Blanca Bustamante se siente “agradecida” del momento en que venció sus temores y atendió el teléfono de la casa de su padre, Amado Bustamante, aquel día de 2010. Por aquel entonces, la Conadi insistía en ubicar a Amado, uno de los diez hermanos de Enrique Bustamante, el papá de “Enriquito” y el abuelo de uno de los bebés robados a los jóvenes secuestrados durante el último golpe militar.
–Dice que venció sus temores. ¿A qué le tenía miedo?
–La Conadi ya había intentado comunicarse con mi papá. Nilda Bustamante, una prima nuestra, se acercó y dio los datos. Pero en mi familia teníamos un poco de temor porque sabíamos que no lo habíamos visto más a Enriquito, pero nunca hablamos del tema. Al final me animé y estoy agradecida de haberlo hecho. Me explicaron todo, me citaron y fui. Ahí me enteré de Iris y que estaban esperando un bebé. Luego vinieron a casa a tomarle una muestra de ADN a mi papá, que ya estaba en proceso de demencia senil.
–¿Ustedes sabían qué le había ocurrido a Enrique?
–Mi papá lo quiso y extrañó mucho. Cuando Perón echó a Montoneros de la Plaza, Enrique lo fue a ver a Burzaco, le dejó sus pertenencias y le dijo “tío, guardalas porque yo voy a volver a buscarlas”. Pero no volvió más. Mi tío Enrique, el papá de Enriquito, no denunció la desaparición porque no quiso o no pudo creer que estaba muerto. Creía o quería creer que estaba vivo, que estaba en el exterior. Y nosotros no nos sentíamos quién para hacerlo por encima de su decisión. Por eso quedó durante mucho tiempo la ausencia de Enrique en la nebulosa. Imaginate qué sorpresa fue el enterarnos que estaba esperando un hijo y más aún el momento en que Conadi nos dijo que lo habían encontrado.
–Él pidió paciencia a su familia biológica. ¿Qué le dirías?
–Que tenemos para contarle una parte feliz de la vida de su padre. Le diría que nos tenemos que conocer y probar si la sangre tira, si la sangre llama, como dicen. Entendemos que su vida dio un gran salto, pero estamos para acompañarlo y si quiere compartir el futuro con él. Ojalá quiera.
