Lo maravilloso es una categoría estética central en el surrealismo, un hallazgo relativamente tardío que el artista plástico Juan Grela (1914-1992) sumó como último estrato a la profundidad única de su saber hacer arte. “Infinitas capas de ideas, imágenes y sentimientos cayeron sucesivamente sobre nuestro cerebro, tan dulcemente como la luz. Pareció que cada una sepultaba la anterior, pero en realidad ninguna había desaparecido”. Esta cita del poeta Charles Baudelaire, que parece escrita a propósito de aquel sendero de experimentación tan singular, cierra la nota de Ana Quijano que reseña una nueva exposición de Grela en Rosario, de tan sorprendente imaginería que permite reescribir (¡una vez más!) la historia de su obra. Con una mirada que no da por sentado el paisaje local, Quijano asocia "a la flora y la fauna del río" las "formas flotantes" que pueblan este puñado de óleos y pasteles, pertenecientes a la colección del arquitecto nicoleño Jorge Ocáriz (1931-2007) y exhibidos hasta el 29 de mayo en la galería Diego Obligado (Güemes 2255, martes a viernes de 16.30 a 20 y sábados de 10 a 13).

Con curaduría de Guillermo Fantoni (máxima autoridad local en historia del arte argentino, quien estudia desde hace décadas la obra de Grela) y una producción exquisita por parte de la galería, Líquido cielo. Obras de Juan Grela 1976-1988 incluye un magnífico libro catálogo. Este, junto al texto curatorial y las reproducciones a todo color por Andrea Ostera, Laura Glusman y Quicho Fenizi, rescata una entrevista de Fantoni a Grela, publicada en el mítico diario Rosario el 7 de marzo de 1984 e ilustrada con una foto del artista por Víctor De Rosa, que el catálogo reproduce.

Contó el curador a Rosario/12 que el título Líquido cielo surgió de una frase de André Breton, líder y teórico del movimiento surrealista. "El ojo existe en estado salvaje. Las maravillas de la tierra a treinta metros de altura, las maravillas del mar a treinta metros de profundidad, apenas tienen por testigo al ojo apocado que para los colores lo refiere todo al arco iris", escribía Breton hace un siglo en París. Y así definió Fantoni  a esta cronista al universo fantástico que Grela despliega: "Entre un extremo y otro, está ese mar, que es un poco cielo, un poco agua, donde se mueven esos seres que no pertenecen a ninguno de los reinos de la naturaleza sino que participan de todos los ámbitos. No son exactamente ni minerales, ni vegetales, ni animales, ni del agua, ni de la tierra, ni del cielo. Creo que se trata de la utopía de una convivencia armónica, donde se articulan fluidamente todas las diferencias".

La entrevista de 1984 desmonta el mito biográfico de Juan Grela y Aid Herrera como estetas marginales. Grela cuenta los viajes de ambos por el país para conocer expresiones plásticas de los más diversos tiempos y lugares. Y habla de su relación con reconocidos colegas argentinos, sin jactancia sino desde la dignidad de sus ideales igualitarios. Al dar aquella entrevista, se encontraba en un momento bisagra de su trayectoria. Hay que unir los relatos de Fantoni-Armando y del pintor Rodolfo Perassi  (discípulo de Grela) para reconstruir ese rompecabezas. Perassi fecha en 1983 el comienzo de su colaboración con el maestro en La mural: un artefacto interactivo que conjugaba la escala del muralismo y el azar del objeto dadaísta, y que permaneció más oculto que los aliens de Área 51.

Tema de un libro inédito por Patricia Frey (discípula de Perassi), La mural es el eslabón perdido que permite comprender la evolución del Grela a la manera de Joaquín Torres García (un constructivista en líneas rectas y en ángulos de 90 grados) hasta el Grela neo-surrealista que encuentra una síntesis propia entre la figuración y la abstracción, pura curva y fantasía.

Los cuadros vinieron enmarcados en barrocos marcos dorados a la hoja (la pesadilla del montajista de arte moderno, digamos, aunque la cortesía del ambiente galeril impida hablar en esos términos). Grela en su vejez elegía los colores al azar, pero en general solía predominar el par de complementarios naranja-azul (esto de los complementarios fue idea de otro poeta, Goethe). Así que se pintó la sala de un azul profundo. "Con Fantoni queríamos lograr un clima, estuvimos viendo colores y llegamos a ese azul, que con ese marco dorado original funciona muy lindo", contó Leandro Comba, del equipo de producción de la galería. La dupla azul-oro (predilecta de otros notables artistas rosarinos, pero por motivos deportivos) articula también el diseño del libro por Joaquina Parma. Ese azul era además una dominante cromática en uno de sus discípulos: el inolvidable Emilio Ghilioni, cuyo testimonio cita Fantoni en el catálogo.

La bella y esclarecedora publicación nueva es una pieza imprescindible en una biblioteca Grela que suma al menos dos libros de Fantoni, uno en colaboración con Adriana Armando; las dos ediciones de la biografía por Ernesto Rodríguez; una antología publicada por Espacio Santafesino; las carpetas de grabados por Krass y Ellena (acá cerca pero hace ya tiempo); una serie de conferencias por el sello Ivan Rosado, y el libro catálogo de la primera retrospectiva que le organizó el Museo Castagnino en lo que va del siglo, la de 2007. Hubo dos más allí, en 2011 y en 2014; esta última coincidió con una retrospectiva en OSDE por Fantoni y Armando. En 2013 tuvo lugar, en el Centro Cultural Parque de España, Grela inédito, una exposición de La Mural y otras obras con curaduría y montaje de Perassi.

El arte de Grela constituye una puesta en obra de su personal modo de leer los modernismos y las vanguardias del siglo veinte: algo que queda claro al seguir el ensayo de Fantoni, quien reconstruye sus recorridos de lectura. Digamos además que en el hiato entre su lenguaje teórico y su lenguaje pictórico o gráfico se revelan vasos comunicantes como el que existió entre el constructivismo ruso y el dadaísmo suizo, y que Grela intuyó, originando un "constructivismo litoraleño", por darle un nombre.

El de Grela era un constructivismo libre, lírico, abierto y que en el período surrealista fue uno de sus estilos subconscientes. No es que dejara atrás las poéticas de sus períodos anteriores, sino que las iba incorporando. Lo que daba por superado en realidad lo atravesaba; ya lo tenía asimilado, y su conciencia pasaba a otros temas. El juego de atracciones y rechazos de su recorrido puede reformularse como un camino de acumulación.

La vida de Grela se lee como un milagro rosarino: el de cómo un humilde peluquero de origen tucumano, formado con Antonio Berni en la Mutualidad de Artistas Plásticos (cerca de donde Fantoni y Armando pondrían la galería Miró, medio siglo después) y que para la UNR "era mala palabra" (como recordó Noemí Escandell hacia 1999), gracias a su paso por agrupaciones, a la potencia de su obra, a la devoción de sus discípulos y mecenas, a la lealtad de sus herederos, al trabajo de sus estudiosos y a muestras como ésta, ha devenido una institución artística que ya goza del merecido reconocimiento nacional. La exposición puede verse sin cita previa. Siguiendo la normativa sanitaria municipal, el acceso a sala está sujeto a la capacidad disponible al momento del ingreso.