¿Quiénes llenarían las tribunas en la previa de esos partidos? ¿solo mujeres o familiares de las jugadoras? ¿asistirían hombres? ¿qué pensarían al verlas sobre el campo de juego? ¿quiénes pedirían autógrafos a esas jugadoras que visten casacas de Boca Juniors o River Plate? ¿se soñaron luciéndolas en picados improvisados en las veredas? ¿o tal vez en un metegol de hierro en un club de barrio?

La metáfora del desván la usó la periodista deportiva y trabajadora social Ayelén Puyol en su libro “¡Qué jugadora! Un siglo de fútbol femenino en Argentina”. Juega con ella ante cada hallazgo documental. El más antiguo en el país data de 1923. Dos equipos (Argentinas y Cosmopolita) fueron fotografiados y las imágenes, publicadas por la revista porteña Fray Mocho en octubre de ese año. Pregunta abierta: ¿acaso antes, no jugaban? En la ciudad de Salta, más mujeres revuelven viejos archivos y rescatan imágenes o relatos que hacen a la historia local del juego. El hallazgo más antiguo por ahora- lo encontró Mariana Ibarra, del colectivo Pateando Mandatos.

1966 no fue un año cualquiera y merece un breve repaso de contexto siguiendo al diario El Tribuno. Por marzo, la carrera espacial era noticia. La URSS lanzaba un nuevo satélite Sputnik, más precisamente, el 133 de la serie Cosmos. En Estados Unidos los astronautas Neil Amstrong y David Scott regresaban a casa desde el Océano Pacífico. En Argentina, el 24 de ese mes, Isabel Martínez de Perón impugnaba a algunos miembros de la mesa directiva justicialista. En Colonia Santa Rosa, pleno norte salteño, se denunciaban casos de polio, tifus y mal de Chagas. La televisión era un aparato que globalizaba audiencias y Salta no era la excepción. Las publicidades los ofertaban permanentemente, al igual que las radios portátiles. Canal 11, con la señal LW82, anunciaba su inminente emisión regular desde Salta capital con equipos Phillips.

En julio del mismo año, Onganía encargaba a Alvaro Alsogaray “una misión relacionada con la política económica en el exterior”. Tropas de Vietnam del Norte invadían el Sur y se “temía” la ejecución de soldados norteamericanos. Mientras tanto, en Salta se vacunaba con la triple viral a toda la población escolar. En Orán, terminaba un informe “in voce” por el caso de guerrilleros arrestados en 1964. Eran los seguidores de Ernesto Guevara. En la ciudad de Salta los fields o canchas eran numerosos. Sobre uno de ellos, Gimnasia y Tiro, los combinados masculinos de Estudiantes de la Plata y Racing Club de Avellaneda disputaban partidos contra seleccionados de Salta y Jujuy. Y, fundamentalmente Canal 11 anunciaba a su audiencia que transmitiría “todos los partidos del Mundial de Fútbol” que se disputarían en Inglaterra.

Chicas en gira y “Aquí, mucha risa...”

Situarse en un contexto sin walkman, teléfonos móviles, internet o redes sociales es importante. Una de las sensaciones del momento, eran las giras de equipos femeninos de Boca Juniors y River Plate. “Yo empecé a jugar en el 59. Desde ese año salíamos de gira por el interior. Después jugamos contra equipos que comenzaron a aparecer en las distintas provincias”, relata a Salta712 Gloria García o Betty, la capitana de la selección nacional que disputó el Mundial de México en 1971. La gira por el NOA en marzo del 66 incluyó Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy. “¿Llegaron al Norte en tren?”, preguntó Salta/12, imaginando que el tramo más largo (Buenos Aires – Tucumán) era cubierto así con mayor comodidad. “No. Viajábamos en micro, mi vida. Alquilaba un colectivo y nos llevaban”. 

“El promotor, ¿era Juan Doce?”, repreguntó la cronista. La respuesta afirmativa de Betty llevó a indagar quién sería el famoso mananger. Los buscadores no lanzaron una pista, ni una foto, o una simple mención. La imagen, aunque borrosa, llegó por mail desde la sección archivo del diario La Gaceta de Tucumán. Se trata de una versión digitalizada de la edición del 15 de marzo de 1966. El epígrafe detalla: “Boca Juniors y River Plate, dos tradiciones porteñas, nos envían ahora una representación distinta”. 

