Ya es sabido que la salud mental es un proceso determinado por múltiples componentes: históricos, culturales, económicos, sociales, psicológicos y biológicos. Sin embargo, esta afirmación, no supone saber qué es lo que pasa en la salud mental de una población cuando todos esos componentes se trastocan en sus lógicas tradicionales de determinación. Y la pandemia es, por excelencia, una experiencia que ha trastocado esas lógicas. Por ello ¿Cómo impacta la pandemia a la salud mental de un pueblo? Es una pregunta que hay que poner a trabajar.

1. La pandemia no es una experiencia homogénea. A pesar de que por momentos podamos tener la sensación de un tiempo continuo, existen distintos momentos. El inicial, de estupor y terror que produjo niveles de ansiedad y desorganización serios que llevó a que todxs tengamos que reorganizar la vida puertas adentro sin saber aún cómo hacerlo.

Un segundo momento, de crecientes aperturas saliendo de la ASPO, hacia el reencuentro con cuidados en los espacios de trabajo, educación y vínculos sociales y recreativos. Un tiempo donde se hizo carne en el cuerpo de millones de argentinxs la llegada de la vacuna y se hizo esperanza de vida para otros tantos millones en el marco de un Estado que dio y da todo para acelerar este proceso. Un tiempo de alivio para muchos. Aunque también de angustia y crisis para otros que no pudieron, por diferentes motivos, recuperar aspectos de lo perdido.

También llegó un tercer momento, que es el que transitamos ahora. Aquel en el que continúa a contrarreloj y con paso firme el proceso de vacunación, mientras aumentan los casos y con ello la necesidad de instrumentar cuidados un poco más restrictivos para ganar tiempo, avanzar con la vacunación y salvar vidas. Un tiempo donde se hace real aquel temor del colapso del sistema. Un tiempo donde es necesario que el Estado y los Estados asuman aquello que no puede delegarse a lo individual: la regulación colectiva de los riesgos sobre la vida.

2. El impacto en la salud mental no es igual tampoco para todos. Hay grupos y personas que, por su momento en el ciclo vital, o bien por condiciones de mayor vulnerabilidad personal y social; requieren más acompañamientos y cuidados porque son más propensos a desarrollar impactos subjetivos. Las mujeres y les niñes víctimas de violencias, los niños pequeños y les adolescentes, las personas que están solas, las personas que tienen padecimientos en salud mental y consumos; el personal de salud expuesto a tareas estresantes y aquellas que atraviesan situaciones de vulnerabilidad social extrema. Todos ellos requieren un mayor cuidado, aunque esos cuidados no sean homogéneos ni iguales para todxs. Por ello, se desplegaron y despliegan actualmente, estrategias diversas desde el Ministerio de Salud y desde todo el Estado provincial Para cada uno de ellxs.

3. Atender la salud mental, darle importancia y considerarla no es solo brindar asistencia terapéutica. Es también acompañar con cuidados, con escucha y con políticas públicas. No es sólo ver los síntomas o el aumento de las consultas y organizar los espacios para esa atención, es también intervenir desde el Estado para organizar un mañana posible donde podamos volver a proyectar la vida. Tomar el conjunto de responsabilidades, las felices y las que no lo son.

Circula una idea generalizada de que la población "no da más” o que “no aguanta más la pandemia y sus efectos" pero también, hay muchos estudios, que reflejan por medio de encuestas y sondeos que existe una gran aceptación ante medidas de cuidado un poco más restrictivas en contextos como estos. Y ambas cosas parecen ser ciertas. Y no son, en sí mismas, contradictorias salvo que se hagan lecturas lineales que desconocen la mente humana y la subjetividad. Podemos no dar más y a la vez (y quizá por esto mismo) necesitamos que sea otro el que asuma un papel de regulación de lo que individualmente no es posible garantizar y a lo que estamos expuestos.

4. La idea de la libertad y la normalidad son ideas renegatorias de la realidad. La renegación es el proceso psíquico que, conociendo la realidad, la desmiente.

Porque tal como dijo el gobernador Axel Kicillof, no está en juego una abstracta libertad individual, de hacer lo que queremos cuando queremos, hay una grave crisis ocasionada por la pandemia, donde lo que está en juego es el derecho al cuidado de la vida y por eso la decisión de tomar medidas temporales, de mayor carácter restrictivo que permitan ganar tiempo y “cuidarse para vacunar”.

5. Todos los eventos catastróficos en la historia (guerras, desastres naturales, dictaduras, etc.) tuvieron efectos postraumáticos. Ya se ha estudiado de diversas formas, y en diferentes países, que los mayores daños se dan cuando ante esas situaciones el Estado no reconoce estos efectos y no adopta medidas de reparación, asistencia y acompañamiento, y sobre todo no asume su función de regulación social y de ordenamiento de la ley en sus aspectos simbólicos y materiales.

Víctimas de Malvinas, víctimas de la dictadura --en los tiempos de impunidad y olvido--, víctimas de Cromañón, víctimas de violencias de género no escuchadas o atendidas, etc. Vemos en estas poblaciones desde índices muy elevados de suicidios, hasta daños psíquicos severos y muchas veces irreversibles y vidas arrasadas por patologías y/o consumos. Por eso el rol del Estado es crucial. Se trata de atender los sufrimientos en tiempo actual, pero a la vez tomar medidas para que la pandemia no se prolongue mucho más en el tiempo o se intensifiquen sus daños.

Cuando el Estado asume estas funciones de cuidado se inaugura un escenario doloroso pero posible de transitar. Cuando esto no ocurre, se perfila una caída en el vacío. Ahí ya no se trata de la angustia o de los síntomas sino de algo más complejo que es la desolación. La experiencia de una vida sufriente que nada vale para el común. Y que se expresa de formas muy diversas pero todas ellas desanudadas del lazo social. Preferimos "seguir abriendo hospitales y no cementerios" es la decisión y, a la vez, la metáfora que resume la apuesta que sostenemos.

También claramente están las estrategias singulares de cuidado y estrategias colectivas de solidaridad y, muy especialmente, posibles procesamientos compartidos de una experiencia común que golpea diferente en cada uno. Pero nunca de estos eventos se salió bien con un Estado que mire para otro lado, y menos aun dejando solas a las personas luchar contra la desmesura de lo que los afecta, profundizando la angustia e invitándolos al no cuidado, al salto en el vacío.

Julieta Calmels es subsecretaria de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.