Esta tarde, a las 19, en el Centro Cultural América (Mitre 23), el historiador Y periodista Daniel Ávalos presentará "El operador político en Salta". Un libro que él mismo describe como una mezcla de historia reciente con la reconstrucción de la vida y las acciones de los dos operadores más influyentes de los últimos 24 años en la provincia.

A partir de la biografía de Ángel Torres y Juan Pablo Rodríguez, los asesores políticos de Juan Carlos Romero y Juan Manuel Urtubey, el autor intenta darle sentido “a ciertos rasgos de esa biografía a partir de la realidad política en la que trabajaron y ayudaron a formatear”.

Ávalos reconoció a Salta/12 que siempre lo convocaron y atrajeron figuras como Enrique “Coti” Nosiglia, de quienes necesitaba leer y conocer su accionar y proceder, “leía todo lo que salía sobre ellos”. Pero dijo que uno de los hechos que lo llevó a escribir el libro fue la decisión de Cristina Fernández de Kirchner en 2019 de acompañar a la presidencia a quien para él se inscribía dentro de ese grupo de operadores políticos, Alberto Fernández. “El otro hecho fue la pandemia y el confinamiento, que me dieron tiempo para sentarme y volcar todo lo que tenía y sabía”, confesó.

-¿Por qué hacer un libro sobre los operadores políticos y puntualmente sobre Torres y Rodríguez?

-A mí siempre me interesaron, el final de mi secundaria coincidió con una militancia política fuerte, y en ese entonces el operador político por excelencia era el Coti Nosiglia. Desde ese mismo instante siempre estuve interesado en ese detrás de escena, en esas personas que aparecían como quienes le susurran ideas al jefe diciéndole para dónde ir, cómo acumular poder y cómo no perderlo. Y siempre me comí todos los artículos periodísticos que aparecían en algún diario vinculados a alguno de estos personajes.

Después en el 2019 pasaron algunas cosas que me motivaron más. Cuando Cristina anuncia que Alberto Fernández iba a ser su candidato a presidente y que ella lo iba a acompañar, lo primero que pensé fue que por primera vez en el país un operador político se iba a convertir en presidente. Yo lo asocio a Alberto al grupo Calafate, cuando comienza a laburar para un desconocido, que era Néstor Kirchner. Después como se dio mi vida periodística, en donde los tenía a Ángel Torres y Juampi Rodríguez, que se desenvolvieron en la época que yo viví con plena conciencia política y con quienes mantuve más de una charla. Había otros, como Daniel Isa, que me quedaban muy lejos.

Después pasó algo que no hizo más que darme el último empujón, el confinamiento, en el 2020 me encontré caminando por las paredes en casa y decidí que con todo lo que tenía podía avanzar y acá está el resultado.

Son dos vidas totalmente distintas, Torres tuvo contacto con la militancia de manera precoz, desde los 15 años, en una época de alta intensidad política (60 y 70), en lo que genéricamente llamamos la derecha peronista, y él se consideraba a sí mismo uno de los últimos cuadros del peronismo en vida por su recorrido militante, algo que también está devaluado. Era un tipo muy formado y con gran capacidad para presentar un problema y verbalizar cómo se podía resolver con tres o cuatro movimientos.

Juampi Rodríguez pone un pie en la política después de los 20, viene de una familia apolítica y sus intereses no se vinculaban con la política hasta muy grande. Sino que comienza a tener visibilidad pública en programas de televisión y radio deportivos y la política va a su encuentro a través de Daniel Isa. Después acompaña a Wayar en 2007, y a partir del 2009, a Urtubey.

La hipótesis del libro es que de todas maneras hay un punto de contacto entre esas dos vidas. El nuevo formato que le da el romerismo a la política está bien personalizado con los famosos “Golden Boys”, que fueron centralmente formados por Ángel Torres, generaron una serie de condiciones que permitieron que una persona sin contacto con la política pero con destreza para entenderla y lo comunicacional, pudiera tener chances para recorrer el camino que hizo. En la década del '80 un perfil así no hubiese llegado.

-¿Qué nos vamos a encontrar en el libro?

