Luciana Gazzano. Crédito: Catalina Bartolome

“Cuando hay buena predisposición, basta tomar los pies de una persona para sentir que empieza una suerte de danza, una coreografía donde fluye el movimiento y hay momentos para el salto, para el giro, para flotar…”, ofrece con palpable entusiasmo Luciana Gazzano, experta en reflexología holística, especialmente la faceta podal. Práctica antiquísima que lejos de ser un mero masaje placentero, remite al entendimiento de que cada parte del cuerpo está “reflejada” en el pie y, por consiguiente, aplicando presión en puntos estratégicos, pueden aliviarse dolencias, malestares, tensiones, de la cabeza a -claro que sí- los pies. “El agua ocupa la zona de la bóveda; es decir, desde abajo de los metatarsianos hasta la línea de inicio de talón. Aquí se alojan nuestras vísceras: hígado, vesícula, páncreas, riñones, etcétera. Cuando tengan molestias del aparato digestivo, es momento de conectar con esta parte”, recomienda Gazzano -también profesora de hatha yoga- en su cuenta de Instagram, donde frecuentemente comparte consejos bienhechores para estimular desde el bazo hasta la cresta ilíaca, desde la base del cráneo hasta el estómago. Sobre las bondades de esta de forma de terapia suave y hasta qué punto el pie es -injusta y perjudicialmente- el gran olvidado del cuerpo, entre otros tópicos, se explaya nuestra entrevistada.

Zonas reflejas, según Hanne Marquardt

¿Qué tipo de beneficios brinda la reflexología?

--Es una terapia que busca generar un estado de homeostasis, es decir, de equilibrio del cuerpo. Tiene incidencia sobre todos los sistemas: el nervioso, el circulatorio, el respiratorio, el urinario… Además, intenta despertar el autoconocimiento, agudizar la autopercepción. ¿Qué me sucede cuando ciertas zonas de mi cuerpo están siendo estimuladas?, ¿cómo respondo frente a ese estímulo? Se va a las zonas más tensas, más cargadas, y se las destraba.

Al tomar un pie, ¿se puede sentir al tacto qué partes del cuerpo estarían resentidas?

--Lo que se percibe es la tensión muscular y la inflamación del tendón, que puede -o no- tener que ver con la zona refleja. A veces simplemente está relacionado con la afasia del pie o con el tejido conectivo. Por eso me resulta vital hablar con la persona, preguntarle cómo se siente, cuáles son sus hábitos. No voy a encarar una migraña de igual manera en alguien que hace ejercicio y come bien, que en alguien sedentario, con una dieta a base de ultraprocesados. También te digo: si querés bajar la ansiedad, descansar mejor o disminuir desarreglos digestivos pero no modificás costumbres perniciosas, podemos hacer un millón de sesiones y no van a servir de mucho. La reflexología es parte de un combo, viene ligada a hábitos saludables como hacer ejercicios de respiración, deporte, levantarse temprano.


Haciendo de la carencia virtud, en los comienzos de la pandemia comenzaste a dar talleres a distancia de autorreflexología, para que la gente en su casa pudiera tratarse ciertos malestares por cuenta propia ¿Qué tipo de temas has abordado desde entonces?

--Cuando doy un taller de autorreflexología o subo un clip en mi cuenta de Instagram, siempre indico: piensen la zona desde un lugar más amplio. Si abarcan toda el área, van a estar haciendo presión sobre otros órganos, es cierto, pero no se hacen un daño; al contrario. Hecha la aclaración, te cuento que el primer taller lo dí al mes y piquito de iniciarse el confinamiento, a pedido de una chica que me escribió porque estaba, como tanta otra gente, con ansiedad, estrés, angustia, miedo. El debut fue precisamente para trabajar esas emociones, y siguieron otros talleres, que preparé en función de los temas que más me consultaban. Hice uno de bruxismo junto a Stefi Hamue (cosmiatra holística, reflexóloga facial); otro de sistema respiratorio; de sistema digestivo (el más concurrido); de sistema nervioso; y una clase con nociones básicas, generales, de reflexología. Antes de la pandemia, no se había puesto en evidencia la necesidad de tocarse una misma; viendo el vaso medio lleno, la situación expuso la importancia del autocontacto.

Punto de suprarrenales

Como servicio a la comunidad, ¿qué puntos recomendás presionar para aliviar el estrés nuestro de cada día?

--Me gusta trabajarlo desde varios puntos, principalmente los que reflejan en el hipotálamo, que está en el dedo gordo; la hipófisis (ídem) y las suprarrenales, que está entre el primer y el segundo metatarsiano. Entre sus muchas funciones, el hipotálamo regula el sueño, el apetito, la sed, nuestros impulsos sexuales, los estados anímicos, la temperatura del cuerpo. Además segrega una hormona que estimula la hipófisis, que a su vez regula todas las glándulas endócrinas del cuerpo. Las suprarrenales son glándulas que generan adrenalina y cortisol, hormonas que nos ponen en estado de alerta para escapar, huir frente a una situación de peligro. El estrés en sí no es malo, porque ayuda a protegerse. El problema es cuando se vuelve crónico y estas hormonas siguen segregándose. Como el cuerpo entiende que necesito correr, tengo los músculos sobrecargados de sangre, que entones no va hacia el sistema digestivo, lo cual hace mella en la digestión ¿Y qué pasa con el ritmo cardíaco? Aceleradísimo, elevadas las pulsaciones ¿Y los bronquios? Dilatados, para meter bocanadas de aire en la corrida. Se altera la respiración, que pasa a ser clavicular y de costilla alta, en vez de baja, diafragmal.

