Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del anarquismo queer. Los cruces entre activismo, anarquismo y disidencia sexual no son nuevos, pero crecieron exponencialmente en los últimos años favorecidos por Internet y como respuesta a un creciente conformismo lgbt blanco, consumista y clasista que con su acomodamiento a las leyes y al mercado parece estar contribuyendo a dejar a una buena parte de personas y también de sus ideales afuera de juego. 

Definir el anarquismo queer es imposible teniendo en cuenta que se compone de dos palabras que desafían todo encasillamiento. Por eso, más que establecer qué es, será mejor aventurar lo que no es, actualizando las palabras del escritor y disidente sexual anarquista Alexander Berkman: “Anarquismo no es bombas, desorden o caos. No es robo ni asesinato. No es una guerra de todos contra todos. No es un retorno a la barbarie o a un estado de naturaleza salvaje. Anarquismo es exactamente lo opuesto: ser libre, que nadie debe esclavizarte, robarte, mandarte o imponerse ante vos”. ¿Suena lindo pero utópico la idea de establecer relaciones sociales solidarias y cooperativas? ¿Y entonces? ¿Renunciamos y resignamos sueños? ¿Pasamos a copiar hábitos de los modelos contra los que luchamos para repetirlos en nuestras propias organizaciones? 

Siguiendo de cerca las páginas de Queering Anarchism, uno de los primeros trabajos que reúne anarquismo con filosofía queer, aquí va un panorama de las discusiones que la manada anarcoqueer propone hoy en un contexto mundial cada vez más violento y conservador. Algunos de los ítems son advertencias a la militancia, otros son bombas para hacer explotar las convicciones, pero también hay sueños y bocetos de programas de acción. Ambas fuerzas se aportan una a la otra. A un anarquismo clásico que hace foco en las relaciones de poder entre las personas, la economía y el Estado, la teoría queer aporta su particular deconstrucción del concepto de lo normal. El cruce da una infinidad de posibilidades para la resistencia contra los grandes objetivos anarcos: jerarquía, explotación y opresión.

¿BDSM y ANARQUÍA? ¡CONSENSO!

¿El Estado capitalista y la cultura dominante consensuaron alguna vez con nosotros las condiciones de vida que desarrollamos a diario? ¿Alguien en algún momento nos consultó si queríamos ser explotadxs, o si estábamos de acuerdo con que el patriarcado nos tratara como ciudadanxs de segunda? Claro que no. Bien al contrario, la idea del consenso de lxs participantes de una relación o práctica BDSM (bondage, disciplina, sadismo y masoquismo) es esencial, y si a algo esa cultura adhiere con pasión es a la idea del intercambio de poder consensuado. Hay cientos de revoluciones sexuales ocurriendo todos los días en mazmorras, departamentos, sótanos, balcones o cuartos oscuros. Dos, tres o más personas se encuentran en un espacio común, acuerdan las reglas a seguir y los códigos a respetar: una vez establecido esto, el cuero, los látigos y las sogas ya pueden apretar las carnes hasta calentar el cuerpo y la cabeza tal como se había planeado de antemano. El BDSM es un buen modelo para ejercitar el  pensamiento como un modo de jugar con el poder entre personas adultas, habilitando nuevas formas de entender y reflexionar sobre cómo tenemos internalizados diferentes aspectos de la cultura abusiva, para pensar así nuevos modos de resistencia frente a ella. No es que aquí se promueva la idea de un mundo convertido en mazmorra, y es más que claro que existen diferencias entre el anarquismo y la cultura BDSM, pero al menos dos fetiches comparten seguro: el consentimiento y la organización, categorías que el Estado capitalista no tiene la menor intención de utilizar para su desarrollo y accionar.