La foto retrata a las jugadoras que lucirán las camisetas más populares de Argentina en el estadio Argentinos del Norte. Y en el centro de todas ellas, Juan Doce.

Luciano Jaime en las redacciones deportivas

Los jefes de deportes de los diarios en papel enviarían a un fotógrafo a tomar la clásica foto de equipo a “las chicas”. En ocasiones, solicitarían a un periodista que incluyera uno o dos párrafos del evento en las noticias deportivas. Son los documentos que hoy permiten atar cabos y reconstruir contextos. En sus ediciones de mediados de marzo de 1966, El Tribuno promocionaba la gira de las jugadoras bonaerenses. No menciona a Juan Doce. El espectáculo era organizado por Central Norte, aunque los partidos se jugarían sobre el campo de Gimnasia y Tiro.

Hubo dos partidos en Salta. Uno se jugó el sábado 19 de marzo que ganó River Plate 4 a 2, con dos goles de Blanca Brucolli, que se llevaría todos los aplausos. La 10 integró el equipo nacional que en el Mundial de México 1971 le ganó a Inglaterra 4 a 2. Solo una foto registra el “match exhibición”. La crónica posterior fue favorable. “Las futbolistas justificaron la expectativa creada”, relata el breve artículo. “Brindaron un match de 40 minutos cada período, actuando con zapatillas,”. Aunque no todas las jugadoras reciben alagos, “algunas de sus integrantes demostraron tener codiciones y conocer algunos de los secretos del fútbol, más que todo (...) parar la pelota, ubicación en la cancha, hacer fould (sic) y chilenas”. El otro partido se jugó el martes el 25, después del que ganó Boca Juniors en Jujuy. Entre sus jugadoras, la prensa salteña rescataría a Zunilda Troncoso y a Zulma Gómez, otras dos integrantes del legendario equipo de México 1971.

Otro diario local, El Intransigente, publica una foto de American Oeste, uno de los equipos femeninos salteños por la década del sesenta. Aunque el deporte más popular entre las mujeres era el básquet, algunos directivos promovían partidos femeninos de fútbol. Probablemente estarían motivados por las giras de Juan Doce al interior. El viejo American Oeste es actualmente el Club San Martín. Sus socios más memoriosos no recuerdan a ese equipo. Tampoco fue posible encontrar jugadoras que compartieran su experiencia soñada en primera persona, o algún pariente que atesore un relato o alguna imagen. Sin embargo, gracias a un ejemplar de La Gaceta Deportiva de Salta del 19 de agosto de 1966, se conoce la nómina completa de sus jugadoras. Con ellas, la de otros tres equipos que disputaron un cuadrangular.

La redacción de la publicación deportiva asombra. Figuran Luciano Jaime (asesinado por el terrorismo de Estado en febrero de 1975), Luis Plaza, Daniel Negro, Carlos Chávez Díaz y los ilustradores Diógenes e Irineo. La crónica sobre el fútbol femenino es ácida y no lleva firma. Se confunde con la crítica a la televisación de rounds de lucha libre entre mujeres o “cachascán”, en quechua. En ese contexto, cuestiona si las mujeres deben o no jugar al fútbol, si deben vestir pantalones cortos, casacas y medias largas, o si brindan realmente un espectáculo acorde a las espectativas de un público mayoritariamente masculino. Bajo el subtítulo “Aquí, mucha risa...” critica a las jugadoras abiertamente: “un partido de circo más bien, antes que deportivo (...) no hizo más que reafirmar la triste función de la mujer haciendo de heroínas en una actividad poco auspiciosa para su condición”.

Testimonios y emoción

Justa Rufina Frías es Rufina Molina en la lista de jugadoras de Central Norte. Recibió un reconocimiento enviado por Lucila Sandoval de Pioneras del Fútbol Femenino Argentino. Se lo entregaron oficialmente durante un acto organizado en medio de los festejos del Centenario del club en marzo pasado.

“Nos llamó el utilero, Juan Carlos Brunel, después de ver un entrenamiento de los varones. Nos invitó a jugar y así nos empezamos a juntar”, le contó a Salta/12. “La arquera era una jugadora de básquet, creo que se llamaba Ramona, y la eligieron por el tamaño. Estaban las hermanitas Martínez que eran la 8 y la 10, Galarza y Cabrera eran otro apellidos”. Eran Blanca y Paulina respectivamente. Recordó además a Beba (Peyayo) “que vivía por Necochea y Alvear” y otra jugadora, “una Rosa”, que era Rosa Juárez.

