incluye a los films 13 segundos (1996), Maricel y los del puente y El Asadito (1999), Rosarigasinos, Ilusión de movimiento e Historia de Argentina en vivo (2001), El cumple, El caso Cañete y Cuando se ahogan las palabras (2002), El porvenir de una ilusión (2004), Apuntes del natural, Una mancha en el agua y Muertes indebidas (2005), Madres con ruedas y La peli (2006), A cada lado y ¿De quién es el portaligas? (2007), El último verano de la boyita, Cuestión de principios y Días de mayo (2009), La infinita distancia, Los teleféricos, Los nueve puntos de mi padre y 200 Minutos‑25 Miradas (2010), Tanke Papi (2011), Buscando al huemul, David y el gran río, Los degolladores y Proyecto E (2012), Las mariposas de Sadourní, Muñecas, Anhelo de rebelión y Lejos de París (2013), El Oficio de Juan, El origen del pudor, El pez ha muerto y Bienvenido León de Francia (2014), Brisas Heladas (2015), Los invasores, Pañuelos para la historia y Murales. El principio de las cosas (2016). En el corriente año, se produjeron dos obras que por estos días representan a la ciudad en el Bafici (Triple crimen y Acha Acha Cucaracha) y se encuentran en proceso de producción Las Cartas de Emilia, Operación México, 1100 y Otoño.

"En Rosario siempre ha habido dos vías de producción, que es destacable. Se ha caracterizado por producir de manera independiente, por fuera del marco industrial más clásico, y por otro lado desde hace un tiempo y de manera constante los realizadores han entendido que la pata del Estado, y del Incaa como regulador de la actividad cinematográfica, es fundamental. Eso me parece lo más importante del aporte del Incaa, que además de sostener la producción cinematográfica, ha generado fuentes de trabajo, que atañe a los propios integrantes del sector audiovisual pero también a una serie de trabajos, personas, empresas, que giran colateralmente alrededor de éso. El cine da labura a la gente del cine, pero también a taxistas, empresas de catering, hoteles, carpinteros, modistas, músicos", remarca Postiglione.

Por su parte, el documentalista Pablo Romano amplía el concepto: "La producción, por lo menos en Rosario, se da por los aportes del Instituto, por los aportes de Espacio Santafesino (Ndr: el programa de fomento del Ministerio de Innovación y Cultura provincial, que el viernes lanzó sus nuevas líneas de apoyo) y también por aportes privados. En todas las épocas se ha encontrado la manera de producir, pero si uno se fija todas las películas que se han producido en estos veinte años, y lo compara con décadas anteriores, nunca se produjo eso. Entonces, a partir de una ley de cine, de fondos genuinos del Incaa, se ha producido cine que ha traido mucho dinero a la ciudad. Porque la plata se gasta acá, no se gasta en otro lado".

Con características particulares para cada caso, la producción de un largometraje involucra directamete a cientos de trabajadores, que sin el respaldo sostenido del Incaa verán amenazadas sus fuentes laborales. Así lo remarca el informe producido por los profesionales del rubro en la asamblea realizada el pasado lunes en Lavardén. Para Postiglione, lo que también está en juego es "la cuestión de la identidad". "En Rosario desde hace un tiempo el cine empezó a generar su propio recorrido, producción e identidad cinematográfica con la variedad de miradas que tenemos, que es lo que lo hace rico. Desde hace un tiempo estamos construyendo esa identidad cinematográfica local. Si eso desaparece estamos perdiendo nuestra cultura", concluye el director.

La situación todavía está abierta. El estado de alerta del amplio universo de la realización audiovisual es un buen síntoma, un resguardo desde el cual defenderse hasta que llegue a su fin el horroroso guión macrista.