Carlos Timoteo Griguol, uno de los entrenadores más icónicos de la historia del fútbol argentino, murió este jueves a los 86 años, como consecuencia de las complicaciones pulmonares y una neumonía derivadas del coronavirus. El "Viejo Timoteo" era una gloria de Ferro, pero también había dejado su huella en Rosario Central y en Gimnasia, además de haber pasado como entrenador en River.

El deceso fue confirmado por su yerno, el exfutbolista Víctor Marchesini, a través de un mensaje en su cuenta oficial de la red social Twitter. "Se nos fue Timo. Gracias por todo Viejito, imposible no tenerte presente minuto a minuto.Te voy a extrañar. QEPD", señaló Marchesini, ex zaguero de Ferro y Boca. Timoteo estaba internado en gravísimo estado desde hace varios días en el Sanatorio Los Arcos, e incluso hace una semana se había publicado en varios medios su fallecimiento, versión desmentida por el propio Marchesini y Gabriel Perrone, su otro yerno y también ex jugador de Ferro.

Surgido como mediocampista en Atlanta, Griguol tuvo una carrera de casi 400 partidos en primera división entre el conjunto bohemio y Rosario Central, pero su marca imborrable en el fútbol argentino la dejó como entrenador, donde combinó resultados con docencia. Tras su retiro como jugador, en Central comenzó a trabajar en las divisiones menores, para luego tomar el primer equipo, donde logró su primer título en 1973. 

Tras un paso por México y por Kimberley de Mar del Plata, Timoteo llegó a Ferro en 1979, donde construyó un equipo icónico que entró en la historia del fútbol argentino. En 1981 fue dos veces subcampeón, primero en el Metropolitano detrás del Boca de Maradona y Brindisi, con el que peleó hasta la última fecha, y en el Nacional detrás del River de Kempes y Di Stefano, con el que perdió la final. La formación Barisio; Gómez, Cúper, Rocchia, Garré; Arregui, Saccardi, Cañete; Crocco, Jiménez (luego Márcico) y Juárez salía de memoria para cualquier futbolero.

La revancha a los dos subcampeonatos llegó en 1982, cuando su Ferro ganó el Nacional, tras superar en la final a Quilmes, en pleno desarrollo de la guerra de Malvinas. Luego repitió el éxito en 1984, ya con varios cambios en el equipo y jóvenes promovidos desde las divisiones inferiores, su principal fuente de búsqueda de jugadores. Eran años en los que Ferro gozaba de tres de los entrenadores más jerarquizados de Argentina, con Griguol en fútbol, León Najnudel en básquetbol y Julio Velasco en vóleibol. En Caballito eran habituales las reuniones entre los tres, para intercambiar ideas y conceptos de sus respectivos deportes.

El éxito en Ferro lo llevó a River, donde no pudo desarrollar su tarea de docente y apenas una temporada en Núñez le alcanzó para darse cuenta que no estaba en su ambiente. Un plantel aburguesado tras el ciclo ganador de Héctor Veira, hinchas a los que no seducía con su juego y resultados no muy buenos se combinaron para que su estadía en River se cerrara con más sombras que luces.

De nuevo en Ferro, su nuevo ciclo ya no tuvo tanto éxito, aunque promovió jugadores como Roberto Ayala, Germán Burgos o Roberto Molina. Sin embargo, la ingratitud de algunos hinchas, que lo tildaban de "defensivo", y los malos resultados lo terminaron alejando del club.

Reclutado por Gimnasia, Griguol tuvo un renacer de su carrera, con dos subcampeonatos y equipos que quedaron en la memoria de los hinchas, con los mellizos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto como emblemas y nombres como Pedro Troglio, Andrés Guglielminpietro, Roberto Sosa, José Albornoz y Alberto Márcico como figuras. A esa altura, ya era conocida su inquietud por promover que sus jugadores estudiaran alguna carrera o desarrollaran una tarea paralela al fútbol, además de aconsejarlos para que se compraran una vivienda antes que el auto de moda.

A los 65 años y después de cinco en el Lobo, el "Viejo Maestro" probó suerte en España, pero su experiencia en el Betis duró menos de un año, para regresar a Gimnasia, donde tuvo un tercer ciclo tras un breve paso por Unión de Santa Fe. En el Lobo terminó su extensa carrera, que no tuvo tantos títulos, pero sí el enorme reconocimiento por el legado que dejó y el agradecimiento de los cientos de futbolistas que pasaron por sus manos.