“Nosotras jugamos por jugar, no teníamos los medios para comprarnos equipos. El utilero Brunel nos facilitaba las casacas que dejaban los varones, los pantalones, las sacachispas”. Las zapatillas eran otro producto novedoso en la época y sacachispas eran botines con tapones de goma. “A veces nos entrenaba Marcial Acosta”, lanzó en un tramo de la entrevista, rememorando un técnico legendario en el Norte Argentino. “Todo eso duró un año, mas o menos. Central Norte tenía la sede en Sarmiento y Alsina. En el último partido contra American Oeste nos dieron una medalla y una foto, son mis únicos recuerdos. Teníamos mucho entusiasmo. Me dí el gusto. No fue completo mi sueño, pero nosotras nos atrevimos a jugar, les guste o no”, soltó Rufina, casi entre lágrimas.

Justa Rufina Frías en la entrega de su diploma de Pioneras Argentinas. Al lado, Belén Morelli.

Otro testimonio es el de Beatriz Costancio, jugadora de fútbol aún en actividad, que enfrentó a un combinado de River Plate. “Fue en la cancha de Juventud. No sé como llegué ahí. El matrimonio Díaz nos hacía entrenar. Pero seguro eran los años setenta”, respondió ante la insistencia de la cronista, “porque tenía 13 años”. Su relato se desarrolla más allá de la avenida Tavella, por el gran bajo popular de Villa Estela y Norte Grande, en el sureste de la ciudad. En un artículo publicado en abril del 2000, Beatriz afirmaba: “Maradona queda chico al lado mío, porque soy mujer y todavía sigo jugando”. Tenía 42 años. Ahora, ya por los 60, no ha cambiado. “Juego de 10. Siempre jugué de 10 y sigo en ese puesto. Toco, toco y me voy. No me gusta entrenar: para eso está la cancha. Mi marido me apoya”. Él trabaja de canchero en el predio de fútbol del Club Boulonge Sur Mer (Villa Lavalle). Su hija también juega al fútbol, y ella sigue como siempre: “todos los domingos juego en las canchas del Delmi”.

Las Vegas

Probablemente, febrero de 2002 sea la última vez que un equipo femenino de Boca Juniors pisó la capital salteña. Jugó contra el equipo de Las Vegas, un combinado legendario que, por esos años, integraban también una cooperativa de limpieza en el Delmi. Ellas son del barrio Luján y aún siguen juntas. “En ese momento había una pertenencia a un barrio. Hoy las chicas juegan en diez equipos diferentes y sin amor por la camiseta”, opinó Daniela Tergani, su principal referente. A principios de siglo, los equipos en la capital salteña eran Villa Los Sauces (hoy Once Corazones), Miguel Ortiz, Las Costas (donde jugaba Beatriz Costancio), Libertad, Autódromo, Peñarol, Villa Mitre y Villa 20 de Junio.

Febrero de 2002, Boca Juniors enfrentando a Las Vegas en el estadio de Juventud Antoniana.

Las Vegas enfrentó a un Boca Juniors amateur, aunque todas entrenaban en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD) y el club xeneize distribuía viáticos entre las jugadoras. Marta Pavone, del departamento femenino, explicó en 2002 a esta cronista que las diferencias entre las provincias y la Capital radicaba solamente en que el nivel técnico y físico era solventado desde algunos clubes porteños. “Dentro del fútbol pervive esa concepción machista que es posible observar hasta en la AFA”, dijo entonces como si fuese hoy.

En la perspectiva de Rodrigo Draskal, director del Museo de River Plate, “es muy importante rescatar la historia” porque “el fútbol femenino hasta los noventa oficialmente no existió en AFA”. Lo mismo opinó una historiadora de Boca Juniors, Paloma Aschieri. En esas giras, las jugadoras usaban las camisetas por su poder de convocatoria, pero “no eran equipos del club. Estamos intentando investigar los últimos 20 años de Boca Juniors, pero pre-AFA no tenemos nada”.

“Ser socio de un club aseguraba a los hombres europeos migrantes una pertenencia” señala Gabriela Garton en su libro “Guerreras. Fútbol, mujeres y poder”. Es una de las arqueras de la selección nacional, actualmente en el Melbourne Victory del fútbol australiano. Su reflexión es certera porque argumenta la naturalización del fútbol como espacio exclusivo de varones. Nunca fue el juego, sino un conjunto de prejuicios los que evitan que las mujeres disfruten del fútbol.