Es probable que la joven actriz Frances McDormand no tuviera ni idea del paso enorme que estaba a punto de dar cuando a comienzos de la década de 1980 aceptó protagonizar un policial bastante violento. Era la opera prima que habían escrito e iban a dirigir dos hermanos oriundos de Minneapolis, a quienes no conocía nadie. Claro que ella también era una perfecta desconocida: tenía menos de 25 años, su perfil natural no encajaba con los incómodos estándares de belleza de Hollywood y, sobre todo, era la primera vez que se ponía frente a una cámara de cine. Cuando la película se estrenó en 1984 con el título de Simplemente sangre fue un éxito, en la dimensión modesta en que pueden ser exitosas las películas independientes. Aun así, fue como si el mundo se pusiera patas para arriba. Aquellos directores ignotos de golpe se convirtieron en los promisorios hermanos Joel y Ethan Coen. Y aunque Frances seguía lejos de calzar en el molde de una estrella, empezó a ser mirada bien de cerca por los buscadores de talento, que es lo que a ella le sobraba. Hoy, 37 años después de aquel comienzo, en los premios Oscar 2021 acaba de ganar su tercera estatuilla como Mejor Actriz Protagónica por su trabajo en Nomadland. Es que a Frances McDormand le sigue sobrando talento y mucho.

Dueña de un perfil infrecuente que la aleja de los papeles glamorosos, McDormand construyó su carrera en base a interpretar a mujeres duras y obstinadas, que no le temen a apretar los dientes o a mostrarlos cuando hace falta. Pero siempre dueñas de una gran ternura que, sin embargo, se empecinan en ocultar. Todas las criaturas que integran su galería de personajes, incluida Fern, la solitaria trotamundos de Nomadland, habitan el mismo universo. Uno que es áspero y no muestra clemencia; en el que todos los días amanecen bajo una luz pesada y opaca que se mete por los ojos como una trompada; y en el que, como el título de una película de sus amigos los Coen, no hay lugar para los débiles. Y tanto Fern, como Mildred en Tres anuncios para un crimen (2017); igual que Marge, la policía de Fargo (1996); o Glory, la obrera metalúrgica de Tierra Fría (2005); o la señora Pell en Mississippi en llamas (1988); e incluso Ellaine, la madre sobreprotectora de Casi famosos (2000): todas viven en ese mundo en el que una mujer no puede descuidarse, y debe velar por sí misma y por los suyos.

Su relación con los Coen fue larga y fructífera, participando de casi todas las películas que conforman la etapa inicial de su filmografía. Integró los elencos de Educando a Arizona (1987), De paseo a la muerte (1990), Barton Fink (1991) y Fargo. Tras recibir su primer Oscar por su rol protagónico en esta última, McDormand solo volvió a trabajar con los hermanos un par de veces más: en El hombre que nunca estuvo (2001) y en la comedia de 2008 Quémese después de leer. El equipo volvió a reunirse recientemente para una versión de Macbeth dirigida por Joel Coen, que actualmente se encuentra en post producción. En ella McDormand será, claro, Lady Macbeth, haciendo dupla con Denzel Washington, quien estará a cargo del shakespeareano príncipe escocés.

A partir de los ’90, empujada por su nominación como actriz de reparto por Mississippi en llamas en 1989 y, sobre todo, por el Oscar de Fargo, los servicios de McDormand comenzaron a ser requeridos por directores de renombre, pero también por jóvenes talentos. Trabajó para Ken Loach en Agenda oculta (1990) o para Robert Altman en la coral Ciudad de ángeles. Pero también para el ascendente Sam Raimi, en la oscuramente festiva La fiesta del crimen (1985) y Darkman, el hombre sin rostro (1990). En 2001 una nueva nominación como actriz de reparto, esta vez por Casi famosos, de Cameron Crowe, le da un renovado impulso a su carrera. Trabajó con Jack Nicholson y Diane Keaton en la exitosa Alguien tiene que ceder (2003), de Nancy Meyers y en 2005 llega la tercera nominación por un papel de reparto, por Tierra Fría, de Niki Caro.

Trabajó en Amigos con dinero (2006), de Nicole Holfcener; para el italiano Paolo Sorrentino en Este es mi lugar (2011), y fue parte de blockbusters como Transformers: el lado oscuro de la luna (2011), de Michael Bay y de la animada Madagascar 3, donde le puso la voz a una artera agente francesa de sanidad animal. En 2012 comenzó su colaboración con Wes Anderson, fructífera en las películas Un reino bajo la luna e Isla de perros (2018), estirando la relación a una tercera película, The French Dispatch, de inminente estreno en la edición 2021del Festival de Cannes.

En 2017 McDormand volvió a alcanzar la gloria de los Oscar, llevándose una vez más el de actriz protagónica por su trabajo en Tres anuncios para un crimen, tercera película del británico Martin McDonagh. Su papel de madre abnegada que busca justicia para su hija asesinada se convirtió en todo un símbolo en tiempos de #MeToo y #NiUnaMenos. De eso a este tercer premio de la Academia, una vez más por un rol central, hubo poco menos que un suspiro. Con su tercera estatuilla en la repisa, McDormand empieza a meterse en el territorio de lo mítico. Con ella alcanza e incluso supera (al menos en términos estadísticos) a una leyenda como Ingrid Bergman y a un mito viviente como Meryl Streep, que acumulan tres Oscar cada una, aunque en ambos casos uno corresponde a la categoría de reparto, de trascendencia mucho menor. Además McDormand quedó a solo una estatuilla de Katherine Hepburn, verdadero ícono de la cultura estadounidense, que con cuatro triunfos en la máxima categoría es la intérprete más ganadora en la historia de los premios, sin distinción de sexo. Pero tranquilos, que a Frances todavía le queda mucho talento por compartir.