“¿Por qué sería tan terrible hablar lenguas distintas, no es al contrario una muy buena suerte poder relacionarlas y fabricar algo común a partir de lo diferente?”, se pregunta la lingüista y filósofa francesa Babara Cassin, curadora de la muestra Después de Babel. Traducciones rioplatenses, junto con Marina Aguerre y Leandro Martínez Depietri, en el Muntref Centro de Arte Contemporáneo de la Sede Hotel de Inmigrantes. La muestra explora la traducción como una herramienta política y una práctica que valora las diferencias. El programa público de conversaciones online en vivo, con el mismo título de la muestra, se propone ampliar las perspectivas o “ponerse los zapatos de otro”. Este viernes 7 de mayo a las 18, desde el canal de Youtube de la UNTREF, llegará la propuesta de pensar “Las lenguas bajo ‘la’ lengua” ¿Cómo hacer visible la diversidad cultural del territorio argentino a través de sus lenguas? ¿Qué vínculos pueden construir las prácticas artísticas contemporáneas?, serán algunos de los interrogantes que tratarán de responder el lingüista Santiago Durante y el artista Hugo Vidal.

Leandro Martínez Depietri recuerda la definición de Cassin sobre la traducción como “un saber hacer con las diferencias” para preludiar la importancia que tiene Después de Babel, como programa público de conversaciones para acompañar esta muestra que presenta obras de Antonio Berni, Grete Stern, León Ferrari, Marta Minujín, Quino y Xul Solar y documentos, textos y traducciones de Domingo Faustino Sarmiento, Edgar Allan Poe, Ezra Pound, Sigmund Freud, Homero, Jacques Lacan, James Joyce, Jorge Luis Borges, José Hernández, Juan Domingo Perón, Juan Manuel Rosas, Leopoldo Lugones, Manuel Belgrano, Victoria Ocampo y Walt Whitman, entre muchos otros. Entre los más de 500 documentos, se destacan el acta de la Independencia en español y aymara, junto con las proclamas de Belgrano en guaraní y los textos y traducciones en neocriollo de Xul Solar en complicidad con Borges.

“La traducción es el trabajo con lo que uno no es, con lo que uno no tiene. Traducir es incorporar la voz del otro y hacerla propia, reconociendo que existe una barrera infranqueable, el espacio entre dos cosas que no se puede franquear, pero que al mismo tiempo es necesario para que puedan entenderse cada una como una unidad”, plantea Depietri a Página/12. Esta lógica espacial de la traducción se contrapone con las políticas de la identidad, que piensan la identidad como algo sólido, fijo e inmutable. “La traducción trabaja en alianza con el otro, trabaja a partir de lo que no se es, situándose en eso que uno no es, obligando a ponerse los zapatos de otro. Me tengo que poner otros zapatos y pensar desde otra perspectiva. Ese pensar desde otra perspectiva también permite revisar el propio posicionamiento porque al ponerse los zapatos de otro, al mirar desde otra perspectiva, uno incorpora otras visiones de mundo y comprende donde está situada la propia”, reflexiona el curador e investigador.

Los intercambios con otras lenguas son permanentes a través de las nuevas tecnologías. “Cada vez es más ubicua la presencia de la traducción en Facebook, en Instagram, en Twitter, en Youtube, en Google; se puede apretar el botón de la traducción automática o poner ver traducción o ver original. Esos algoritmos filtran cualquier producción en una lengua al inglés, para después devolverla en la tuya. Hay un pase de lengua por una matriz que filtra todo, la matriz de la lengua inglesa, que se sobreimprime sobre los intercambios culturales del mundo. Pensar críticamente la traducción es reponer la diferencia que está excluida en estos mecanismos automáticos de traducción, en esta lógica hegemónica, en estas prácticas de dominación cultural que son enmascaradas porque se nos presentan como avances tecnológicos, como la posibilidad de poder leer contenidos en otras lenguas que no hablamos, pero que sin embargo implican un recorte en la cosmovisión que está inscripta en una lengua. Una lengua es mucho más que un vehículo de comunicación, es una perspectiva de mundo”, explica Depietri.

Las conversaciones con artistas que acompañan la muestra Después de Babel (actualmente cerrada por motivos sanitarios), invitan a dar un paso más allá en la búsqueda de una lengua universal. “Han existido distintos intentos por volver a un estado pre babélico; los problemas entre comunidades se resolverían si tuviéramos una lengua básica de comunicación. Pero esa lengua básica siempre ha sido un proyecto fallido; podemos pensar en el esperanto o el rol del inglés hoy, o lo que Barbara (Cassin) llama el globish, una versión empobrecida de la lengua inglesa que se utiliza para los intercambios comerciales. Queremos pensar la traducción como alternativa epistemológica”, sugiere Depietri. “Hay documentos fundacionales del Estado argentino que no se suelen enseñar, como las proclamas de Belgrano en guaraní. Belgrano las escribía en español y hacía que Andresito las tradujera al guaraní y luego las leyera para llamar a las poblaciones guaraníes a la lucha por la independencia. O el acta de la independencia en una edición bilingüe en aymara. Las lenguas originarias eran sumamente vitales y tenían un valor estratégico dentro de la gesta independentista”, subraya el curador.

Los temas de las próximas conversaciones online, que se extenderán hasta el viernes 2 de julio, serán “¿Por qué Babel?”, ¿Qué carga simbólica porta este símbolo atávico de la cultura occidental? ¿Cuáles son los motivos que continúa siendo una figura recurrente en las artes visuales? (viernes 14 de mayo, a las 18). A la conferencia performática “Traducción simultánea” de Sofía Medici, que trabaja la traducción al quechua del acta de la Independencia, seguirá una charla entre la artista y Agustina Muñoz, curadora del CCK (viernes 21, a las 18). “El lunfardo es un conjunto de voces que se forma en los conventillos, en los pasillos de las casas compartidas entre migrantes de múltiples lados, que se presentó de forma errónea desde los aportes italianos, desconociendo el argot francés, el asturiano, las lenguas africanas, el mapudungun o el quechua –aclara Depietri-. El lunfardo, al principio, fue criminalizado; los primeros diccionarios de lunfardo fueron hechos por criminalistas, como el de (Antonio) Dellepiane, El idioma del delito. Esto cambia en la década del 40 y 50 con la recuperación que hace del lunfardo José Gobello”.

Cassin, Aguerre y Depietri formulan una pregunta abierta al debate: “Y si hiciéramos de la traducción, como experiencia de articulación con las diferencias, no un obstáculo sino la matriz de una literatura y una ciudadanía del siglo XXI?”