La tercera "mitomanías" de Alejandro Grimson tiene hoy panel abierto en Facultad Libre (9 de julio 1122) a las 19, con presencia del escritor. Se trata de Mitomanías de los sexos (Siglo Veintiuno Editores), que el antropólogo ha reunido y diseccionado junto a la socióloga Eleonor Faur; un minucioso estudio dedicado a "las ideas del siglo XX según el amor, el deseo y el poder que necesitamos desechar para vivir en el siglo XXI". Un cambio de siglo que obliga a (re)pensar por dónde pasa la subjetividad, de cara a cuestiones y creencias relativas a los sexos, el género, la desigualdad, el machismo, para "poder decir cuáles son las ideas del pasado y vivir el presente y el futuro de una manera más intensa, más libre, más igualitaria", le dice Alejandro Grimson a Rosario/12.

Y agrega: "Hay muchas cosas que cambiaron en un siglo, y muchas desde un criterio de igualdad. Ahora bien, sabemos que nuestra sociedad está intensamente movilizada, a veces en las calles, a veces en el bar o en la sobremesa, sobre las relaciones que todos tenemos, entre varones y mujeres. Evidentemente, teniendo en cuenta el proceso histórico, somos parte de una transición. El mundo ya no es como hace cincuenta años; tengo hijos adolescentes y los veo rodeados de otras perspectivas, en una sociedad que presupone que hay mucha mayor diversidad de orientaciones y elecciones sexuales. Al mismo tiempo esto genera una tensión en todas nuestras relaciones. El libro intenta un aporte, un diálogo, para quienes nos preguntamos qué hacer con un montón de frases que se vienen repitiendo, y que a veces son persistentes y quedan en el lenguaje. Yo jugaba al fútbol y siempre digo que nunca podría haber escrito este libro sin escuchar a mis amigos en el vestuario".

‑ Hay una discusión diferente, que permite visibilizar el problema.

‑ Lo que queremos poner sobre el tapete es que hay algo más profundo en la cultura, en nuestro lenguaje. Si no lo cambiamos, es muy difícil que podamos resolver el problema. Te voy a dar un ejemplo, el mito de todos los mitos de los sexos es que todas las diferencias entre varones y mujeres son una derivación de nuestras diferencias biológicas, o sea que como las mujeres tienen útero y mamas sólo ellas pueden tener hijos y alimentarlos, ése es el mito que le da origen a los demás. Todo eso se construye y se edifica sobre la noción de la biología. Yo no tengo ninguna crítica para hacer a las neurociencias sino a quienes las utilizan para decir que se trata de problemas biológicos y no culturales. Por ejemplo, si hay violencia de género, es porque la diferencia biológica culturalmente se ha significado en el sentido de que ese varón cree que tiene una propiedad y un derecho sobre ese cuerpo, esa idea de derecho no tiene nada de natural, es una idea cultural.

‑ Noto también una interpelación al lector, una apelación a la autocrítica.

‑ En todos los libros hay una idea que subyace, ya que no se critican mitomanías exteriores. Yo digo de mí mismo que soy un igualitarista imperfecto; si el feminismo es, como lo es, un ideal de igualdad en los derechos, yo soy un feminista imperfecto, como todos los y las feministas, porque las feministas también tienen sus contradicciones en la vida real, donde hay problemas y situaciones complejas. Quienes estamos protagonizando este proceso de cambio, nacimos en una cultura y hoy vivimos en otra, es una cultura que se está transformando. El mensaje nuestro hacia los varones, es que la mayoría sigue encerrada en la jaula de la mitología machista, si vos sacás uno a uno los barrotes de las mitomanías encontrás que afuera están tus pibes, que tenés una paternidad plena para vivir y una vida igualitaria para disfrutar; es decir, el machismo afecta con violencia de género, con violaciones, pero también los hombres son víctimas indirectas de su propio machismo, y eso lo ponemos en cuestión.

‑ La presencia del Estado es de una mención reiterada en el libro.

‑ Hay una cosa que está muy clara: el Estado tiene un papel decisivo. Al mes de aprobado el matrimonio igualitario, en Buenos Aires veías por la calle más parejas gays o lesbianas de la mano, abrazadas o dándose un beso, fue un cambio muy fuerte. En los países escandinavos, ante la poca licencia de los varones por paternidad, el Estado puso una ley que permitiera a las parejas tomar un año a distribuir como quisieran. ¿Qué pasó? Las mujeres se quedaban once meses y medio en casa, y quince días los varones. ¿Qué hizo el Estado? Obligó a los varones a quedarse tres meses. Lo importante es que haya una direccionalidad, pero si el Estado reduce el presupuesto para pelear contra la violencia de género, impide que haya educación sexual integral en las escuelas, eso va a producir efectos muy negativos. No podemos olvidar que en el mismo mundo donde el "Ni una menos" se torna global y sucede el paro del 8 de marzo, un misógino gana la presidencia en los países centrales. Me preocupa que el Estado se retire del rol protagónico que debe tener en estos temas.