Antiguo Egipto

Si bien no se puede precisar exactamente cuando nace, hay indicios de que ya en el Antiguo Egipto se practicaba reflexología.

--Sí, el primer registro que se tiene es una pintura egipcia del 2300 A.C. donde se tocan pies y manos, acompañada de un jeroglífico cuya traducción sería: “Actuaré de tal modo que me alabarás”. Bastante pagados de sí mismos estos reflexólogos egipcios (risas). También hay registros que datan de hace 5 mil años, en India, donde se honraba el pie, se lo consideraba sagrado; era un símbolo de unión con el universo. Lo mismo en China y en Japón, donde ya se escribían textos y tenían sus dibujos alusivos.

Imagen hindú

En Occidente, ¿esta práctica comienza a difundirse en el siglo XX?

--Tal cual, a partir del trabajo de William Fitzgerald. A comienzos del siglo 20, este otorrinolaringólogo y cirujano estadounidense indaga en cómo el pueblo originario cherokee, al igual que otras tribus, usaban la réflex como parte de sus ceremonias sagradas. Ellos veneraban los pies porque tocaban la tierra y, a su entender, captaban su energía. Desde los pies, decían, se unían el cuerpo y el espíritu. Fitzgerald se interesa por los resultados físicos que lograban a través de terapias de contacto con los pies, y desarrolla su “Teoría de la terapia zonal”, donde traza 10 zonas del cuerpo a partir de líneas guías. La zona 1, por ejemplo, es la del dedo gordo, que se corresponde con la cabeza. Al masajear ese dedo, WF observa qué sucede con el ojo, con la nariz, con la boca, con el cerebro… Dicen por ahí que llegó a realizar cirugías sin anestesia, dando alivio únicamente a través de la réflex. Una leyenda urbana, vamos, aunque no me extrañaría visto y considerando las barbaridades que se han hecho en Medicina… Retomando el hilo, en los años 30s y 40s, la estadounidense Eunice Ingham -que era fisioterapeuta y, si mal no recuerdo, había sido enfermera de Fitzgerald- toma la práctica, hace su propio mapeo y desarrolla su teoría, que publica en el libro Stories That Feet Can Tell. Ese es el texto que llega a manos de la alemana Hanne Marquardt, una de las grandes referentes en la materia, que hizo su propia investigación en los 50s y se dedicó intensamente a formar profesionales. Hoy en día, sin más, tiene centros autorizados en España, Armenia, Austria, Canadá, Suiza, lógicamente Alemania. Marquardt es la autora del Manual práctico de la terapia de las zonas reflejas de los pies, enorme guía, con información pormenorizada sobre cómo tratar lo que se te ocurra: desde retención de líquidos durante el embarazo hasta desregulación del ciclo menstrual.

Hanne Marquardt

Salvo dolencias puntuales, no suele prestarse mayor atención a los pies ¿Notás enseguida ese descuido en consulta?

--Me pasa seguido de agarrar un pie y sentir la falta de firmeza, lo cual es complicado porque son nuestra base, nuestro sostén. Necesitan tener sólida estructura. Hay personas que me dicen que les da asco tocarlos; a otras les da vergüenza; y no faltan quienes ni siquiera los registran, como si fueran algo extraño, ajeno, y no una parte fundamental del cuerpo con sus más de 7 mil terminaciones nerviosas.

¿Confirmamos que el estigma vergonzante pesa más en las mujeres, por el tema de la exigencia de belleza y juventud?

--Confirmamos. Todavía persiste, por caso, la idea absurda de que pie grande equivale a pie de varón. De una mujer se espera que sea pequeño y suave; como el de la Cenicienta, digamos, sinónimo de feminidad y delicadeza. Pero hay zonas del pie que inevitablemente tienen que tener textura y, por supuesto, fuerza. Harto sabido cómo, en China, durante añares se mantuvo esa práctica tremendamente torturante del vendado para lograr los llamados “pies de loto”. Y una ve a las geishas en Japón con sus okobos (sandalias tradicionales de madera, de suela muy alta) y lo primero que piensa es: “¡Qué dolor!”. Los callos son otro ejemplo: están asociados al descuido, cuando en realidad pueden formarse por una tendencia del organismo o por el tipo de pisada.

Hablemos, por favor, de los tacones, cuyo uso aún sigue siendo fuertemente “sugerido” en ciertas oficinas, y requeridos en la milonga ¿Hasta qué punto son dañinos?

--¿Por dónde empiezo? Tienen pésimas consecuencias a nivel postural porque el talón deja de estar en contacto con el suelo y se aplasta el arco anterior, que de ningún modo debería estar hundido. Para lograr la pisada “correcta”, los huesos que se apoyan son el primer y el quinto metatarsiano, además del calcáneo, que forman lo que se denomina polígono de sustentación. Es una pisada difícil de lograr por, por ejemplo, patologías de columna o de cadera, pero con el taco es lisa y llanamente misión imposible. Otro efecto que genera es tensión en el gemelo, que es un músculo de retorno venoso, bombea sangre: si lo tengo en contracción, no va a actuar como debería. Además, como si fuera poco, lleva a la pelvis a una anteversión, produciendo un aumento de la lordosis lumbar, que eventualmente podría devenir en una hernia discolumbar ¿Y todo por qué? Porque culturalmente es “sexy”, hace que las piernas “se luzcan”. 

Luciana Gazzano. Crédito: Catalina Bartolome