MATRIMONIO IGUALITARIO COMO LA FOSA DE LA REVOLUCIÓN

¿Realmente deseamos la inclusión dentro del matrimonio, institución que limita las relaciones casuales, lxs amigxs con roces, los encuentros espontáneos y un largo etcétera que es práctica corriente en nuestra comunidad? ¿De verdad estamos dispuestxs a reforzar una institución en la que para beneficiar a la pareja se dejan atrás derechos colectivos que han caracterizado siempre nuestras luchas? Uno de los argumentos principales a favor del matrimonio igualitario sigue siendo que es un paso necesario para que un miembro de la pareja acceda a los beneficios que ya tenía el otro. Como, por ejemplo, una cobertura de salud o una nacionalidad más “acomodada”. Pero resulta que esos mismos argumentos habilitan al Estado a realizar tremendas reducciones: se libera de crear una cobertura de salud universal digna, afianza la rigidez de las fronteras y la jerarquización de las nacionalidades. Gran trampa: en nombre de nuevos derechos se ocultan otros, mientras avalamos que solo en un estado marital es posible obtener ciertos beneficios. Esta retórica de una igualdad a medias ha dejado un saldo políticamente devastador: una base de pragmatismo militante lgbt que desplazó a la imaginación política queer bajo la idea de que es mejor conseguir primero la ley y luego pensar en lo demás. ¿Realmente estamos dispuestos a admitir que no hay tiempo ni espacio para discutir los sueños y las conquistas más profundas, por suponerse alejadas de lo inmediatamente posible?

EL POLIAMOR COMO UNA FORMA DE ANARQUISMO

El poliamor es un código de vinculación muy diferente a la monogamia: en lugar de la exclusividad obligatoria entre los miembros de una pareja, acepta y promueve relaciones sexuales y amorosas abiertas simultáneamente con varias personas, no sobre la base del engaño sino, bien al contrario, mediante la información clara y honesta con cada uno de los miembros implicados. Por eso, el poliamor desafía la idea de la pareja como posesión o propiedad, apuntando directamente a la concepción anarquista de asociación voluntaria y cooperación mutua, además de fomentar el amor libre de una manera que la monogamia promovida por el Estado no permite y censura. Por su multiplicidad de vínculos, obviamente este tipo de asociación no se preocupa por la reproducción sexual en el mismo sentido en el que el matrimonio heterosexual y ahora también el homosexual, validado por el Estado lo hace. Por eso puede irrumpir y, de hecho, irrumpe fuertemente en el proceso reproductivo como algo obligatorio, creando nuevas formas de familias por fuera de las organizaciones filiales reguladas y fortalecidas por la sociedad capitalista. La monogamia compulsiva es un concepto penetrante en nuestras leyes e instituciones, dentro de las cuales soportar la presión por ese modo de relación es recompensada con ganancias sociales y materiales. El poliamor puede durar por un periodo de tiempo, cambiar su forma en otro tipo de relación y, de no funcionar, volver a ser modificado según las voluntades y conveniencias de lxs implicadxs. ¿Se le critica que es imposible? Adelante. 

MATAR AL HÉTERO

La propuesta no es destruir la heterosexualidad ni que dejen de existir hombres y mujeres sobre la tierra, y mucho menos que abandonen las relaciones sexuales entre sí. El tema aquí es otro, y pasa por entender que no existe el hombre y la mujer tal como son definidos por el establishment: “hombre” y “mujer” como ideales imposibles en los cuales ninguna persona encaja jamás. Estos ideales no son más que un sistema social de relaciones muy similar al capitalismo: ambos constituyen reglas que vigilan nuestros cuerpos, mentes, deseos y los modos en los que interactuamos con otras personas. Matar al hétero significa aniquilar las normas y las jerarquías que son descargadas a la fuerza sobre la población, que no solo oprimen a las personas queer, sino también a heterosexuales, obligándolos a adoptar un modelo predeterminado de afectividad, sexualidad y relaciones que no permite ser modificado por los deseos personales sin arrastrar consecuencias indeseadas.

UN ACCESO ANARCOQUEER A LA DIVERSIDAD FUNCIONAL

La historia y el desarrollo del modelo médico occidental, opresor para la homosexualidad y la discapacidad con su amenaza de exterminio que va desde el aislamiento, la discriminación hasta, por ejemplo, búsqueda del “gen gay”, demuestra que existe un campo común de relaciones entre el activismo queer y el activismo de la discapacidad o diversidad funcional. La cultura de la capacidad construye un mundo material, mediático, afectivo y sexual como si la discapacidad no existiera o como si necesitara ser modificada para encajar en el orden establecido. Qué se entiende por “discapacidad” depende en gran medida de las necesidades dictadas por la jerarquía de las estructuras sociales y de cómo han sido concebidas de antemano. Es claro que semejante invisibilización ilumina su parentesco con la típica presunción de que este mundo está habitado solamente por héteros. Como las personas discapacitadas son comúnmente percibidas como asexuadas o sexualmente inferiores, abrazar una forma de vida queer parece lo más lógico, dado que ser gay, lesbiana, trans o intersex también es considerado una forma inferior de sexualidad desde la mirada heterosexual correctiva.

¡SABOTAJE AL GÉNERO!

