“¡Las mejores piernas del menemismo están tijereteando!”, me escribió una amiga al enterarse de la noticia. Admito que me impactó la tan mentada imagen (que ya no necesita presentación) cuando la vi, y tuve que dejar el mate cocido sobre la mesa y chequear que no me había metido en un vórtice espacio-temporal y aterrizado en el 2008. “¿¡Dolores Barreiro es torta?!” Spoiler alert: no. La que se casó no fue Dolores sino su hermana y todo el posteo no es más que una perfo de ella (Dolores) con una amiga suya.

Lo cierto es que mientras Dolores puede divertirse haciendo “como que” se casa con una amiga, Marian Gómez fue absuelta el mes pasado tras haber sido condenada en 2019 básicamente por oponerse a que la arresten por besarse con su esposa en una estación de tren; y esa historia tuvo muchísima menos repercusión que esta “ocurrencia”.

Más allá de las lecturas que podemos hacer de estas dos escenas confrontadas en términos de privilegios de clase y heterocissexuales, la realidad es que el lesbianismo una vez más estuvo en boca de todos, menos en la boca de las lesbianas. ¿Es visibilidad lésbica que siempre que se hable de lesbianismo sea porque una famosa paki, (que nunca levantó la bandera de ninguna identidad ni lucha LGBTIQ+), se haya dado un beso con otra y termine resultando ser la nueva abanderada de la “visibilidad”?

Hay tan pocos relatos de experiencias de lesbianas en los medios mainstream que cualquier cosa que pueda ser leído como un poquitito, una miguita de representación, ya parece un mundo.

Pero, ¿nos sirve a las lesbianas, lxs lesbianxs, que siempre que se hable de nosotrxs sea porque otros nos están narrando? ¿Qué transamos cuando esperamos que nuestra visibilidad venga de parte de un guionista paki que nos puso en medio de una tira “progre”, o porque una famosa apareció con otra dándose un piquito que, finalmente, termina siendo material para programa de chimentos?

Las representaciones son importantes, sí: ¿cuántos de nosotrxs, trolos, tortas, travas y demás desviadxs crecimos sin nada donde reflejarnos, o solo encontrando imágenes grotescas de nuestras identidades, vidas y deseos?

Las representaciones son importantes, sí: ¿pero a qué costo?

¿Me sirve, me representa que todos los portales de noticias hablen del tema “matrimonio igualitario” y “lesbianismo” (sin decir “lesbianismo” explícitamente porque es muy fuerte) porque Dolores Barreiro “jugó” a que se casaba con una amiga? Para muchxs, ese “juego” implica violencias sistemáticas que no se resuelven borrando un posteo.

Ya no quiero más que les pakis sigan jugando al “love is love” para ser les nuevos héroes de la “tolerancia”, cuando a nosotrxs no nos dan un espacio para narrarnos ni el día de la visibilidad lésbica.

No quiero la tolerancia de ninguna famosa. Quiero más narrativas de lesbianas contadas por lesbianas, y que esas historias sí sean un reflejo interesante para otras lesbianas y personas del colectivo.

Y que esas historias nos las financien.

Y que lleguen a todos lados.

Queremos ser nosotras quienes digamos la palabra LESBIANA bien grande y sin eufemismos. Eso dejémoselo a la pactería mediática y a las marcas que quieren vender con nosotrxs el día del orgullo.