-Es una mezcla de historia reciente con reconstrucciones sobre el recorrido de estos dos personajes de la política salteña. Trato de insertar los recorridos políticos de estas dos personas en un contexto provincial que de alguna manera ellos ayudan a formatear. Para a partir de eso, tratar de comprender un poco más la naturaleza del poder provincial sobre todo en su aspecto palaciego.

Todos saben el poder y el ejercicio de poder que ejercieron en sus períodos al lado de Juan Carlos Romero y Juan Manuel Urtubey. Pero no es la biografía de dos personas, sino que el libro trata de darle sentido a ciertos rasgos de esa biografía a partir de la realidad política en la que trabajaron y ayudaron a construir.

-¿Cómo se hace un operador político?

-Es muy buena esa pregunta porque hay que tener en cuenta que Ángel Torres no tenía título académico, y Juan Pablo Rodríguez en una entrevista me reconoció que él solamente se quería recibir de comunicador social para jugar en un equipo de fútbol de La Loma, porque para ser periodista no necesitaba el título.

Por lo que termino concluyendo que el oficio del operador no es algo que dependa de certificaciones académicas, sino de ciertas habilidades como para leer el proyecto político de su jefe, y segundo, para interpretar la realidad tal cual es. No se ponen a pensar cómo debería ser la sociedad, sino que se montan sobre ella de acuerdo a su diagnóstico para centralmente ayudar a que el jefe esté donde el jefe quiere estar. Y su lugar se basa en los resultados prácticos que obtenga a lo largo de su recorrido en beneficio de ese jefe que genera y necesita una enorme cercanía. Por lo tanto, tampoco es un poder que provenga de la soberanía popular, no es un candidato, sino que está delegado ese poder.

Resumiendo, es el que acondiciona el terreno para que su jefe reciba el favor de la ciudadanía en el momento de la elección, y después mantenerlo detrás de escena generando acuerdos de gobernabilidad, neutralizando ataques y horadando las bases de los adversarios. Pero sobre todo son leales a la figura con la que están, la reivindican, eso me pasó con Ángel Torres y Rodríguez.

-Cada día está más valorado ese rol en la política.

-Sí, aunque está clarísimo que son los personajes de la política que peor prensa tienen. Pero desde Maquiavelo, hace 500 años, no han acabado con su rol, y se confirma analizando cualquier gobierno, en donde siempre está el denominado “monje negro”. Para mí, porque el operador es parte sistémica de la política. Y recién ahora la literatura política del país, no en Salta aún, se empieza a tomar esa dimensión de la política con seriedad y se trata de analizar el rol que cumplen y su importancia en el armado de viabilidad política.

El libro que más me gusta y que más éxito tuvo para ejemplificar lo que estoy diciendo es el de Mariana Gené, “La Rosca”. Me parece que incluso los progresistas que hemos tenido una relación de odio con este tipo de personajes, empiezan a descubrir que estos pliegues de la política necesariamente tienen que ser analizados.

-¿Quién sería el operador político de Gustavo Sáenz?

-Es más difícil, porque la pandemia generó un escenario que impide mirar lo mismo que mirábamos en situaciones normales, porque dan visibilidad a personas que no serían las mismas en otras condiciones, como la figura del ministro Juan José Esteban, por ejemplo, que se presenta con muy buena imagen a pesar de haber tenido manejos abiertamente irregulares como las designaciones familiares y la vacunación Vip.

Pero creo que por el vínculo de confianza y porque lo ha acompañado a Sáenz desde que era presidente del Concejo Deliberante, es Nicolás Demitrópulos. Además, tiene una característica muy propia de los operadores, no suelen tener intereses electorales.

-¿Qué operadores políticos reconocés a nivel nacional?

-Además de los que te dije, el Chueco (Juan Carlos) Mazzón, un histórico. Carlos Corach, otro, que es entre los operadores un prócer más allá de su visibilidad. A otro nivel el Chino (Carlos) Zanini, y hasta gente como José Luis Manzano. Y se habla todavía, aunque con sus detractores, de Julio Mera Figueroa, el salteño tío de Urtubey. De Macri, para mí fue Marcos Peña más su monje negro que Jaime Durán Barba, que en todo caso era un tipo que había hecho de las estadísticas y la opinión pública un tema central a la hora de encontrar oportunidades electorales.

El libro de Ávalos ya se consigue en algunas librerías salteñas y se venderá a través de la web.