TE VEO - 7 PUNTOS

I See You, EE.UU., 2019

Dirección: Adam Randall

Guion: Devon Graye

Duración: 98 minutos

Intérpretes: Helen Hunt, Jon Tenney, Judah Lewis, Owen Teague, Libe Barer

Estreno en Netflix

Con tres películas hasta la fecha, el británico Adam Randall aparece como heredero de una tradición que ya no existe: la de los realizadores de modestos films de género, que concentran su artesanía en la depuración de un entretenimiento que no pretende ser más que eso. Y por eso mismo, por no pretenderlo, es que termina siendo eso, y también algo más que eso. Tanto en las películas previas filmadas en su país de origen (Level Up, 2016; I-Boy, 2016, está última puede verse en Netflx) como en Te veo, primera en Estados Unidos, que también Netflix acaba de subir a su plataforma, Randall viene trabajando en condiciones clase-B: presupuestos limitados, actores desconocidos o (como se verá) veteranes rescatades del olvido, escasos efectos especiales, narración reducida a los hechos esenciales, condensación. 

La rescatada es Helen Hunt, hundida desde hace veinte años en películas y series del montón, que en verdad comparte el protagónico con el personaje de su marido y dos chicos con ganas de divertirse jugando un poco al límite. Cosa curiosa, Te veo podría definirse como un relato polifónico, si no fuera que la polifonía presupone arreglos complejos, mientras que aquí los instrumentos (los personajes) no son otra cosa que eso: instrumentos de la trama.

Te veo es, sí, una película “de guion” (Devon Graye), eficazmente puesta en escena. Y en algún caso, más que eficazmente, como en el plano cenital del final, que se eleva hacia el cielo como quien muestra los restos de un apocalipsis familiar. Jackie Harper (Hunt) tal vez tenga gesto triste y las comisuras caídas porque ni su marido Greg (Jon Tenney, que pasó las dos últimas décadas en la misma clase de producciones que su compañera de elenco, con la diferencia de que no tiene una década previa como la de Hunt) ni su hijo adolescente, Connor (Judah Lewis) le perdonan cierto desliz cometido un tiempo atrás. Aunque esto en realidad no viene mucho al caso, ya que no guarda mayor relación con el corazón de la trama. Mucho más significativo, y un acierto de la puesta en escena, es que en una de las primeras secuencias Greg salga como de la nada, como un fantasma, oyéndose primero su voz fuera de campo e ingresando luego al campo de manera sorpresiva. Uno se pregunta por qué en una situación tan cotidiana como el desayuno el padre es presentado de esa manera, y hay una respuesta.

Greg es policía y está a cargo de un caso irresuelto, la desaparición de varios chicos de las inmediaciones, en el momento en que encuentran a otro chico en el bosque. En este caso un chico muerto, producto de otra escena intrigante, la de apertura, en la que se lo ve andando en bicicleta y de repente rebota en el aire, como si hubiera golpeado contra un espectro. Esta línea narrativa se cruza con otra, la intrusión en casa de los Graye de una pareja de adolescentes, que hacen lo que la familia parásita de Parasite: viven ocultos bajo techo ajeno, práctica verdaderamente existente a la que se llama phrogging

Las dos líneas narrativas van a cruzarse, como es obvio, pero no es tan obvio cómo ni por qué. El guion maneja con habilidad los enigmas del relato, los indicios, las sorpresas y ciertos ecos (el phrogging, la máscara de una rana, el color verde), apelando a una estructura de tres tiempos simultáneos que se despliegan en tres bloques sucesivos, cada uno de ellos correspondiente a los tres puntos de vista desde los cuales se narra. Para una peliculita de género sin mayores pretensiones, no está mal.