Describir Luna roja como una película “inclasificable” implicaría desoír las múltiples referencias culturales, literarias y cinematográficas que recorren cada uno de sus sobrecogedores planos. Al mismo tiempo, la primera creación diáfanamente de ficción del documentalista gallego Lois Patiño (ver entrevista aparte) no se parece a casi ninguna otra cosa que se haya visto en una pantalla de cine, al menos en tiempos recientes. Lúa vermella es el eslabón más reciente de un camino creativo desarrollado con idiosincrasia narrativa y rotunda belleza audiovisual en cortometrajes como La imagen arde y el largo Costa da morte, ambos de 2013. Como en esos títulos previos, la realidad concreta y palpable de los paisajes y los seres humanos se impone con fiereza, aunque ahora ese sólido núcleo es recubierto por una gruesa capa de ensoñación y mitología. El film de Patiño, estrenado en el Forum del Festival de Berlín a comienzos de 2020, puede delinearse de muchas maneras –relato de fantasmas y/o muertos vivos, fantasía de raigambre marina, documental sobre realidades inexistentes o existentes a medias–, pero lo cierto es que cualquier intento de ubicarlo en un casillero preciso está condenado al fracaso, contradiciendo así la afirmación que abre este párrafo.

Esa cualidad paradójica e inasible es uno de los encantos mayores de Luna roja, hablada por completo en galego y protagonizada por habitantes de Lemos y Costa da Morte, naturalezas vivas que el realizador utiliza como sujetos para el particular relato, moldeándolos a su gusto y antojo. En el pueblo costero donde transcurre la acción un marinero y rescatista, a quien todos llaman el Rubio, ha muerto, perdido para siempre en los abismos del océano. Se habla de un ser gigante y legendario (la película abre con ilustraciones monstruosas de siglos pasados), pero los personajes no mueven los labios. Ni otra parte del cuerpo: sus voces suenan en la banda de sonido como si estuvieran separadas de la carne. Es entonces cuando un trío de meigas –suerte de hechiceras del folclore local–, tres señoras señeras y seguras de sus acciones, comienzan a recorrer el poblado, transformando a esos hombres y mujeres en fantasmas de guardarropía, cubriendo con pulcras sábanas blancas su humanidad.

La cámara panea lentamente sobre la superficie de una enorme represa como si se tratara del lomo de un animal infinito. Un pariente elefantiásico de esa extraña roca que, ubicada frente al mar como si fuera un mojón que señala los siglos pasados y aquellos por venir, simula la figura de una gigantesca ola dispuesta a devorar a quien se cruce en su camino. Lois Patiño construye pacientemente un poema audiovisual en el cual las imágenes –potentes, misteriosas, hipnóticas– son acompañadas por una banda de sonido de notable y precisa construcción. No sólo la música, evocativa y tremebunda, sino también la mezcla de los diversos sonidos, como esos pasos que parecen chapotear en el aire cada vez que el espíritu del Rubio aparece en la pista de audio, pero fuera del plano visual. O esa oveja cuyo balar resulta inconfundible y escalofriantemente humano.

Luego vendrá la Luna del título, un eclipse completo que todo lo paraliza para volver a empezar, tiñendo de tonalidades rojizas el cielo, la Tierra y todo aquello en el medio, clímax que posibilita la resurrección y el regreso del movimiento humano. Ese color que cae del cielo es apenas uno de los elementos fantásticos de Luna roja, cuyo manto de horrores lovecraftianos se hibrida con las leyendas de marineros de generaciones pasadas, el llamado milenario de una criatura horrorosa volviendo una y otra vez al encuentro humano. Mientras tanto, la bestia navega en las profundidades del mar, un simple pez registrado por el realizador cerca de las costas de otro continente, transformado gracias al poder del cine en mito viviente. El monstruo y el cine están vivos.

LUNA ROJA 8 puntos

Lúa vermella; España, 2020

Dirección y guion: Lois Patiño.

Duración: 84 minutos.

Intérpretes: Rubio de Camelle, Ana Marra, Carmen Martínez, Pilar Rodlos.

Estreno en Mubi, con el título internacional en inglés Red Moon Tide.