Desde París

El presidente Emmanuel Macron prepara pacientemente su reelección en las presidenciales de 2022. Frente a él, todo esboza el mismo diseño electoral que en 2017: no habrá en la segunda vuelta ningún candidato de la derecha tradicional, ningún socialista ni ningún otro representante de la izquierda. El duelo será la “sesión II” de la serie Emmanuel Macron contra la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen. Impotente y desunida, la izquierda busca salir del encierro infernal en el que se encuentra la oferta política francesa, capturada entre el actual mandatario y Marine Le Pen y asfixiada por la retórica que llevó a Macron a la victoria en 2017: “ni izquierda, ni derecha”. Las batallas de egos, de programas, de corrientes y de tendencias han obstaculizado hasta ahora la famosa emergencia de una fuerza común con suficiente amplitud como para abarcar a todas las sensibilidades, incluidos los ecologistas.

Los sondeos han demostrado hasta el cansancio que, unida, la izquierda francesa cuenta con sólidas posibilidades de pesar en el debate electoral. Sin embargo, como lo recuerda el líder ecologista Noël Mamère en una columna publicada por el vespertino Le Monde, "mientras la casa se incendia, las formaciones de la izquierda y de la ecología se miran el ombligo al mismo tiempo que, con la mano en el corazón, proclaman su voluntad de unirse. Semejante hipocresía se torna culpable cuando la extrema derecha llama a la puerta del poder y seduce cada vez más a los jóvenes”. El horizonte casi ineluctable de una nueva confrontación directa entre Macron y Marine Le Pen ha agitado un poco las conciencias, pero no es suficiente. Las batallas en el eje de la izquierda prosiguen y los candidatos declarados para 2022 pululan: socialistas, exsocialistas, comunistas, Francia Insumisa y ecologistas se neutralizan como si fueran acérrimos adversarios ideológicos.

Sin embargo, un fino pliegue se desliza con la posibilidad de una fuerza común. El pasado 11 de abril, Benoît Hamon, el ex candidato socialista en las elecciones presidenciales de 2017, dijo que sería “criminal” si la izquierda no llega a fusionar. La casa, como escribió Noël Mamère, está acechada por el fuego. Los sondeos de opinión confirman semana tras semana que, como en 2017, la confrontación en las urnas de 2022 será entre el jefe del Estado y Marine Le Pen. La perspectiva de una aplastante victoria macronista es, no obstante, menos certera. En 2017 Macron ganó con un 66% de los votos frente al 34% de Marine Le Pen. Las previsiones que circulan en abril de 2021 achican ese margen: Macron ganaría por 52% contra 48%. Peor aún, un sondeo realizado por Ipsos-Ifop para le diario Le Monde revela que la extrema derecha de Marine Le Pen es mayoritaria entre los jóvenes cuyas edades van de los 25 a los 34 años. Entre 2017 y 2021 esos votantes pasaron del 23% al 29% a favor de Marine Le Pen mientras que la izquierda radical de Francia Insumisa (Jean-Luc Mélenchon) caía simétricamente de 24% a 17%. 

Hace unos días, presionados por esas cifras, la demanda de la sociedad de una candidatura única y la perspectiva de un naufragio colectivo, varios líderes de la izquierda y ecologistas se reunieron en París para abordar ese sueño imposible. Lo hicieron en un hotel, a puertas cerradas, pero estuvieron casi todos: en total 20 líderes aceptaron la invitación del eurodiputado ecologista y aspirante a la candidatura verde Yannick Jadot. No acudió, sin embargo, el líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, quien se encontraba de gira por Bolivia y Ecuador y quien, además, ya oficializó su candidatura para 2022. La unión, para la izquierda, parece un pan duro: la cumbre de la gauche francesa no derivó en ningún programa y ni siquiera hubo una declaración común. Apenas la lejana promesa de verse de nuevo hacia finales de mayo y pactar, entre tanto, una suerte de alto el fuego mientras imaginan una “respuesta común”. La izquierda ha consensuado la necesidad de un frente, pero no la metodología para hacerlo realidad. Cada uno defiende su cacicato. El primer secretario del Partido Socialista, Olivier Faure, aseguró que “se verá un candidato y un proyecto comunes”. Pero el Secretario general de los ecologistas EELV, Julien Bayou, enfrió el entusiasmo cuando dijo que su partido estaba en pleno proceso “para designar a nuestro candidato”. A su vez, los comunistas, presentes en la cumbre del hotel, ya designaron a Fabien Roussel como candidato presidencial y Francia Insumisa ya tiene al suyo.

A las izquierdas y a los ecologistas no les faltan pruebas ni advertencias sobre el fracaso que palpita en las urnas. Los sondeos difundidos al mismo tiempo que la cumbre mostraban que si la candidata presidencial fuera la actual Intendenta de París, la socialista Anne Hidalgo, obtendría 7% de los votos en la primera vuelta, el ecologista Jadot 6% y hasta el mismo Jean-Luc Mélenchon cosecharía esta vez 9% de los votos, mucho menos que el 19% que obtuvo en las presidenciales de 2017. De la misma manera, el efecto de un acuerdo de unión se refleja en los sondeos: si el Partido Socialista y los ecologistas eligieran a un candidato común las intenciones de voto iniciales sumarían poco más del 17%. Los sondeos de opinión provocan cada mes terremotos intensos que agitan el debate, empujan a la reflexión, suscitan tribunas y debates…pero la alianza es, por el momento, tan proporcionalmente lejana como cercano es el duelo Macron / Le Pen. El centro liberal y la ultraderecha parecen bien instalados en la mesa para comerse el banquete que la izquierda les deja servido.

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