Es evidente que lo que se entiende tradicionalmente por “género” y “sexo” es algo culturalmente impuesto, categorías definidas para ejercer la explotación sobre los roles femeninos, dentro y fuera del hogar, y hacerlos parecer como naturales: desde las asignaciones de tareas por género y la subordinación de las mujeres en el ámbito laboral, por nombrar algunos ejemplos, hasta las antiguas teorías que las consideraban de mentalidad débil e ingobernables, con el objetivo de justificar persecuciones políticas y religiosas que van desde la caza de brujas hasta la violencia de género actual. Estas categorías existieron siempre como modos de opresión de un género sobre otro y jamás funcionaron de otra manera. El pasado y el presente de la humanidad demuestran que el único camino para lograr una real igualdad de condiciones de vida para todxs es el de tirar por los aires esa división  y desmantelar lo encasillamientos irreales que esta promueve, dividiéndonos entre falsos conceptos de “hombre” y “mujer” que jamás existieron ni existirán, y solo refuerzan las fronteras de los géneros. Esto no debe entenderse como que nadie debería identificarse como hombre o mujer. Una verdadera liberación requiere de una autodeterminación de la identidad de género (incluyendo toda modificación corporal) y la libertad para poder elegir lo que cada unx desee ser. La pertenencia e identidad de cualquier persona debería ser incorporada dentro de la idea de “género”. Por lo tanto, toda forma de dominación ligada a los géneros tradicionales debe ser erradicada, no importa quién la ejerza ni con qué forma la realice.

HETEROSEXUALIDAD ABIERTA

¿Alguien puede realmente asegurar que este mundo se divide entre homosexuales y heterosexuales? ¿No quedaría, de esa forma, una cantidad importante de prácticas y deseos por fuera de tan escueta división? ¿Alguien que se considera monógamo puede afirmar que siempre lo es, y que está de acuerdo con las leyes que la promueven y la sociedad que la impulsa? Dos personas que se juntan deberían crear sus propias reglas, ¿no?, lo cual tiene mucha más coherencia que respetar a raja tabla un sistema que regula la intimidad y sobre el cual ninguno ha tomado una sola decisión. Así es, la heterosexualidad se puede queerizar, porque está presa de sus propias trampas, que impiden alcanzar estados de realización personal y de conformidad con unx mismx. ¿Cómo hacerlo? De muchas maneras: probando con no identificarse completamente con las definiciones impuestas sobre el género asignado al nacer, experimentando en profundidad la amistad entre personas del mismo y de otro sexo sin prejuicios, jugar libremente con la atracción por individuos de cualquier ámbito y subcultura, criticando la cosificación de la mujer, interesándose por comprender los reclamos de la comunidad queer que, en definitiva, replican inmediatamente sobre todas las prácticas personales y sociales. Todas las sexualidades se pueden pensar como un proceso narrativo: un fluido de experiencias que se escriben y reescriben a medida que van siendo transitadas.

TODOS CON TODOS

El anarquismo queer afronta un dilema: organizarse puertas adentro y separarse de la sociedad o aliarse con toda la clase trabajadora. Lo primero implica aislamiento político aunque puede propiciar una efectiva auto organización, pero la segunda tiene el potencial de una verdadera liberación: la unión hace la fuerza. ¿Cuál sería el aporte queer al movimiento global de liberación de la clase trabajadora? Muchxs queers fueron expulsadxs de sus familias por serlo, pueden proveer experiencias sobre  violencia familiar y patriarcal en carne propia, y colaborar en nuevas formas de vida basadas en lazos solidarios y de mutua ayuda. Muchxs queers saben lo que es dar una lucha profunda, como cuando se batalló en los inicios de la epidemia del sida contra el Estado y las corporaciones de la salud por la propia supervivencia, energía que fue absorbida por las agrupaciones lgbt burguesas que militaron por la inclusión en el matrimonio y el ejército, abandonando, a su vez, a lxs más marginales. Históricamente lxs queers de la clase trabajadora han sido buscadxs por las organizaciones burguesas lgbt, para ganar legitimidad entre el número de sus participantes, como por agrupaciones de ámbitos no queer, eligiendo siempre al queer menos molesto o perturbador. La solución al dilema inicial es clara: el comunismo anarcoqueer propone participar en la lucha global basada en la auto organización de toda la clase trabajadora, una revolución social se hace luchando desde las propias condiciones materiales, y ampliando la lucha entre todos los sectores de la clase trabajadora. Y este es un proyecto realmente social, y no antisocial.