La joven de 20 años que denunció por abuso, coacción y violencia de género al intendente de Bañado de Ovanta, Ramón Elpidio Guaraz (61), habló con Catamarca/12 y ofreció su testimonio de lo que vivió con él desde que era una niña. Pidió ayuda.

Car era una niña de 14 años cuando el intendente de Bañado de Ovanta, Guaraz, a sus entonces 55 años, comenzó a seducirla. Como regalo de 15 años, le ofreció a su madre, que en ese momento cobraba un plan para mantener sola a sus 6 hijos, ser la delegada municipal del pueblo que habitan en el departamento Santa Rosa. Hoy, cinco años después, la mujer sigue ocupando ese puesto por una suma que alcanza los 17 mil pesos.

Así fue como el funcionario comunal comenzó a frecuentar su casa. Cuando cumplió los 16 se hizo amigo de ella en Facebook y comenzó a mandarle mensajes "de amor". La sedujo, la convenció y la “enamoró”. Caro confiesa que le creía todo lo que él le decía, y comenzó a tener una “relación” en secreto porque tenía terror de que su madre se enterara y se decepcionara.

“Él me decía que ella se iba a decepcionar de mí porque él era mayor. Con ese primer argumento comenzó a amenazarme, extorsionarme y a manipularme. Me decía que le iba a contar a ella de lo nuestro”, contó.

¿Por qué te amenazaba?

Caro hace una pausa y explica: -Porque no quería que salga a ningún lado ni haga cosas de chicos de mi edad -

Guaraz le impedía juntarse con otras niñas, le decía que eran “putas”, que no le convenía estar con ellas. Además, la controlaba para que no salga a ningún lado salvo para ir a la escuela. Caro relata que algunas veces se escapó para ir a alguna reunión de las que hacían sus compañeros de clases, que estaban prontos a egresar. No pudo hacerlo muchas veces. “Había chicos de la escuela que trabajaban para él y tenían la orden de contarle si me veían”.

El tiempo pasó. Un día, el intendente cumplió con su palabra y le contó a su madre. Caro ya tenía 18 años. Para asombro de la ya adolescente, su familia lo aceptó. Sin embargo, el control y las amenazas no pararon. Ahora le decía que si no hacía todo lo que él le pedía le quitaría el trabajo a su madre y sus hermanos se "iban a morir de hambre".

Con el tiempo, el control, las amenazas y las críticas del pueblo hacia ella - él la expuso llevándola a algunos actos de gobierno -, le hicieron ver que eso no era amor ni lo que quería. El día en que intentó romper “Me pegó, y abusó sexualmente de mí. Me dijo que si no era para él no sería para nadie más. Estábamos en su casa. Yo no sabía qué hacer, a los pocos días se lo conté a mi familia, pero ellos no me apoyaron. La situación se fue volviendo cada vez peor”, relató.

“Él hacía y deshacía en mi casa. Aunque yo había cortado él seguía yendo. Y como lo recibían, yo me mantenía con llave en mi habitación para que él no entrara. Fue entonces que por el miedo que tenía y la desesperación recurrí a alguien de mi familia para que me ayudara. Pero él se enteró e hizo echar a esa persona que trabajaba en un área de gobierno, en la ciudad. Yo sólo quería estar a salvo, pero tuve que volver y hablar con él para que le devolvieran el trabajo que le hizo quitar moviendo sus influencias”, contó.

Caro admite que cuando eso pasó ella se dio por vencida. “Pensé que nadie podía ayudarme porque todas las personas que se acercaban a mí estaban amenazadas, tenían que contar todo. Incluso mis amigas debían contarle todo lo que yo les decía. Él pagaba gente para que se quede en la puerta o esquina de mi casa esperando para que yo no salga”, dijo con amargura.

Caro comenzó a estudiar el profesorado en matemáticas en la ciudad de Frías, Santiago del Estero. Creyó que irse del pueblo sería un alivio y que terminarían las persecuciones y amenazas, pero no fue así. Guaraz iba con su camioneta por la tarde o por la noche y se quedaba enfrente de la vivienda de su tía, donde ella se alojaba, vigilando.

“Me decía que no lo podía entender. Que yo no iba a estar nunca con otro. Que iba a matarme si no estaba con él. Y que si mataba no le importaba, que él mismo llamaría a la policía para que hiciera lo que tuviera que hacer”, contó.

Caro no podía más. Pensó en matarse, en hacerse daño ella misma ante la desesperación y el terror que le causaba el Intendente.

A quienes les contaba, le decían que no debía perder su vida por él, que ella era joven. “Yo le aseguré que iba denunciarlo y él no tenía miedo. Sé que no me creía porque sabía que yo no tenía recursos. Pero un día me comuniqué con mi abogada en la ciudad y me fui. Y acá estoy por fin. Si no lo hacía, si no lo denunciaba, sé que hubiera terminado muerta, que si no era él iba a mandar a alguien a hacerlo”, confesó.

Asegura que por el terror que tiene no le dijo a nadie en dónde está y que la Justicia aún no pone consigna para resguardarla. “Espero que la Justicia trabaje y no deje impune a este hombre. Sigo con miedo, le tengo terror porque sé lo que es capaz de hacer”, explicó.

La joven, contó que logró hablar con Shirli, la otra mujer que denunció a Guaraz por acosarla sexualmente luego de conocer la denuncia de Caro. “Cuando supe nos contactamos y hablamos mucho. Sabemos que como Shirli y como yo hay muchas otras, algunas menores de edad, y queremos que nuestra lucha las ayude a denunciarlo. Que sepan que no están solas, que hay asociaciones y gente que va a ayudarlas. Ojalá que ninguna de ellas haya vivido lo mismo que yo, porque es muy traumático”.

Caro quiso hacer una llamado a quienes pueden ayudarla a ella y otras posibles víctimas: “Pensé que podía haber algún tipo de sanción para él por la denuncia. Si no me hace daño él va a mandar a alguien a hacerlo. Necesito que ayuden” repitió.

Defensa

Guaraz, quien acumula denuncias por todo tipo de delitos, entre ellos fraude, extorsión, incumplimiento de los deberes de funcionario público, luego de conocer que la denuncia por abuso contra él había trascendido a la prensa, se presentó junto a sus abogados en fiscalía y dijo que "era espontáneo, para ponerse a disposición", pero no quiso hablar con la prensa. Eso lo hizo uno de sus abogados, Luciano Rojas, quien forma parte de los funcionarios de la comuna que Guaraz dirije. El letrado, quiso desviar el foco y dar a entender que se trataba de algo político, tratando de poner en duda la palabra de las denunciantes.